POR AQUÍ PASARON

Negros en la provincia de Caracas

     Hace más de dos siglos que se conformó como comunidad independiente Haití, nombre adoptado de la lengua Arawacs afrancesada. El Guarico o Santo Domingo francés rompió el nexo colonial con la metrópoli francesa y declaró su Independencia en 1804, aunque hasta 1809 tropas francesas permanecieron acantonadas en el lado este del territorio. Lo hicieron como imperio y no república, a diferencia de sus pares del norte y sur América, antes y después de su Independencia. En 1791 estalló en aquel territorio una rebelión de antiguos esclavos en el marco de la Revolución Francesa y acicateada por algunos de sus protagonistas desde Francia. Con la ruptura del nexo colonial terminó un ciclo de prosperidad para los colonos blancos, muchos de los cuales se vieron empujados a emigrar a territorios insulares cercanos a tierra firme.

     A partir de la Independencia los haitianos propiciaron acciones para eliminar la esclavitud, acompañada de medidas para proteger y liberar a esclavos que alcanzaran su territorio. Quizás, el espacio insular donde se experimentó mayor inquietud frente a situaciones como la escenificada en Haití fue Cuba, cobijo de emigrantes blancos provenientes del Guarico. La preocupación que se apoderó de las autoridades coloniales no era por la cantidad de esclavos sino por su concentración en espacios reducidos y contiguos. Desde los tempranos años de la conquista y colonización ibérica, el viajero Girolano Benzoni, en Historia del Mundo Nuevo (1565) había advertido acerca de los riesgos que conllevaba la concentración de esclavos negros en espacios restringidos, tal como lo señaló respecto a Venezuela.

     Incluso, en espacios territoriales como Charcas, correspondiente al Virreinato del Perú, quien ocupaba el cargo de fiscal de la Audiencia hacia 1797, de nombre Victorian de Villaba, reclamó a las autoridades reales mayor atención para las provincias de ultramar al destacar la situación experimentada por el negro africano en ellos. No sólo se quejó del trato despectivo al que era sometido el aborigen, también llamó la atención acerca de la situación del negro africano cuando indicó que el traslado a lugares donde el clima era distinto, al de su zona de origen, el rudo trabajo y la desesperación acababan con la vida de ellos en esta provincia. Por esto adujo que, los que lograban sobrevivir sólo eran útiles para reproducir una casta envilecida, mezcla de negros y blancos que despreciaban tanto al español europeo como al español americano. Igualmente, sumó a sus consideraciones que, corrompían las costumbres, eran huidizos al trabajo y que algún día se vengarían del desprecio con que se les miraba.

José Domingo Díaz aseguró que una cifra importante de los esclavos de la Provincia de Caracas integraba las milicias a favor del Rey

     Para dar una idea de la relevancia de este asunto, en lo atinente a Venezuela, resulta importante recordar algunos apuntes delineados por el sevillano José Mª Blanco White, quien editaba el impreso mensual denominado El Español desde 1810, en Londres donde vivía como exilado. En uno de los ejemplares había hecho referencia que en la América Española existían dos grupos en disputa antagónica. Uno, lo denominó americanos. Otro, metropolitanos. Escribió que luego de la disolución de la Suprema y su sustitución por la regencia hubo un distanciamiento temporal con la Corona, al considerarla como una imposición del emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte. Según Blanco los americanos mostraron patriotismo y generosidad con su majestad. No obstante, ésta continuó con una política de imposiciones y prohibiciones que produjeron una atracción hacia las propuestas napoleónicas que, según su análisis, prometían mayores libertades.

     A estas ideaciones agregó (agosto 30 de 1810) que, a pesar del reconocimiento de Fernando como monarca, la metrópoli debía tomar en consideración la cantidad de “gentes de color”, quienes tenían poco que perder al momento del desorden de una revolución completa. Este escrito fue dado a conocer por medio de la Gaceta de Caracas, en la edición de noviembre 16 de 1810, a la que se dio como respuesta, con lamentación por ser de gran aprecio en la comarca (de hecho, tuvo estrecha relación de amistad con Roscio), que él no hubiese podido estar en Caracas y así constatar la moderación civil de las clases honradas, porque los “beneméritos pardos de Caracas” no eran como los “inicuos” zambos de Lima.

Alejandro de Humboldt

     Si hubo una respuesta a este convencimiento de un observador y analista político, respetado y considerado en un momento porque era de quienes sostenía la necesidad de mantener el orden colonial, pero en circunstancias distintas a las históricamente experimentadas, la intranquilidad no cesó. Para marzo 15 de 1811 apareció en la Gaceta de Caracas una información del descubrimiento de una asonada, protagonizada por un joven mantuano, Fernando Galindo, quien había conspirado con pardos para el establecimiento de un gobierno respetuoso de la libertad e igualdad. Ante tal acusación apareció, en el mismo impreso, una comunicación rubricada por Pedro Arévalo, teniente coronel de la clase de pardos, en la que explicó que éstos habían contribuido con la “feliz regeneración política” del diez y nueve de abril del diez. El mismo mostró cautela ante las acusaciones contra Galindo y sus acompañantes, quienes aconsejados por “espíritus facciosos” habían desviado la confianza de los sentimientos que los pardos mostraban de honor y unión con la “grande obra empezada” en 1810.

     En Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Alejandro de Humboldt recordó algunas ideas esbozadas por Benzoni como una premonición. Cuando éste estuvo en la Provincia de Caracas algunos españoles le expresaron con preocupación que, en Santo Domingo se habían multiplicado el número de negros y que no era de temer que algún día se adueñaran de la isla. Humboldt anotó que, entre las castas, de las que se tenía como uno de sus componentes a los negros, requerían de mayor preocupación por parte de las autoridades del Reino. En este sentido, aseveró que en la provincia de Caracas la existencia del negro tenía un doble plano de interés científico. Uno, por el infortunio de la vida que padecían. Otro, por el temor a una reacción violenta, no por la cantidad de ellos sino por su concentración en una extensión territorial poco considerable.

     Esta aprensión se vio acrecentada por la cercanía de la Capitanía General de Venezuela con las islas del Caribe, así como por la transmisión de ideas y su recepción entre quienes vivían en la humillación y el agravio. Recordó que, a pesar del aislamiento que las metrópolis trataban de arraigar en sus posesiones, esto no impedía que la información acerca de las agitaciones y rebeliones dejaran de conocerse. Indicó que el Mediterráneo Americano, tal cual denominaba al Caribe actual, conformado por los litorales de Venezuela, Nueva Granada, México, los Estados Unidos de Norteamérica y las islas antillanas, reunían en su conjunto cerca de un millón y medio de negros libres y esclavos. La mayor concentración se ubicaba en las costas septentrionales y orientales. Por esto, subrayó que resultaría muy natural que las disensiones y disconformidades que estallaron en 1791 en el Santo Domingo francés se hubiesen divulgado hacia las costas del territorio venezolano.

     En “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, Henry Cullen”, conocida como Carta de Jamaica (1815), Simón Bolívar argumentó e insistió que la lucha contra la corona española no derivaría en un conflicto entre castas tal cual había sucedido en Haití. Tanto en esta comunicación como en “Señor redactor o editor de la Gaceta Real de Jamaica” (1815), el Libertador señaló, ante quienes podrían ser de ayuda para conseguir mayor apoyo de las autoridades inglesas en la lucha por la emancipación, que la querella no tenía un propósito ni señales raciales. Uno de sus razonamientos, en este orden, se focalizó en demostrar que, a pesar de una “mayor presencia de razas mezcladas” en Venezuela frente a los blancos, de quienes él se sentía representante, llevaban como experiencia de la realidad colonial una igualdad relativa y arraigada en el tiempo.

     Signos y señales de un peligro tal, es decir, de un levantamiento de esclavos y negros libres estuvo presente a lo largo del conflicto emancipatorio y luego de 1821. Tales síntomas fueron esbozados por el arzobispo Narciso Coll y Prat quien había residido en la Provincia de Caracas entre 1810 y 1816. Hubo de redactar dos Memorias, en 1812 y 1818, cuyo propósito fue la de defenderse contra acusaciones por infidencia reveladas por Pablo Morillo. En Memoriales sobre la Independencia de Venezuela estableció el papel que vino a desempeñar en esta comarca, además de asegurar el compromiso con la religión que profesaba, el culto católico romano, así como que llegó para defender los fueros de la Iglesia, rescatar de una muerte segura a los europeos perseguidos por un “gobierno intruso”, facilitar el ingreso de tropas defensoras del orden monárquico, al lado de su colaboración con la pacificación de sus vecinos y de los esclavos al efecto de preservar estos territorios de las escenas personificadas por los negros y pardos del Guarico. Asunto éste de vital importancia porque evidencia temores factibles de ser precisados en tiempos de emancipación, especialmente en la provincia de Caracas.

     Aunque Humboldt había regresado a Burdeos en 1804 pasaron cerca de treinta años para dar a conocer lo que había observado en la Provincia de Caracas. Mientras la edición esperaba, él recibía y contestaba cartas de amistades que cosechó en estos espacios territoriales, también se dedicó a estudiar otros aspectos de la realidad americana que habían dado a conocer sus pares y que fue agregando a sus elucubraciones. El naturalista alemán recordó que la metrópoli había sorteado con fortuna escaramuzas y levantamientos que pretendieron erosionar su autoridad a lo largo de trescientos años. Sin embargo, con la disputa por la Independencia se había desplegado, con especial ímpetu en la Provincia de Caracas, la actitud de los negros con sus acciones y actitudes amenazantes. A este comentario agregó que en algunas porciones territoriales de la América Española se les había otorgado, a los negros, la liberad por contar con una “raza de hombres intrépidos” y no por motivos de justicia y humanidad.

El viajero Girolano Benzoni advirtió sobre la presencia de esclavos negros en Caracas

     Bajo este marco de análisis puede ser considerada la justificación que ofreció Bolívar cuando se tomó la decisión de ajusticiar al general Manuel Piar. La excusa para su ejecución la sustentó, el Libertador, en que Piar fue propiciador de una insensata y “aborrecible conspiración” con la que pretendía una guerra “entre hermanos” en la que crueles asesinos eliminarían, niños, mujeres y ancianos por la “inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro”. Por otra parte, el tema acerca de esta situación de las castas de negros, pardos y morenos alrededor de la disputa por la Independencia fue considerada con reservas por ambos lados de la querella. Un hombre cuyas filiaciones con el Antiguo Régimen no admiten dudas como José Domingo Díaz redactó Recuerdos sobre la rebelión de Caracas. En éste, insistió que los esclavos de la Provincia de Caracas, de los cuales ofreció la cifra de setenta mil que en ella habitaban, siendo de ellos sólo diez mil esclavos, integraban milicias a favor del rey. Sumó a sus argumentaciones que, las acciones por ellos desplegadas tenían que ver con una “lección terrible” para quienes combatían contra el ejército de la metrópoli. Su disposición política lo llevó a asegurar que, sólo el rey los había hecho abandonar el arado y la azada, con lo que dio por seguro que muy pocos integrantes de las castas habían seguido las acciones de perversos quienes los desviaron de su camino.

     El eco de Haití no deja de ser importante porque todavía para 1822 se tenía como ejemplo de inestabilidad para el orden que se intentaba instaurar. En una carta dirigida al general Francisco de Paula Santander, de nuevo Bolívar rememoraba el peligro que representaban, para las repúblicas que se pretendían instaurar, negros, pardos y castas en las pretensiones políticas auspiciadas desde 1810. Para el caso de la república de Colombia peligraba su despliegue no sólo por los americanos anglosajones, el imperio mexicano recién instaurado, las repercusiones de la Santa Alianza, sino por los “africanos de Haití, cuyo poder es más fuerte que el fuego primitivo”. Aunque la historia patria no lo mencione.

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