Su nombre real es «Iglesia de la Inmaculada Concepción», pero por el hecho de haber estado ahí los Sacerdotes Franciscanos, se le ha llamado desde hace varios siglos “Iglesia de San Francisco”, dando nombre incluso a la esquina en donde se encuentra ubicada, en la avenida Universidad, en el casco central de Caracas. En 1956, esta edificación fue declarada Monumento Nacional.
Por José Manuel Castillo
“Por documento existente en la antigua Contaduría Matriz de Caracas, se sabe que los frailes franciscanos llegaron a esta ciudad en julio de 1577, con orden expresa del rey Felipe II, de fundar un Convento cuya construcción costearía el real Erario.
También existe una referencia próxima de la fundación del Templo de la inmaculada y convento de San Francisco, hecha por el 1583, en la que el entonces gobernador, Don Juan de Pimentel, decía: “En esta Ciudad de Santiago de León, hay un Monasterio de San Francisco de tapias (no durables), comenzóle a fundar Fray Alonso Vidal, que vino de Santo Domingo con otros frailes, tres años al dicho efecto, en cuya fundación hallóle Fray Francisco de Arta, Comisario que por orden de Su Majestad vino con siete religiosos, y él ocho, los cuales están de presente en este Monasterio y en las doctrinas de los naturales”.
El de San Francisco fue el segundo convento fundado en Caracas; y al templo construido junto a él, se le dio por nombre, la Inmaculada Concepción.
De manera pues, que la auténtica denominación del hoy llamado templo de San Francisco es el de la “Inmaculada Concepción”, por ser esta, el Titular con que fue erigida dicha iglesia, prueba palpable de ello es, que la imagen matriz del Retablo Mayor, es de la Inmaculada; y de las tres estatuas que exornan la fachada, es la misma virgen, la que ocupa la repisa central.
Fue una de esas transformaciones impensadas, tan propias de la índole venezolana, que se dio en llamar templo de San Francisco a dicha iglesia, por haberla fundado y servirla, los frailes franciscanos, hecho este, que bastaba por sí solo para darle ese apelativo. Mas como la costumbre se hace ley, usaremos la conocida y ya insustituible denominación, para la que fuera en su erección iglesia de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Para 1595, era conocido el templo y el convento de San Francisco, que llevaba el título de Máximo, pues llegó a albergar en su recinto, hasta ochenta religiosos. De este, como de los varios conventos que fundaron los Franciscanos en la Provincia de Venezuela, salían los frailes llamados “doctrineros”, encargados de catequizar a los indios.
Buena parte de los gastos de la fábrica del templo y convento los sufragó la Orden Tercera de San Francisco, Hermandad fundada allí en 1648. Esa Hermandad hizo construir en el testero del templo, una recia bóveda subterránea con nichos en la pared, para enterrar allí a los difuntos miembros de dicha Orden.
El 14 de octubre de 1813, en la Iglesia de San Francisco, la Municipalidad de Caracas, a nombre del pueblo, confirió a Simón Bolívar el título de “Libertador” y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela.
Del antiguo convento franciscano, se conserva hoy, entre otros, un libro manuscrito existente en la Biblioteca Nacional, que lleva el siguiente encabezamiento “Becerro o Protocolo de las Memorias que sirve este Convento Grande de la Sma. Concepción de Nuestra Señora de esta Ciudad de Caracas, mandado hacer el año de 1773; hojado, formado y escrito, por Fray Manuel de Jesús Nazareno, religioso lego. . .”
El protocolo, Becerro o Libro de Memorias, era uno de los varios Libros que se llevaban en los Conventos y en el que asentaban las dádivas y contribuciones de sus fieles para dotar las Capillas de las Iglesias; patrocinar el culto de una nueva advocación y en general para los menesteres del templo. Dichas memorias contienen también las disposiciones testamentarias de los fieles pudientes que dotaban alguna obra piadosa, o fundaban misas perpetuas o conmemoraciones religiosas anuales.
Las tres estatuas de mármol que exornan aun la fachada de San Francisco, datan de 1655 y fueron donadas al templo por el castellano Don Juan de Agudelo.
Dichos mármoles corresponden a la Inmaculada, Titular de la iglesia; a San Juan Bautista, santo del nombre del donante; y a San Francisco, patrón de la referida fundación. Diversos hechos históricos han ocurrido en el templo y convento de San Francisco, conservándose de ellos, preciadas reliquias o gloriosos recuerdos. . .
En las bóvedas del templo, reposan entre los otros notables de la época, los restos del penúltimo Gobernador y Capitán General de la Madre Patria en Venezuela, Don Manuel de Guevara y Vasconcellos, allí depositados en 1806.
Se conservan también un pedazo de madera, de la Cruz que el Maestro Nazareno llevó sobre sus hombros; y la secular y venerada imagen de la Soledad, cuyos perfiles delicados, despiertan la mística unción de los creyentes, propiciando la educción ingenua de las férvidas plegarias.
La comunidad franciscana que además del convento, hacía el servicio del templo, se disolvió en 1893, fecha en que un drástico decreto ejecutivo, hizo cerrar las puertas del Convento. Erigióse entonces el templo en Iglesia Secular, quedando al cuidado de un fraile llamado Carlos de Arrambide, quien estuvo en ella hasta 1882, fecha de su muerte. Entonces, pasó a manos del recordado Padre Calixto, quien con ayuda del gobierno hizo la refacción del local, cambiando el primitivo piso de ladrillos por un embaldosado de mármol. Se abrieron dos puertas laterales en el hastial, ya que n o tenía sino una desde su fundación.
El retablo del Altar Mayor es del siglo XVIII, considerado una obra del arte barroco, y uno de los más hermosos del país, por su diseño y su forma.
Después de salidos los frailes del Convento Franciscano, fue instalado en su amplio recinto el célebre Colegio Independencia, fundado por don Feliciano Montenegro Colón, insigne educador venezolano, quien al igual que José Ignacio Paz Castillo, Juan José Mendoza, Agustín Aveledo, Juan Vicente González y muchos otros, contribuyeron eficazmente al desarrollo cultural de Venezuela.
Más adelante tuvo asiento allí mismo, el Palacio de Justicia, que fue luego trasladado al edificio que hoy ocupa.
También, durante algún tiempo, el Congreso Nacional, celebró sus sesiones en el local del antiguo Convento Franciscano, hasta que en 1856 separado el Seminario Tridentino de la Real y Pontificia Universidad, creada por real cédula en 1775, pasó ésta a funcionar en los claustros de San Francisco.
A medida que se normalizó la vida ciudadana, el incremento cultural fue mayor en Venezuela, creándose nuevas cátedras en la Universidad y fundándose Planteles Privados y Nacionales, para atender a los requerimientos educacionales del país. Si no existieran múltiples motivos, solo por el hecho de habérsele otorgado el glorioso título de Libertador a Simón Bolívar, merecería la iglesia de San Francisco, ser tenida como preciosa reliquia histórica.
En aquel ámbito, donde hasta entonces solo se habían escuchado los acordes de los cánticos piadosos o el rumor de las fervientes oraciones, resonó con claridad desconocida la diana augusta de la Libertad, para anunciar al mundo, la coronación del Hijo Predilecto de la Gloria, Bolívar.
Ese 14 de octubre de 1813, la Municipalidad caraqueña, presidida por el doctor Cristóbal Mendoza, y en representación del pueblo venezolano, aclamaba a Bolívar, Libertador.
En aquella ocasión tan singular dijo Bolívar entre otras cosas: . . . “Me aclamáis Capitán General de todos los Ejércitos y Libertador de Venezuela, título más glorioso y satisfactorio para mí, que el cetro de todos los imperios de la tierra. . .” Y luego, en un bello gesto de generosidad y justicia, Bolívar instituyó la “ORDEN DE LOS LIBERTADORES” y condecoró los pechos valientes de Rafael Urdaneta, José Félix Rivas, Vicente Campo Elías, Luciano D’Elhuyar y otros soldados patriotas. . . Así retribuía el Pueblo, los servicios abnegados de sus hijos heroicos y de su Libertador.
Al año siguiente, el 2 de enero, ese mismo Bolívar a quien el pueblo había aclamado por Libertador, iba de nuevo al recinto Franciscano a hacer la más genuina instauración de principios democráticos, pues siendo Jefe Supremo, daba cuenta del uso de poderes y del grande título con que la Soberanía Popular lo había investido.
En esta nueva y memorable ocasión, el corazón del Padre se volcó en pleno en el corazón de su Pueblo, para instarle a escoger sus propios gobernantes; a elegir y disponer soberanamente su propio camino. . . Por eso, las palabras pronunciadas entonces por Bolívar, son un saludable consejo paterno que enrumba y despeja caminos y una sabia admonición para pueblo y gobernantes. . . “Yo no soy, decía, el Soberano; vuestros representantes deben hacer vuestras Leyes. . . La Hacienda Nacional no es de quien os gobierna. . . Los depositarios de vuestros intereses deben mostraros el uso que han hecho de ellos. . .” Lección de perenne actualidad histórica y social, encierran estas palabras del Libertador.
Después de los Informes y Cuentas rendidos por conducto de sus ministros, Bolívar rehusó aceptar el oneroso título de Dictador, pues al asumir el mando en calidad de tal, debería cuidar con más esmero de no menguar su primero y glorioso título. Por ello, esa era la más dura prueba de lealtad que exigía el Pueblo a su Libertador, quien, guiado siempre por el más sincero desinterés y el más alto ideal de libertad, supo ser buen Dictador, sin desmedro de su gloria. Fue así, como a través de las más críticas situaciones, nunca abusó en perjuicio ajeno de la patria, del poder omnímodo que se le había otorgado.
Muerto el Padre Calixto, que fue el último Capellán de San Francisco, pasó el usufructo de dicho templo a manos de los Padre Jesuitas.
De medio siglo para acá, pocos han sido los hechos dignos de mención histórica, que han ocurrido en San Francisco, contándose con digno relieve la pomposa conmemoración del centenario de la traída de los restos del libertador, efectuada en 1942, bajo la presidencia del general Isaías Medina Angarita.
Acerca del interés histórico de las lápidas y objetos que se encuentran en las bóvedas de San Francisco; poco es en verdad lo que podemos decir, por no encontrarse en dicho templo, el catálogo de los personajes allí enterrados, que hizo el padre Calixto González; y los Libros de Gobierno de dicha iglesia y del extinguido Convento Franciscano que probablemente reposan en el archivo de la Metropolitana o de la Curia, según nos dio a entender el reverendo padre Pedro Pablo Barnola hace dos años, cuando fuimos en busca de datos para la presente crónica”.
FUENTES CONSULTADAS
- Castillo, José, Manuel. “San Francisco”. En: El Nacional. Caracas, 10 de septiembre de 1949; última página
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