El escritor, historiador y periodista Arístides Rojas, publicó en la revista El Cojo Ilustrado, de abril de 1910, un denso trabajo sobre los orígenes del escudo de armas de Caracas, acompañado de imágenes que muestran la evolución histórica de uno de los más representativos símbolos de la ciudad.
Evolución histórica del escudo de armas de Caracas
“En la procesión cívica que tuvo efecto en la mañana del 24 de julio de 1883, día del centésimo aniversario del natalicio de Bolívar, a la cbeza del gremio de sastres de la ciudad figuraba un guión de seda blanco con borlas de oro, que condujo el señor Pablo Velásquez. En este guión esta bellamente pintado al óleo, el antiguo sello o escudo de armas de Caracas; y el gremio de sastres, al ofrendar a Bolívar con tal obra, quiso sin duda, recordar con esto que aquel escudo había sido concedido por el monarca castellano Felipe II a Simón de Bolívar, el fundador en Venezuela de esta ilustre familia.
Ningina ofrenda más meritoria, desde el punto de vista histórico, que aquella que recuerda el primer Bolívar que tanto contribuyó con sus talentos al desarrollo material y moral de la sociedad venezolana. Sábese que Bolívar, después de acompañar al gobernador Osorio en 1587, a la fundación del actual puerto de La Guaira, fue enviado a la colonia venezolana con el carácter de procurador cerca del monarca español, pudendo recabar de éste varias reales cédulas que fueron de mucho provecho al comercio y engrandecimiento de Caracas.
Entre los granes beneficios conseguidos por Bolívar, uno de los principales fue el de que a La Guaira llegaran de España dos navíos anuales de menor porte, con flota o sin ella, para aprovechamiento de los vecinos; y además, un navío de registro ajuial, por cuenta particular de los habitantes de la capital. Así, la costa de Caracas, al crear su puerto, comenzaba directamente su comercio con los de la madre patria, prescindía del de Borburata.
Muchas fueron las reales cédulas traídas a Caracas por el procurador Bolívar, figurando como principales, además de las mencionadas, las siguientes: por la de 4 de setiembre de 1591, Felipe II concede a Caracas un sello de armas; por la de 22 de junio de 1592, la creación de un seminario; y por la del 14 de setiembre del mismo año, un preceptorado de gramática castellana. Estas primeras concesiones del monarca de España, en pro de Caracas, pueblo pobre y reducido que apenas contaba veinte años de haber sido fundado, y sobre todo, las que se conexionaban con el adelanto intelectual de los pobladores, como la creación de un seminario y en defecto de éste, un preceptorado de gramática castellana, están de acuerdo con las concesiones que, desde un princpio, hiciera la corte de España a las diversas capitales de América.
Dignos son de recordarse los sellos de armas concedidos por los monarcas de España a las principales ciudades fundadas por los conquistadores castellanos antes de surgir Caracas.
La España tuvo desde 1507 un escudo de color encarnado atravesado por una banda blanca, dos cabezas de dragones de oro en campo rojo, como lo tenía en sui guión real, y por orla castillos y leones.
La ciudad de Santo Domingo tuvo por armas un escudo partido horizontalmente: en la parte superior una llave y en la inferior la cruz de Santo Domingo. El escudo está sostenido por dos leones rampantes y arriba brilla una corona imperial. Casi todas las ciudades de la Española tuvieron sellos de armas.
Santa María de Darién, esta primera ciudad del continente en 1509, de tan corta duración, tuvo por sello de armas un castillo de oro en campo rojo, y encima un sol del mismo metal. A los lados figuraban un león rampante y un cocodrilo. Por divisa se leía Nuestra Señora de la Antigua.
El de Panamá, en 1521, consiste en un escudo partIdo en pal y en campo de oro; en la mitad de la derecha figuran un yugo y un manojo de flechas pardillo con los casquillos azules y las plumas plateadas, que era la divisa de los reyes católicos; y en la otra mitad de la izquierda dos carabelas, una encima de otra, como señal de que por allí se había de hacer el descubrimiento de la especería, y encima de ellas una estrella que denotaba el polo ártico, y en la orla del escudo castillos y leones.
En el de Méjico, concedido en 1523, figura un castillo de tres torres, y sobre un nopal hermosa águila que lleva una cuebra en el pico. Al pie de aquél corren las aguas, y a los lados, fuera del escudo, dos leones, y una corona imperial por remate. Este sello simboliza la antigua ciudad de las aguas, fundada en el sitio donde apareció sobre un nopal un águila de piedra, de que habla la tradición azteca.
El ayuntamiento de Méjico tuvo por sello de armas desde 1523, un escudo azul de color de agua, en señal de la laguna, un castillo dorado en medio y tres puentes de piedra que se dirigen a éste. Los de los lados sin llegar, y en cada uno un león con los pies en el puente y las garras en el castillo. Dentro de la sla se ven diez pencas verdes de nopal, y por remate de todo una corona. En 1533 fue concedido a Cartagena el escudo que tiene: una cruz verde en campo de oro y a los lados dos leónes rampantes.
Escudo actual de la ciudad de Caracas
En el de Lima, concedido en 1537, figuran tres coronas de oro en campo azul y encima una estrella con orla del mismo metal, acompañada de este lema: Hoc signum vere regum est, y por tenantes dos águilas coronadas, que tienen sobre las cabezas una J y una K, iniciales de Juana y Carlos. Llamóse a Lima ciudad de los reyes por el día en que fue fundada, y de aquí las coronas de oro.
El sello de armas de Quito, concedido en 1541, consiste en un castillo sobre dos montes, una cruz encima y dos águilas que extienden sobre ésta dos de sus garras.
El sello de armas concedido por Felipe II a la ciudad de Caracas consiste en un león pardo rampante, en campo de plata, que tiene entre sus brazos una venera de oro con la cruz de Santiago, y por timbre una corona con cinco puntas de oro: todo exornado con trofeos de guerra [1]. Desde esta época Caracas llamóse muy noble y muy leal ciudad, y tuvo el tratamiento de Señoría, y goce de los privilegios y preeminencias de grande, como cabeza y metrópoli de la provincia de Venezuela, según lo confrman todas la ordenanzas municipales de la época colonial [2]. El origen de la venera en el escudo de armas de los pueblos que llevaron el nombre de Santiago, no es sino un recuerdo de la batalla de Clavijo en 808, donde por la primera vez, según la tradición, se presentó el apóstol a los Españoles, en medio de la batalla.
Al visitar el campo después de la victoria, vióse que por todas partes estaba lleno de veneras fósiles: de aquí esta concha en la Orden de Santiago, instituída desde aquellos tiempos.
[1] Más tarde, por real cédula de Carlos III, de 13 de marzo de 1766, este monarca concede al escudo de armas de Caracas, llevar una orla con la siguiente inscripción: Ave María Santisima, sin pecado concebida en el primer instante de su ser natural.
[2] Antiguamente se marcaba con el sello de armas de Caracas, cuanto se ponía en venta; operación que era vigilada por el empleado del Cabildo conocido con el nombre de Fiel ejecutor.
La venera y el león rampante fueron igualmente concedidos a otras ciudades de América. La ciudad de Santiago de los Caballeros, en la Española, tuvo por sello de armas un escudo colorado con veneras blancas; sobre el escudo había una orla blanca y en ésta siete veneras coloradas.
Santiago de Chile tuvo su escudo en campo blanco, y en medio, un león rampante con una espada en la mano, y por orla ocho veneras de oro. Así figuraba casi siempre la venera, en los pueblos que llevan el nombre del apóstol Santiago.
En el escudo de armas de la ciudad de Santiago de León de Caracas, que fue fundada el día de Santiago, 25 de julio de 1567, debía figurar también la cruz roja de la orden, lo que da al conjunto mucho realce. Este bello escudo de armas figuró en los pendones, estandartes, banderas, escudos, sellos, casas, reposterías y en los principales sitios y lugares de Caracas, así como en las impresiones oficiales y documentos municipales; más hoy solo existe, que sepamos, como un recuerdo que nos ha dejado el tiempo sobre la antigua fuente pública de la calle Oeste 2, entre las esquinas de Muñoz y Solis.
En las felicitaciones dirigidas al historiador de Venezuela don José Oviedo y Baños, cuando éste publicó la primera parte de su obra, en 1723, aparecen unos versos del Lcdo. Don Alonso Escobar, presbítero, canónigo de la Catedral de Caracas, en los cuales leemos los siguientes conceptos dirigidos al sello de armas de la capital:
Corona de León, de cuyos rizos
Altivas crenchas visten el copete.
Gallarda novedad, que tu nobleza
Generosa guardó para tus sienes
Ilustre concha que en purpúreas líneas
Del Múrice dibujas los relieves
En cruzados diseños, que te exaltan
Cuando en fuertes escudos te ennoblecen
Además de este sello de armas de la ciudad de Caracas, se conocía, en primer término, el de España, por lo general, esculpido en piedra, el cual figuraba en las principales oficinas, como la del Gobernador, la Audiencia, el Ayuntamiento, etc., etc. Al sello real seguían los sellos particulares de los titulados caballeros de Santiago y de Alcántara, etc., de los cuales se conserva uno que otro [1].
¿Cómo es posible, nos hemos preguntado muchas veces, que Caracas abandone el más bello recuerdo de sus primitivos días, el sello de armas que brilló en su cuna y la acompañó en los años de su adolescencia, en todos sus reveses y triunfos, cuando sus primogénitos tanto hicieron para fundarla y conservarla?
Este sello debía guardarse con veneración, no solo porque fue timbre de la primitiva ciudad, sino por haberlo conseguido el primer Bolívar, quien en unión de Osorio Villegas contribuyó al progreso y desarrollo de Caracas. En los dos extremos de nuestra cadena histórica, al lado del sello de Colombia, y después del de Venezuela, debe figurar el sello de la primitiva Caracas, porque son inseparables el Bolívar de la Independencia, del Bolívar de la Colonia; y el sello de armas es timbre de la familia caraqueña, porque sintetiza la historia de su desarrollo, de sus conquistas, de sus aspiraciones, durante un espacio de tres siglos. Cuando se visita cada una de las capitales de la Edad Media, se remonta el pensamiento a la noche de los tiempos, al ver cómo estas conservan con veneración su sello de armas. Son ellos como libros de piedra con figuras esculpidas que hacen desfilar por los campos de la memoria todas las generaciones que se han hundido en el sepulcro: el sello de armas de Caracas, concedido a esta capital por Felipe II, nos recordará siempre a los primeros moradores que plantaron el trigo en el valle del Guaire, a los primeros templos, a los primeros triunfos en el orden político, y al primer Bolívar que contribuyó con sus luces a la fundación de la colonia y al engrandecimiento de aquella república compuesta de hombres trabajadores y probos”.
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