José Rafael Machado, mejor conocido como Juan Vené, el popular periodista deportivo que lleva décadas cubriendo el beisbol de Grandes Ligas para diferentes diarios de América Latina desde Estados Unidos, y que en los últimos años ha generado mucha polémica por posiciones a la hora de votar en la elección anual del Salón de la Fama, cubrió información general en sus inicios en Venezuela, como reportero de diferentes publicaciones de la Cadena Capriles. La siguiente es una breve pero detallada crónica que escribió para la revista Élite, acerca de la cárcel caraqueña de El Obispo, después de un año de derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Por Juan Vené
La cárcel de El Obispo fue construida en el cerro del Guarataro, en la Caracas de 1926, durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez. La obra estuvo bajo las órdenes del ingeniero Gustavo Wallis.
“La cárcel de El Obispo, construida a partir de los primeros días de 1926, bajo las órdenes del ingeniero Gustavo Wallis y con sudor y sangre de presos víctimas de Gómez, ha esperado veintidós años que la furia de la piqueta caiga sobre sus gruesas paredes. Porque en 1936 Eleazar López Contreras dijo que, en seguida, después de derruir La Rotunda, caería el castillo del cerro que vigila Nuevo Mundo. No obstante, parece que ningún gobernante ha encontrado martillos mecánicos lo suficientemente apropiados para acabar con el edificio del penal.
El obispo, nombre que la cárcel robó a la colina, no fue utilizado por Gómez y fue hasta 1936 –después de diez años de construida– cuando López Contreras decidió abrirla para mantener en el interior de los minúsculos calabozos los presos en calidad de “preventivos” y alegaba que “la desaparición de La Rotunda” le hacía utilizar la cárcel del Obispo porque no había otro retén apropiado.
–Ordenaré su demolición cuanto antes.
Así lo prometió el presidente en 1936. Pero El Obispo continuó guardando presos. Por allí han pasado los hombres más conocidos e importantes de la política nacional: Rómulo Betancourt, Gustavo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, Capitán Bonet, Rodolfo José Cárdenas, Martín Rangel y tantos otros.
Pero fue desde 1949 cuando la sección “A” del penal del Guarataro comenzó a almacenar presos políticos que vivirían por muchos años allí. Martín Rangel, el estudiante de medicina de Tucupita, permaneció allí cuarenta meses en el calabozo denominado “la nevera”, por el frío intenso que allí debían padecer sus ocupantes; Rodolfo Cárdenas vivió dos años y meses en el primer calabozo que se encuentra al entrar, a mano derecha, y que es el más chico; militares como el capitán Bonet; líderes obreros como Cruz Carneiro; líderes estudiantiles como Otaiza, Loyo, Colombani y muchos más; periodistas como Miguel Ángel Capriles, Manuel Trujillo y Andrés Miranda; inocentes como ese moreno popular, quien se hace llamar “el mejor maraquero de Venezuela” y a quien apodan “El Gardel Venezolano”, un total superior a los 10 mil presos políticos, pasó por el estrecho rincón de los treinta y tres cartuchos.
Los calabozos de El Obispo miden metro y medio por dos y en cada uno durmieron hasta cuatro hombres, porque en la letra “A” casi siempre hubo más de ciento veinte presos. En la planta baja hay diecisiete calabozos y en la superior, dieciséis, todos con frente a un triángulo, lo que hace decir a los recluidos allí:
–Ni siquiera tenemos el consuelo de estar entre cuatro paredes. . .
Aquí solamente hay tres. . .”
Los presos de la letra “A” en El Obispo, nunca descuidaron la vida política del país. Seguridad Nacional pretendía asegurarse de la inactividad del centenar y medio de hombres allí mantenidos, prohibiendo toda clase de comunicación con el mundo exterior. Martín Rangel, en cuatro años, pudo lograr una sola visita de su mamá.
En la cárcel de El Obispo estuvieron presos los hombres más conocidos e importantes de la política nacional: Rómulo Betancourt, Gustavo Machado, Juan Bautista Fuenmayor, Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios y Raúl Leoni, entre muchos otros.
No obstante, esta gente siempre luchó contra las injusticias del régimen de Pérez Jiménez. Los cálculos de los ex reclusos políticos de ese penal señalan que solamente un diez por ciento de los hombres que llevaban allí por primera vez eran realmente trabajadores de la clandestinidad, pero al reunirse con los políticos se convertían por lo menos en enemigos del Gobierno.
Así fue aumentando la oposición y cada preso que lograba salir de El Obispo era una cifra valiosa para el movimiento. Pedro Estrada fabricó su propio centro de reuniones para adiestramiento en el trabajo de oposición.
A fines de mayo adiós a el obispo
La gobernación del Distrito Federal, por medio de uno de sus voceros, anunció que, a partir de mayo de 1958, comenzará la demolición de la cárcel de El Obispo. Cuando el martillo mecánico caiga sobre los muros y las garitas, habrá desaparecido una de las cárceles que junto con la Rotunda y los edificios de Seguridad Nacional en El Paraíso y la Avenida México, han constituido los centros de injusticias y peligros más grandes de Venezuela”.
No obstante, pasaría un año para que, efectivamente, la temible cárcel de El Obispo fuera derribada. En enero de 1959, el dirigente político Rafael Caldera, acompañado del entonces presidente de la Junta de Gobierno, Edgar Sanabria, y otros dirigentes, dio el primer picotazo.
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