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Boletín – Volumen 81
Sinopsis
Por: Dr. Jorge Bracho
Para este número 81, correspondiente al 15 de agosto de 1920, apareció en las primeras páginas, entre la 787 y la 789, “Aceptaciones bancarias” suscrita por el profesor Guillermo A. Sherwell. Algunas de las cuestiones tratadas por él se centraron en las aceptaciones bancarias. Según su apreciación, éstas, a diferencia de las aceptaciones comerciales, eran de gran utilidad para el comercio con países extranjeros. Por tanto, mientras mayores fuesen las importaciones y las exportaciones las aceptaciones bancarias cobraban mayor importancia. La aceptación bancaria la definió como una libranza o letra de cambio, cuyo aceptante era un banco, compañía, persona o razón social y que el negocio consistiera en conceder créditos en forma de aceptaciones.
Un texto tomado de la Memoria de Obras Públicas (1917) que llevó como título “Explotación de la Salina de Araya” y suscrito por Germán Jiménez, expuesto entre las páginas 789 y 798, mostró los dos procesos distintos que se desarrollaban en esta salina. Uno, tenía que ver con la extracción de la sal y su almacenamiento en empaques. Otro, el transporte desde la salina hasta el lugar donde estaban fondeados los barcos que trasladarían la mercancía.
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Al final de su exposición hizo varias recomendaciones, entre las que se puede anotar lo siguiente: liberar de impuestos la exportación de la sal, menos para el Departamento de Santander, en Colombia, sustituir el envasado del producto por otro diferente a los sacos, debería ser exportada a granel y a lugares donde produciría utilidades como Uruguay, Argentina y Cuba.
A estas informaciones se sumó “La depreciación de la peseta”. Entre las razones de esta situación se refirieron las siguientes: las grandes compras de trigo realizadas en el mismo territorio español como en Argentina y la inflación propia de la post guerra en toda Europa. Seguidamente, se adicionó “Remates de deuda interna” en referencia a Venezuela. En este breve escrito destacaron los editores la disminución de deudas gracias a las gestiones del gobierno de Juan Vicente Gómez, así como por los tenedores y compradores de deuda interna.
Un tema reiterado fue el asociado con “El Inalámbrico en Venezuela”. Asunto que proponían los editores fuese asumido por el Gobierno Nacional al que consideraban con competencia en él. A estas consideraciones se sumaron tres estudios realizados por distintos representantes de compañías constructoras con experiencias internacionales. Los datos suministrados para lo expuesto en el Boletín fueron facilitados por los mismos actores que buscaban participación en la instalación de la red inalámbrica, que abracaría toda la América Latina, los Estados Unidos y Europa. Se trató de exponer la calidad de los instrumentos, técnicas y tecnología para su instalación y la experiencia de cada una de las Compañías en este orden. Las Empresas ofertantes fueron: Compañía Eléctrica Internacional de Westinghouse, la Federal Telegraph situada en San Francisco y la Radio Corporation of América.
Más adelante fue editado un texto, traducido de una publicación neoyorkina, denominado “Terrenos petrolíferos de Venezuela y Colombia”. En el mismo se señaló, en párrafo introductorio, que para el año de 1919 llamó la atención del público en general el crecimiento que habían alcanzado los campos de “aceite” en Venezuela y Colombia, debido al alza de los valores de la General Company and Caribe Syndicate. La presencia de aceites petrolíferos ya venía siendo anunciado por geólogos, ingenieros y negociantes desde años atrás, según lo escrito en este aparte. En este sentido, se reseñó la producción de aceites pesados en Trinidad, el oriente y occidente de Venezuela y algunas zonas de Colombia.
Entre las páginas 805 y 807 se incorporó un artículo preparado desde un órgano periodístico editado en Bruselas. El título fue “La industria petrolífera en Venezuela”. Más adelante se incorporó “El petróleo en México”, corta nota en que se ratificaba la nacionalización constitucional de las minas de petróleo en el país centroamericano. Seguidamente, se presentó una corta nota, “Noticias de los Estados Unidos” en que se informaba acerca de las posibilidades de exportación de carbón desde los Estados Unidos, las cosechas de algodón en Alabama y el Misisipi, así como las potencialidades existentes de comercialización del oro.
La “Sección de Correspondencias”, bastante sobria en esta edición, reveló interés de negociantes de Berlín y de Managua. Mientras lo proporcionado por el aparte “Consulado americano” se relacionó con mercaderías venezolanas como café, cacao, cueros de res, pieles de chivo y venado, carboyas de hierro, cebadilla, cobre viejo, azúcar y, un nuevo agregado, caucho crudo. A esta relación se le sumó un cuadro, en bolívares, de las exportaciones hacia los Estados Unidos entre 1912 y 1920.
La Cámara de Comercio de Caracas había dirigido una comunicación a los Presidentes de los Estados para obtener información estadística sobre el número de ganado vacuno, el nombre de los hatos y de sus dueños y el valor de la tierra para la cría, lo fuese con riego o no. Los editores publicaron lo que hasta el momento habían recibido de información al respecto. De ahí, que publicaran lo recibido de San Fernando de Apure, Bolívar y Cojedes, con la promesa de seguir dando a conocer lo que recibieran.
Entre las páginas 812 y 813 apareció “Industrias y producciones de Bobare en el estado Lara”. Fue un fragmento reproducido de un “Diario de viajes de Alfredo Jahn”. Se destaca en él la pobreza y miseria de este poblado larense, aunque producían aguardiente de cocuy, había cría de chivos, cultivos de café y siembras de caña de azúcar. Luego se agregó una “Opinión sobre la baja del café” basada en una información proveniente de Havre, Francia, relacionada con el declive del café en los mercados internacionales. Entre algunos factores que provocaron esta situación se anotaron los siguientes: completa abstención de los consumidores, numerosas reventas a plazo, baja en el mercado americano, abundante cosecha en San Salvador, Santos y Sao Paulo.
Al final se agregó “Notas editoriales” en que se rememoró que el estudio de los centrales azucareros de Maracaibo, en el número 80 del Boletín, había sido preparado por un asiduo colaborador a partir de información proporcionada por José Manuel Benítez, agente del Banco de Venezuela. Asimismo, se informó que Fernando Arroyo Parejo, quien había sido jefe de oficina en el Banco de Venezuela, se separó de esta institución para dedicarse a administrar una importante casa de comercio. Al final se agregó un cuadro con información sobre el “Movimiento de Valores Públicos en la Bolsa de Caracas durante el mes de julio de 1920.
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