La estatua de la plaza Bolívar, en Caracas, es una copia de la que se encuentra en la Plaza de la Constitución, enfrente del edificio del Congreso, en Lima, Perú.
“Debajo de la estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar, en la Plaza que lleva su nombre, en Caracas, hay valiosos tesoros, no por su precio en metálico, sino por lo que representa como acervo cívico y cultural. Aunque si de metálico se trata, es muy posible que valga una fortuna, por su trascendencia histórica.
Este hermoso monumento tan fotografiado por los turistas de todo el mundo, con el correr del tiempo, se ha convertido en el símbolo característico de Caracas.
Como se sabe, este monumento es obra del escultor italiano Adamo Tadolini (1788-1863), fundido en Múnich, Alemania (1874), bajo la dirección de los expertos Alsatian Bartoldi y Fernando van Müller. Fue copiado de la estatua ecuestre original (c1855) que se encuentra en la Plaza de la Constitución, enfrente del edificio del Congreso, en Lima, Perú.
Sobre la génesis de la Plaza Bolívar y su famosa estatua, se han escrito muchos libros y crónicas. Uno de los trabajos más documentados es el que publicó Carlos Eduardo Misle en su libro sobre la Plaza Bolívar de Caracas, donde, además, realiza una compilación de toda la literatura sobre el origen y el crecimiento de la actual metrópoli venezolana, desde aquellos lejanos días en que la Plaza Mayor, denominada después Plaza de Catedral, servía de estrado judicial, de alegre mercado y paredón para fusilamientos.
No tenían fe en su futuro
Para entrar en detalles sobre la Plaza Bolívar y los tesoros, ocultos debajo de la estatua ecuestre, es importante conocer antes algunos aspectos del pasado de la ciudad. Según Carlos Manuel Moller, ni el emprendedor Francisco Fajardo ni el bizarro Diego de Losada, tenían fe en el futuro de la ciudad. No creían que un día podía ser una gran metrópoli.
Juan Rodríguez Suárez, otro conquistador español, tampoco se mostró optimista con el porvenir de Caracas. Los historiadores relatan al respecto que basta ver el plano más antiguo que se conserva en el Archivo de Indias, enviado por el Gobernador Juan de Pimentel, en 1578, para darse una idea de la poca perspectiva urbana que tenía la ciudad, con una Plaza Mayor que no sobrepasaba en tamaño a la más pequeña de las manzanas.
En 1764, según Carlos Eduardo Misle, que cita a Joseph Luis de Cisneros, autor del libro “Descripción exacta de la Provincia de Venezuela”, Caracas ya era una “ciudad bastante grande, con sus calles muy estrechas de diez varas de ancho”. La Plaza que servía de mercado, tenía una arquería bien delineada, con dos fuentes por sus lados, adornada de pórticos primorosamente trabajados.
Por su parte, el alemán Alejandro Humboldt, quien como se sabe estuvo de paso en Caracas, en 1800, escribe en sus memorias que La Pastora estaba a 37 toesas por encima de la Plaza de La Trinidad, y que la Plaza Mayor se encontraba a 32 toesas por encima del rio Guaire. Comentaba también que el declive del terreno no impedía que rodaran los carruajes, “aunque sus habitantes hacen raramente usos de ellos” (La toesa era una unidad francesa de casi dos metros de largo).
Humboldt, como se ve, tampoco pudo imaginar que esa Caracas de pocos carruajes sería más tarde una ciudad moderna de imponentes autopistas y viaductos con interminables torrentes de automotores.
Sangriento escenario
Siempre remitiéndonos a los informes de Carlos Eduardo Misle, a través de los tiempos, la Plaza Bolívar fue una “charca de sangre y halo de gloria”, o sea que fue escenario de sangrientas represiones y de épicas gestas en favor de la libertad. Haciendo referencia al pasado de esa Plaza, afirma el médico e historiador caraqueño, Arístides Rojas, que fue lugar de patíbulos y de escarnio.
Por su parte, Fermín Toro escribió que el 8 de mayo de 1799, el Capitán General Manuel Guevara y Vasconcelos, condenó a muerte a José María España, quien altivo, atravesó entre soldados y frailes, hacia el cadalso levantado en un extremo de la Plaza. Entre la gente presa de temor, un niño de aspecto enfermizo miraba con los ojos arrasados por las lágrimas, los detalles de la ejecución. Era Pedro Gual, sobrino y amigo entrañable del sentenciado.
Arístides Rojas, siempre haciendo reminiscencias de la Plaza Mayor, hoy Bolívar, escribió que “han pasado las generaciones de tres siglos, los magnates de lo pasado, los adalides de la guerra magna, los defensores del realismo. En ella ha flameado la bandera de Castilla y la de Colombia y Venezuela”.
El 7 de noviembre de 1874 fue inaugurada en Caracas la estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar.
Bolívar en otra plaza
Si el decreto de la Municipalidad de Caracas, del 1° de marzo de 1825, se hubiera cumplido, de acuerdo con lo que sostiene el conocido cronista Enrique Bernardo Núñez, la estatua ecuestre del Libertador estaría en la actual Plaza de San Jacinto, que por ese entonces era un desordenado y pintoresco mercado.
Al recibirse las buenas nuevas de la Batalla de Ayacucho, que acabó con el dominio español en el Perú, los concejales eufóricos dispusieron que “la estatua sería ecuestre, de bronce, sobre una columna de mármol. En lo sucesivo la Plaza de San Jacinto se denominará de Bolívar, de esta manera, estará en el solar que lo vio nacer, el Primer Presidente de la República, el Libertador de tres Estados y el Padre de la Patria misma, señalando con mudo, pero elocuente lenguaje, aun a las generaciones más distantes, las verdades y seguras sendas que conducen a la gloria”.
Siempre basándonos en lo que relata Enrique Bernardo Núñez, en diciembre de 1842, mientras se traían desde Santa Marta, Colombia, los restos de Bolívar, la diputación provincial dispuso por medio de una ordenanza que la Plaza llamada de Catedral, se denomina en adelante de Bolívar y se coloque en ella sobre un pedestal de mármol, una estatua ecuestre del Libertador. Lamentablemente, tampoco se cumplió ese buen deseo. El homenaje a Bolívar tuvo que postergarse por varios años más.
La estatua
Siendo presidente de la República el general Antonio Guzmán Blanco, en la gaceta Oficial del 18 de noviembre de 1872, salió publicado el decreto que ordenaba se levante en la Plaza Bolívar una estatua ecuestre digna de las glorias del Libertador.
La primera piedra del monumento fue colocada el 11 de octubre de 1874, cuando se confirmaron las noticias de que estaba en viaje a La Guaira, el barco que transportaba desde Alemania la estatua fundida en bronce.
El general Guzmán Blanco fue un gran bolivariano, que no ocultó su decisión de hacer de la Plaza Bolívar un hermoso lugar. Con ese propósito mandó a embellecer los jardines y colocar el barandado que luce actualmente, preparando un escenario adecuado para recibir dignamente al monumento que perennice la gratitud de los venezolanos al Padre de la Patria. Modernizada la Plaza con vergeles, fuentes artificiales y una tribuna para la orquesta, firmó el decreto autorizando la erección de la estatua, no por suscripción popular, como lo habían intentado vanamente otros gobiernos, sino costeado con fondos del Tesoro Nacional.
Fernando Müller, hijo del fundidor de la estatua, vino expresamente desde Alemania para dirigir los trabajos de colocación del monumento, que venía a bordo del bergantín “Thora”, el cual encalló en Los Roques, causando preocupación y alarma a los caraqueños. Para las operaciones de salvamento fue enviada desde La Guaira la goleta “Cisne”, a bordo de la cual viajó una comisión integrada por Francisco Michelena Rojas, Vicente Ibarra, Tomás R. Olivares y los generales Adolfo Ferrero y Alejandro Ibarra.
Debajo de la estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar hay valiosos tesoros, no por su precio en metálico, sino por lo que representa como acervo cívico y cultural.
Los tesoros ocultos
De acuerdo con lo que refiere Carlos Eduardo Misle y con la información que apareció en el periódico “La Opinión Nacional”, de fecha 11 de octubre de 1874, en una ceremonia especial fueron enterrados bajo la piedra fundamental de la estatua ecuestre, interesantes objetos de valor histórico y sentimental. Para el efecto fue construida una bóveda especial donde se colocaron cajas metálicas herméticamente selladas, conteniendo numerosos recuerdos y documentos, que son enumerados en el Acta Oficial. La lista de los objetos enterrados es la siguiente:
- Una colección de periódicos de los Estados y otra de Caracas
- Una pieza de plata, correspondiente a un bolívar
- Una pieza de cincuenta céntimos
- Una pieza de diez céntimos
- Una pieza de cinco céntimos
- Una medalla conmemorativa del Libertador
- Dos medallas del Capitolio
- Ejemplares de la Geografía de Venezuela, de Agustín Codazzi; y de la historia de Rafael
- María Baralt y Ramón Díaz
- Leyes y decretos de los Congresos de Venezuela desde 1810 a 1850
- El Mensaje y documentos de la cuenta de 1873
- El primer censo de la República
- Un retrato, litografía, del Ilustre Americano
- Una fotografía del mismo
- Un plano de la ciudad de Caracas
- Una copia del Acta de la Independencia
- Las Constituciones de 1857, 1858 y 1874
El presidente de la República, general Antonio Guzmán Blanco, ordenó en 1872 erigir, en la Plaza Bolívar de Caracas, una estatua ecuestre digna de las glorias del Libertador.
- Ejemplares de los periódicos del 10 de octubre de ese año: “Gaceta Oficial “,” La Opinión Nacional”, “El Diario de Avisos”
- Una colección de periódicos de los Estados, y otra de los escritos de Antonio Leocadio Guzmán sobre Bolívar
Una vez sepultados todos estos documentos y recuerdos, se colocó sobre la bóveda la piedra fundamental.
La inauguración
La estatua ecuestre del Libertador fue inaugurada oficialmente el sábado 7 de noviembre de 1874. La ceremonia fue multitudinaria, con salvas de artillería, fuegos artificiales e iluminación especial de la Plaza. El imponente acto fue presidido por el general Antonio Guzmán Blanco, con el uniforme de gala, acompañado de su familia y del gabinete en pleno, con la asistencia de los representantes de los países bolivarianos y de otras naciones amigas.
Guzmán Blanco, quien también tuvo el acierto de poner a la moneda venezolana el nombre de “Bolívar”, en el emotivo instante en el que se descorría el velo para descubrir la estatua, dijo estas históricas palabras: “En nombre de la gratitud de Venezuela y de la gloria de la América, queda inaugurada la estatua de Simón Bolívar, Libertador de Colombia, Perú y fundador de Bolivia, Héroe de América del Sur y Hombre más grande que ha producido la humanidad desde Jesucristo. Que todos los venezolanos, de generación en generación seamos dignos de tan grande e ilustre Padre”.
FUENTES CONSULTADAS
- Castellón, Hello. El tesoro de la Plaza Bolívar. Elite. Caracas, 1° de diciembre de 1972; Págs. 20-22
- Misle, Carlos Eduardo. Plaza Mayor-Plaza Bolívar. Corazón, pulso y huella de Caracas. Caracas: Secretaría General, 1967; 118 p
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