Los antiguos patrones de Caracas

17 Ene 2023 | Crónicas de la Ciudad

Antes de su fundación, Caracas tenía sus santos patronos protectores, a los que la población ha recurrido en busca de ayuda en momentos de zozobras. En esta crónica, Arístides Rojas nos relata la extensa historia de los Santos de la ciudad.

Nuestra Señora de Caracas, obra atribuida a Juan Pedro López (1766), en ella se pueden apreciar, a la derecha de María, Santiago y Santa Ana; y a su izquierda, Santa Rosalía y Santa Rosa de Lima.

Nuestra Señora de Caracas, obra atribuida a Juan Pedro López (1766), en ella se pueden apreciar, a la derecha de María, Santiago y Santa Ana; y a su izquierda, Santa Rosalía y Santa Rosa de Lima.

     “Caracas, así como las demás ciudades de la América española, tuvo también sus patronos y santos tutelares, y sus vírgenes milagrosas. Antes de ser fundada y desde que se pensó en conquistar la belicosa nación indígena de los Caracas, ya en la mente del conquistador Losada bullía, la idea de ofrecer una ermita a San Sebastián, si le libraba de las flechas envenenadas en la empresa que iba a cometer. Y así sucedió en efecto, pues en 1567 se fundó a Santiago de León de Caracas y se colocó la primera piedra de San Sebastián en el lugar que ocupa hoy la Santa Capilla.

     Pero al mismo tiempo que se levantaba esta ermita, se daba comienzo al templo que debía servir más tarde de Catedral, nombrado por patrón de la ciudad al Apóstol Santiago. ¿Y qué patrón más noble podía ambicionarse invocado siempre por el pueblo español, que le reconoció como mensajero de Dios en todos sus aprietos, conquistas y batallas? Desde las orillas del mar hasta las cimas nevadas, jamás santo alguno llego a alcanzar culto más grande ni proporcionó frutos más copiosos al hombre. La primera fiesta dedicada al patrón de Caracas fue celebrada el 25 de julio de 1568, poco antes de perder Losada la conquista adquirida.

     Los conquistadores continuaban con feliz éxito, y vencidas eran las tribus enemigas, cuando en 1574 visitó la langosta los primeros campos cultivados de la triste ciudad. Nueva ermita es entonces construida al Norte de la de San Sebastián, dedicada a San Mauricio, nombrado al efecto abogado de la langosta. Esta desaparece, pero el pajizo templo es a poco devorado por las llamas, logrando el patrón salvarse del incendio y encontrar refugio en la ermita de San Sebastián.

     Tras de Santiago, Sebastián y Mauricio, viene Pablo el Ermitaño, como abogado contra la peste de viruela que azota a Caracas en 1580. El Ayuntamiento de la ciudad dispone levantarle un templo, y antes de que este comenzara, se ordena que el nuevo patrón fuera festejado con fiesta anual en la Iglesia Mayor, con asistencia de los dos Cabildos. A pesar de esto las viruelas volvieron, y en el cementerio que se construyó contiguo a San Pablo fueron enterradas las numerosas víctimas. San Pablo ha dejado su puesta a Talía. Tras de San Pablo debía asomarse la primera Virgen de origen indiano: la Copacabana, de la cual hablaremos más adelante.

     No debía rematar el siglo décimo sexto sin que Caracas enriqueciera con un santo más la lista de sus patrones. Tristes y llorosos andaban los habitantes de la ciudad por los robos que en la costa hacían los piratas, cuando de repente las sementeras de trigo aparecen, en cierta mañana, cubiertas de gusanos que en pocas horas devoran las espiga y despojan a los árboles de sus hojas. Al verse arruinados aquellos pobres moradores, elevan sus oraciones a Dios, y le piden con lágrimas y promesas les salve de aquel ataque destructor. Reúnese el Ayuntamiento, y resuelve que, antes de abrirse la siguiente sesión, escuchen los pobladores una misa dedicada al Espíritu Santo, de quien esperaban les inspirase la manera de salir de tan comprometido trance. En efecto, el Ayuntamiento abre la sesión después de rezada la misa y dispone que se inscriban en tarjetas los nombres de cien santos, y que el favorecido por la suerte sea el patriarca y abogado de las sementeras de trigo. Sale el nombre de San Jorge, y el Ayuntamiento decreta al instante que la fiesta anual de este santo pertenezca exclusivamente a dicho Cuerpo, no pudiendo ingerirse en ella ni el Gobernador ni el prelado. Desde entonces San Jorge fue celebrado anualmente en la Capilla Metropolitana que lleva su nombre.

Pablo el Ermitaño, fue el protector contra la peste de viruela que azotó a Caracas en 1580.

Pablo el Ermitaño, fue el protector contra la peste de viruela que azotó a Caracas en 1580.

     Al comenzar el siglo decimoséptimo aparecen en Caracas dos santos varones de mérito relevante: San Francisco de Asís y San Jacinto; y en 1636, la Virgen de la Concepción. Eran tres templos más, con sus comunidades que venían a aumentar el cortejo religioso de la ciudad de Losada. Y no contenta todavía la población con tres templos, levanta otro en 1656, que dedica a la Virgen de Altagracia, y recibe una Santa americana, Rosa de Lima, que se pone a la cabeza del primer instituto de educación que tenía la ciudad: el Seminario Tridentino, en 1673.

     En una ocasión, por los anos de 1636 a 1637, los agricultores de cacao vieron desaparecer sus arboledas, devoradas por un parásito llamado entonces candelilla, el cual destruía la corteza de los árboles. Deseosos los caraqueños de tener una patrona que protegiera las hermosas siembras del rico fruto en la costa y valles cercanos a la capital, fijan sus miradas en la Virgen de las Mercedes, a la cual levantan un templo en 1638 y le ofrecen una fiesta anual. Rumbosa era esta y con constancia celebrábase todos los años a la Virgen protectora del cacao, al mismo tiempo nombrada abogada de Caracas, y más tarde en 1766 abogada de los terremotos.

Santiago de León de Caracas, la capital de Venezuela, fue fundada el 25 de julio de 1567, día de Santiago Apóstol, primer patrono de la ciudad.

Santiago de León de Caracas, la capital de Venezuela, fue fundada el 25 de julio de 1567, día de Santiago Apóstol, primer patrono de la ciudad.

     Al rematar aquel siglo, en 1696, Caracas es víctima de la fiebre amarilla, que llega a diezmar la población. En medio de la más triste orfandad, una inspiración se apodera de lo poco que había dejado la epidemia. Piensan en Rosalía de Palermo, a la cual llaman con súplicas y esperanzas. La santa acude a la llamada de los desgraciados, y estos le levantan un templo. Era una nueva patrona que venía a sentarse en 1a asamblea caraqueña, donde figuraban Santiago, Santa Ana, Mauricio, Pablo el Ermitaño, Jorge, Jacinto, Francisco, varias vírgenes y Rosa de Lima, que aceptaba la capital donde era venerada su compatriota, la Virgencita de Copacabana.

     Durante el siglo décimo octavo, una nueva Virgen, la del Carmelo, visita a Caracas en 1732 y se hace dedicar un convento. Casi en los mismos días, aparece en Caracas una Virgen más; la de la Pastora, que se hace construir un templo en los extremos de la capital, y en la misma época, al Norte de la Ciudad, se levanta el de la Santísima Trinidad rematado en 1783, después de cuarenta y dos años de trabajo. En 1759 llega San Lázaro a socorrer a los leprosos. Últimamente llegaron los neristas y capuchinos, en 1774 y 1783, para levantar dos templos más, a San Felipe y San Juan, y entrar en competencia religiosa con los franciscanos, dominicos, mercedarios, y la colonia isleña que había levantado a la Virgen de Candelaria un templo en 1708.

     Hasta la época del Obispo Diez Madroñero, 1757-1769, no se conocía en Caracas una patrona que llevase el nombre indígena de la capital. Ya veremos cuanto hizo el prelado al bautizar a esta con el nombre de Ciudad Mariana y ponerla bajo el patrocinio de Nuestra Señora Mariana de Caracas.

     Otra Virgen protectora debía surgir igualmente en esta época, la de las Mercedes que llegó a figurar como abogada de los terremotos. Y tanto fue el entusiasmo del Obispo por la creación de vírgenes protectoras de la ciudad, que llegó a pensar en Nuestra Señora de Venezuela, bautizando con este nombre la calle que esta entre la Metropolitana y la Obispalía, dando el nombre de Nuestra Señora Mariana de Caracas a la que corre de la Metropolitana a la Casa Amarilla.

     Pero el culto al cual se decidió el Obispo con todas sus fuerzas, fue el del rosario. No hubo durante su apostolado, semana en que no se rezara públicamente, ni casa de Caracas y de los vecinos campos, donde las familias no cumpliesen diariamente, a las tres de la tarde o a las siete de la noche, con aquel deseo y mandato del Obispo”.


FUENTE CONSULTADA

  • Rojas, Arístides. Crónicas de Caracas. Caracas: Ministerio de Educación Nacional, 1946. Colección Biblioteca Popular Nº 16.
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