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Revista de la Cámara de Caracas N° 30
Caracas no se detiene, sigue inquieta, activa, convulsionada, golpeada y olvidada.
Cuando se pensaba en que cumpliría un nuevo aniversario, las expectativas eran grandes y había una planificación interesante en torno a un gran evento por el nuevo cumpleaños, pero hoy la celebración de sus 450 años pasó y no dejó rastros ni recuerdos, solo un mal sabor para quienes aquí vivimos, lleno de tristes momentos, dolores recuerdos y un profundo luto nacional.
Caracas ha sido escenario de muchos meses de lucha, rebelión y conflictos, pero parte de la capital sigue un curso quizá hasta extraño, donde las emociones no afligen ni los suceso de calle salpican, sin embargo la realidad sigue allí.
Hoy sucia, llena de rastros de barricadas, descuidada, oscura y muy destruida, la capital venezolana clama por cariño, respeto y un mejor trato que la revalorice y le devuelva lo que le han quitado para que sea nuevamente disfrutada por sus habitantes y logre reconfortar la calidad de vida de quienes viven en ella.
Hay iniciativas que deben continuar, hay que seguir trabajando por ella sin parar, porque las esperanzas persisten y hay un futuro para los que siguen aquí pero que no están del lado de la indiferencia.
Independiente de un nuevo aniversario, quererla es algo natural, por eso duele verla abandonada. Cómo no admirar su majestuoso cerro Ávila, sus verdes, sus parques, sus calles coloniales que contrastan con lo moderno, sus espacios culturales, recreativos, comerciales… hay una mezcla interesante que mueve las fibras de quienes tienen la experiencia de vivirla.
Respetarla y cuidarla son los valores perdidos que deben sembrarse nuevamente en las generaciones actuales. Defenderla y protegerla, es lo que están haciendo sus habitantes, donde la lucha de calle es parte de ese blindaje por custodiar la propiedad, todo lo personal y de velar lo que por derecho nos pertenece.
Caracas libre, esa es la que buscamos, sin represiones, limitaciones y terrenos demarcados.
Caracas para vivirla a plenitud, conocerla y descubrirla, sin importar de qué lado de la ciudad estemos, es el sueño de quienes la toleramos y resistimos.
Cuando se pensaba en que cumpliría un nuevo aniversario, las expectativas eran grandes y había una planificación interesante en torno a un gran evento por el nuevo cumpleaños, pero hoy la celebración de sus 450 años pasó y no dejó rastros ni recuerdos, solo un mal sabor para quienes aquí vivimos, lleno de tristes momentos, dolores recuerdos y un profundo luto nacional.
Caracas ha sido escenario de muchos meses de lucha, rebelión y conflictos, pero parte de la capital sigue un curso quizá hasta extraño, donde las emociones no afligen ni los suceso de calle salpican, sin embargo la realidad sigue allí.
Hoy sucia, llena de rastros de barricadas, descuidada, oscura y muy destruida, la capital venezolana clama por cariño, respeto y un mejor trato que la revalorice y le devuelva lo que le han quitado para que sea nuevamente disfrutada por sus habitantes y logre reconfortar la calidad de vida de quienes viven en ella.
Hay iniciativas que deben continuar, hay que seguir trabajando por ella sin parar, porque las esperanzas persisten y hay un futuro para los que siguen aquí pero que no están del lado de la indiferencia.
Independiente de un nuevo aniversario, quererla es algo natural, por eso duele verla abandonada. Cómo no admirar su majestuoso cerro Ávila, sus verdes, sus parques, sus calles coloniales que contrastan con lo moderno, sus espacios culturales, recreativos, comerciales… hay una mezcla interesante que mueve las fibras de quienes tienen la experiencia de vivirla.
Respetarla y cuidarla son los valores perdidos que deben sembrarse nuevamente en las generaciones actuales. Defenderla y protegerla, es lo que están haciendo sus habitantes, donde la lucha de calle es parte de ese blindaje por custodiar la propiedad, todo lo personal y de velar lo que por derecho nos pertenece.
Caracas libre, esa es la que buscamos, sin represiones, limitaciones y terrenos demarcados.
Caracas para vivirla a plenitud, conocerla y descubrirla, sin importar de qué lado de la ciudad estemos, es el sueño de quienes la toleramos y resistimos.
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