Relato fiel de una aventura que comenzó en el “Kilómetro 133” (estado Guárico) y terminó en “Villa Augusta” (Caracas). El general José María Castro León títere del perejimenizmo. Rafael Leonidas Trujillo “el gran acusado”. Un hermano de Carlos Savelli Maldonado, Emiliano, fue un conocido piloto de Viasa que falleció trágicamente en el accidente aéreo de Grano de Oro, en Maracaibo, en 1969.
Carlos Maldonado Savelli conspiró contra el gobierno del Rómulo Betancourt. Estuvo al frente de diversos actos de terrorismo a comienzos de la década de 1960.
Agazapado en el fondo de un closet que iba a resultar su último refugio, el impetuoso Carlos Savelli Maldonado (1929-2021), tuvo escasos minutos para reflexionar. Allí, acosado por sus pensamientos, debió revivir los momentos culminantes de su cruel aventura, mientras en sus oídos retumba el eco de los últimos disparos. Con cada ruido acechado, con cada pisada, debió escuchar el latido isócrono de su corazón apresurado. Y en espera de la mano férrea del policía que se le echaría dentro de poco encima para arrancarlo del fondo de su improvisado escondite, vería desfilar por su mente afiebrada las imágenes de escarnio y espanto que se propusiera con la realización de su tenebroso plan. Dos ojos, cuatro, mil, diez mil pares de ojos les estarían entonces mirando fijamente. Brazos, cabezas rotas, despojos sangrantes de inocentes víctimas de su furia implacable, se revelarían en las sombras de la oquedad donde creyó encontrar ilusorio refugio.
La pequeña historia suya tuvo como todas, un comienzo.
Hijo de una familia caraqueña, ex-alumno de una Academia Militar, creyó encontrar cauce al fuego que le anima en el estudio de una disciplina universitaria; terrateniente, reaccionario, ambicioso, su espíritu conformado por una ideología de tipo corte anárquico y fascistoide, entró en rebelión con el ascenso al poder de las fuerzas democráticas y vino a hacer crisis con el anuncio de una reforma agraria profunda, capaz de desquiciar a su clase rezagada y feudal, de su fundamento económico. Escribió uno, dos, tres y hasta diez artículos contra el propósito que comenzara a alentar en los grupos progresistas del país. Y decidió pasar a la acción desde el parapeto de la Cámara Agrícola donde encontró tribuna, recursos y respaldo para poner en marcha sus intentos de sabotaje. Utilizó el arma de la demagogia y sembró la discordia en algunos sectores campesinos.
Se alza el telón: Jaramillo hace resistencia armada
En el Kilómetro 133, donde se cruzan los caminos del estado Guárico y Anzoátegui, se levantó el telón que iba a revelar a las autoridades la magnitud del peligro que se había cuidadosamente incubado. Rafael Jaramillo, mayordomo de hacienda, al frente de una turba ebria de alcohol, hizo frente a una comisión de la Digepol. Incendió el vehículo en que se transportaba y puso en fuga a los agentes, internándose de inmediato él mismo en la intrincada y vecina selva de Tamanaco.
Con las noticias de la descabellada acción de Jaramillo vinieron a la prensa los primeros informes sobre éste. Varias cartas suyas provenientes de los archivos oficiales pusieron de relieve que se trataba de un simple soplón de la dictadura perezjimenista. El prófugo, con la complicidad de sus amigotes, pudo evadir la acción combinada de la Guardia Nacional y de la policía que activó su búsqueda desde el mes de septiembre del año pasado.
Quinta “Villa Augusta”, en Los Palos Grandes, donde fue capturado, tras intenso tiroteo, Carlos Savelli Maldonado en compañía de Rafael María Zambrano, Raúl Zambrano Muratti, Fernando Luis Muro, Pedro Mendoza Gámez y José Coello, entre otros terroristas.
Terrorismo en Caracas
Octubre trajo a Caracas una novedad en los métodos golpistas: el terrorismo. En diversos sitios de la ciudad estallaron numerosos petardos y la alarma cundió prontamente.
La activa acción policial, animada por el apoyo popular, iba a dar prontamente con los autores intelectuales de la conspiración que se fraguaba. Fue entonces cuando cayó por primera vez Carlos Savelli Maldonado, quien, al sobornar a un agente encargado de custodiarlo en el retén de la “Casa Gris”, llenó de titulares y por primera vez las planas rojas de los periódicos. A su fuga siguió un espectacular asalto y robo de los archivos de la Cámara Agrícola, trinchera de lucha de Savelli.
Con exilio dorado para algunos cuantos instigadores intelectuales, la autoridad creyó resuelto el dilema. Pero he aquí que, una nueva y audaz acción del golpismo iba nuevamente a despertar a la policía de un presunto nirvana: en noviembre el general (r) Néstor Prato, exgobernador del Zulia y enjuiciado entonces por la Asamblea Legislativa de aquella entidad, escapó de la Cárcel Pública de Maracaibo en connivencia con agentes exteriores. Volvió a reinar el desconcierto y las fuerzas populares comenzaron por señalar ineficacia en las autoridades policiales.
Castro León se mueve como un péndulo
Fue para entonces cuando el general (r) Jesús María Castro León se decidió a dar un nuevo rugido escribiendo su insolente carta al presidente de la República, que concluía invitando a sus compañeros de armas a seguirle en sus planes aventureros. Un consejo de guerra le expulsó del Ejército, pero Castro León ya había decidido jugarse su carta.
Dos aviadores cubanos mercenarios sobrevolaron Curazao y arrojaron panfletos con la carta de Castro León. La trama estaba inspirada y convenientemente pagada por el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo. Holanda, en evidente gesto hostil, no retuvo a los aviadores y uno de estos viajó a Santo Domingo. El otro se fue a Miami.
Desde entonces el eje Miami–Santo Domingo–Nueva York se puso al descubierto. Castro León, tras entrevistarse en Europa con Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, viajó a los Estados Unidos con el fin de radicarse allí. En Miami se entrevistó por dos ocasiones con Pérez Jiménez y en Nueva York se estableció la cabeza intelectual de la gran conspiración, un fondo común, cercano al millón de dólares estaba puesto a la disposición de ella.
A comienzos de diciembre otra espectacular noticia iba a conmover a los venezolanos: un grupo de siete militares venezolanos exilados, a cuya cabeza se hallaba el exministro de guerra del dictador, Oscar Mazzei Carta, fue atrapado infraganti por la policía mexicana, momentos en que se disponía a tomar un barco rumbo a Venezuela.
El coronel y conspirador Rafael María Zambrano, propietario de la quinta “Villa Augusta”, comenzó su carrera militar en tiempos de Juan Vicente Gómez.
El drama de la “Villa Augusta”
Concluían los festejos tradicionales para recibir el nuevo año, cuando hizo su reaparición el fantasma del terrorismo. Petardos de relativo poder explosivo estallaron nuevamente en todo el ámbito de la ciudad. Todos ellos parecían colados con un propósito definido: crear alarma a fin de provocar el natural ablandamiento de la población civil. Las fuerzas populares respondieron inmediatamente poniendose en pie de guerra: los partidos y la prensa pidieron enérgica acción al gobierno. Los organismos económicos y de la producción reiteraron su apoyo al gobierno y una noticia feliz vino a poner una nota de optimismo en el agitado panorama: Rafael Enrique Jaramillo finalmente había caído en poder de la policía.
Los diarios anunciaron que el prófugo había cantado como un canario y ello pareció desesperar a los terroristas que pasaron entonces a realizar acciones de mayor alcance y riesgo. Allí parece que estribó un gran error. Una bomba de especial poder explosivo reventó la tubería mayor que surte a la urbanización Las Mercedes. Otra estalló en una estación eléctrica de Bello Monte. Cargas explosivas estallaron sucesivamente en las casas de habitación del diputado Luis Miquilena y el senador Alberto Ravell.
Pero ya para entonces las pesquisas habían dado con la “Villa Augusta”, en Los Palos Grandes, suerte de fortaleza de dos pisos, de estilo antiguo y aparentemente dotada de instalaciones especiales para su defensa. Allí, tras un intenso tiroteo donde iba a caer abaleado el funcionario de la Digepol, Héctor Rivero, sería finalmente capturado Carlos Savelli Maldonado en compañía de Rafael María Zambrano, dueño de la residencia, su hijo Raúl Zambrano Muratti, Fernando Luis Muro, Pedro Mendoza Gámez y José Coello. Otros complicados habían sido apresados anteriormente: dos españoles, Manuel Malaguer y Domingo Vásquez, Pedro Aponte, César Augusto Lorenzo, Ramón Antonio Pérez Muñoz, Flor Pérez Muñoz, José del Carmen Crávez, Juan Pares, Nicomedes Febres Moretti, Jesús María Cardona, Carlos Bianchi Ferrero, Otto Pereda Pernía y Manuel Antonio Bogan. La Embajada de Nicaragua dio asilo a un prófugo: Luis Rivodó, mientras otro detenido José Eloy Durán conduciría a pistas seguras.
¿Cuántos han conspirado en la “Augusta”?
La “Villa Augusta” donde Savelli y sus compinches soñaron encontrar perfecto refugio, tiene una larga historia de conspiraciones. Rafael María Zambrano, su propietario, capataz de presos en las carreteras de Gómez y llamado por sus íntimos el “Coronel”, vio acrecentar con largueza sus bienes económicos al amparo de la dictadura perezjimenista. En su casa se reunieron para fraguar acechanzas contra el régimen entre los años 1945 y 1948, Julio César Vargas, Rafael Simón Urbina, Carlos Pulido Barreto y otros personajes. Allí retumbo con odio el nombre del coronel Carlos Delgado Chalbaud y no f alta quien afirme que en sus pasillos se realizó la conjura del asesinato contra éste.
La policía ocupó en “Villa Augusta” valiosa documentación. Cartas de Pérez Jiménez para Zambrano desde Miami, ofreciéndole consejos y señalándole la ruta a seguir para coronar con éxito la aventura golpista: “Al principio, no pongan partidarios míos en el nuevo Gobierno”, le escribía Tarugo.
Héctor Rivero, funcionario de la Dirección General de Policía (Digepol), muerto a balazos por los conspiradores en Villa Augusta.
Savelli llevaba un “Diario”
Pero otros documentos fueron a dar a manos de las autoridades: Un “diario” valiosísimo y minucioso de Carlos Savelli Maldonado iba a poner al descubierto todos los detalles de la conspiración. Su sola lectura debió llenar de estupor a los generalmente fríos técnicos de la policía.
Los planes comprendían atentados contra dirigentes del Gobierno; contra periódicos, muerte violenta a numerosos periodistas, contra estaciones de radio, instalaciones industriales y puntos vitales de la ciudad, como las vías principales de acceso a la capital, el Túnel de la Avenida Bolívar, los puentes de la autopista Caracas-La Guaira; bloqueo y masacre de estudiantes en la Universidad Central, actos de sabotaje y terror. Los dirigentes de los partidos y sindicatos, de la industria, comercio y actividades agrícolas que han respaldado al gobierno serían llevados al Velódromo de “La Vega”, donde serían rápidamente asesinados.
Con las flores, la dinamita
Simultáneo con la caída de Savelli Maldonado, la policía ocupó una fábrica de bombas en la última calle de la urbanización Bello Monte, paralela con la autopista del Este. Allí cayó el fabricante Asdrúbal Araujo, ex-sargento técnico, y se reveló entonces que Luis Nouel, dueño de la floristería “Bello Monte” – espía dominicano, introducido al país por Trujillo – se encargaba de distribuir los explosivos de dinamita en vehículos del establecimiento y convenientemente escondidos, bajo los ramos de flores.
La prensa señaló por su parte que un grupo de militares, entre ellos el Capitán de Navío Eduardo Morales. Luego, había sido detenido y enviado en un barco de guerra rumbo a “La Orchila”, donde actualmente funciona una instalación de las fuerzas navales.
¿Ha caído el telón?
En su discurso del día 21 en la noche, el presidente de la República reveló que las autoridades habían debelado el golpe y que sus autores serían enjuiciados a fin de que los tribunales impusieran el castigo que corresponde a sus graves delitos. Al mismo tiempo indicaba que el grupo de militares era pequeño y de escasa relevancia en cuanto atañe a posiciones de mando.
Así parece haber caído el telón sobre “la conspiración de Savelli”.
Pero, ¿realmente “la comedia es finita”?
Numerosos cabos, al parecer, quedan aun danzando. ¿Volverá, pues, a levantarse el telón para un nuevo acto? Los días futuros habrán de decir ciertamente si hemos de contemplar un epílogo.
FUENTES CONSULTADAS
Venezuela Gráfica. Caracas, 29 de enero de 1960.
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