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Jesús Corao llevaba el deporte en la sangre

Jesús Corao (1900-1970), empresario, pionero del deporte organizado en la Caracas de las décadas de 1930 y 1940. Creador de la rivalidad Caracas-Magallanes
Jesús Corao (1900-1970), empresario, pionero del deporte organizado en la Caracas de las décadas de 1930 y 1940. Creador de la rivalidad Caracas-Magallanes

     Pionero del deporte organizado en la Caracas de los años treinta y cuarenta. Fue pelotero y gran promotor del béisbol, de las carreras de caballos y del boxeo; “inventor” del puro criollismo en el béisbol, jinete, empresario, estuvo preso durante la dictadura de Juan Vicente Gómez y llegó a ser hasta Prefecto de Caracas y presidente del Instituto Nacional del Deporte (IND)

     “Jesús Corao es uno de esos hombres civiles sembrado en el pueblo de Venezuela, pero olvidado por la historiografía tradicional, esa en la que solo existen héroes con charreteras y líderes políticos y mandatarios nacionales.

     Ante nuestro comentario él no se atreve a negarlo, sobre todo cuando se da a recordar sus momentos de lucha. Estas tienen diversas ramificaciones, desde empresario hasta deportista: primero jockey, luego pelotero, después campeón de dominó. Sin exceptuar tampoco el deporte del amor, hay quien habla de sus numerosas aventuras amorosas, asegurando que una vez entró por el techo de una casa para contemplar a su amada, lo cual nada tiene que ver con la “Operación Dulcinea”.

     Más, se diría ahora que estamos frente a un diplomático cuidadoso de la ética y estética de su vida. Y fuera de una luz lejana que a menudo hace brillar sus pupilas de hombre maduro, nada denota al hombre con fama de peleador y valiente, de cuyos tremendos “cabezazos” todavía se habla. 

     Ante su perfecta actitud de circunspección, siempre de gentleman, nos damos a recordar para nuestros adentros sus innumerables aventuras, como aquella de 1927 cuando jugaba contra el club de José Vicente Gómez, “29 de Julio Militar”. Jesús Corao bateaba y de repente le pidió “time” al umpire, quien se lo concedió, sin saber que era para agarrarse con alguien que lo tenía molesto con sus rechiflas. Y los cabezazos no tardaron en hacerse sentir.

     El hombre que no era partidario de su equipo y que se congraciaba tal vez con los Gómez cayó al suelo. Y nada hubo que lamentar porque nuestro personaje siguió bateando.

     Jesús Corao prefiere extenderse sobre los recuerdos de su vibrante juventud beisbolera, haciendo de paso la historia del béisbol en Venezuela. El primer club a fines del siglo XIX, bajo el nombre de “Caracas” y el segundo con el mote de “San Bernardino”. Por entonces se jugaba en la placita de la República, donde está hoy la estatua del general José Antonio Páez, en El Paraíso. Pero en ese entonces Corao era un joven estudiante de primaria en Curazao.

     Fue en 1914 cuando surgió fuertemente su afición al deporte, que habría de marcar época. Porque en todos los principales eventos deportivos y siempre que Caracas ha disfrutado del espectáculo de buenos jugadores, se lo ha debido en parte a Jesús Corao, que los ha traído. No tenemos más que recordar a los cubanos Manuel “Cocaína” García y a Pelayo Chacón. Pero por ahora contemplaremos a nuestro joven iniciado en luchas peloteriles en “Los Samanes”. Corao se entusiasma recordando nombres: los Zuloaga (Nicomedes, padre y Nicomedes, hijo), Juan Antonio Pérez, Ramón Feo, Eugenio Méndez, Alfredo Romero, Martín Feo Calcaño, Alberto Machado, Francisco Larrazábal, Alejandrito Ibarra y él. Entonces el equipo se componía de nueve jugadores cuando ahora es de 20, Nicomedes Zuloaga los entrenaba y fue el primero que inició en Caracas la difícil jugada “squeeze play”: cuando hay un hombre en tercera da la señal tocando la bola y el de tercera corre al home plate. (Naturalmente que es difícil imaginarse al acaudalado Zuloaga, que le suministra luz a toda Caracas, haciendo un squeeze play, como no sea para aligerar la marcha de sus negocios)

     Luego surgió el “Independencia” con Francisco José Fernández, José Fernández, el cubano Lázaro Quesada, Pedro Maury, Juan Pérez, Rodolfo Wilhem, Simón Meneses, Cotorra Pellicer y Rafael Brunicardi. Quesada era el catcher, José Fernández el pitcher. Los entrenaba Fernando Pacheco, un entrenador muy popular en Caracas.

     Nuestro personaje no tarda en combinar las brillantes tardes de béisbol con el elemento femenino de primera que asistía a las desbordantes tribunas.

̶ Nunca he visto tanta muchacha junta. Recuerdo a Elisa Elvira Zuloaga. Asistían todas las muchachas de El Paraíso. La entrada era gratis. Y los tranvías tenían que multiplicarse para llevar a tanta gente a los terrenos de “Los Samanes” para presenciar el juego contra el “Independencia”.

     Ya para ese tiempo Jesús Corao se había pasado al “Independencia”, por considerarlo más popular.

̶ Era como la democracia contra la aristocracia y naturalmente nosotros teníamos más de pueblo.

     El fanático del deporte está ya metido en su elemento y sigue hablando sobre el arte de batear donde se precisa tan buena vista como habilidad. Según él, es un deporte que hace a la gente más buena. No tarda en surgir el recuerdo del inolvidable “Royal Criollos” que él formó en 1921 con el Catire Maal, Balbino Inojosa, Nieves Rendón, el zurdo Alvarado, Pablo Rodríguez y otros, prolongándose su existencia hasta 1935. En Caracas no se hablaba sino de jonrones. Le preguntamos cuál ha sido el mejor jugador que ha venido por estas tierras y no tarda en responder: “Sin duda alguna que fue ‘Cocaína’ García. ¡Qué gran bate, qué gran fielder, qué gran pitcher! ¡Todo lo hacía bien!”

     Y añade que estrellas como “Cocaína” y Pelayo Chacón, ambos cubanos, tienen como sucesores a sus propios hijos: Pelayito y Elio Chacón.

     Jesús Corao suspira por la Caracas de entonces y hace una sorpresiva advertencia: Me gustaba más porque todo era más difícil. Ahora todo se encuentra a la vuelta de la esquina. Figúrese que, en esa época de 1932 de lo mejor del béisbol venezolano, surgió también la primera piscina en Caracas: la del club Altamira.

     Por aquella época el personaje se va a Maiquetía a fundar una empresa que ha respondido a su éxito en el correr de los tiempos: su célebre fábrica de Vidrio y la Cervecería. Pero el hombre llevaba el deporte en la sangre y no tardó en formar, en unión de Eduardo Marturet, el célebre equipo “Caribe”, que peleaba contra el “Concordia” de Gonzalo Gómez, en La Victoria. Ese año ganaron el campeonato.

     Fue realmente un año célebre ese de 1932. Jesús Corao fundó también el “Princesa” que pasó a ser luego “Cervecería Caracas”. En 1941 varios integrantes del “Princesa” formaron parte de la selección venezolana que ganó el Mundial en La Habana. Corao decía que cuando fue a pedirle permiso al general Isaías Medina para llevar el equipo a Cuba, el presidente le respondió: “Yo te doy permiso, Jesús, pero siempre que no vayas a dar cabezazos a nadie en La Habana”.

     Desde 1956 Jesús Corao se retiró de fundar teams. Los últimos fueron el “Vargas” con Víctor Trujillo y el “Santa Marta” con Julio Trujillo.

Jesús Corao acompañado del boxeador chileno Víctor Vásquez, quien vino a Venezuela para presentarse en el Circo Metropolitano, en 1933
Jesús Corao acompañado del boxeador chileno Víctor Vásquez, quien vino a Venezuela para presentarse en el Circo Metropolitano, en 1933

El político

     Jesús Corao ha tenido una vida tan agitada como Pancho Villa y aunque aparentemente parezca todo el tiempo dedicado al noble oficio de la pelota, fue varias veces a la cárcel, en época gomecista, lo que en conjunto suma siete años.

     En estos menesteres de “provocar incidentes en el 28”, como él mismo dice, no le valió su gran amistad con Gonzalo Gómez ni con los muchachos Gómez-Núñez. Con Gonzalo había sido compañero en el Hipódromo, cuando montó y ganó con el gran San Gabriel (pata de palo). Los jockeys lo llamaban entonces “gentleman rider”.

̶ El mejor caballo que ha tenido el hipódromo ha sido San Gabriel.

     Todo tiempo pasado fue mejor, Al regresar de la cárcel, o del hipódromo, encontraba siempre a los muchachos Gómez felicitándolo. . . Y la despedida en ambos casos era la misma: “¡Pórtate bien, chico!”

̶ Yo nunca he tenido rencores contra nadie.

     Tal vez fuera el deporte que los hace más puros o su reunión en el Castillo Libertador con Rafael Arévalo González, un verdadero apóstol de la democracia. Jesús Corao fue su compañero de calabozo y recibió sus lecciones. Enumera sus compañeros en la prisión: el general Elbano Mibelli, Rafael Ángel Camejo, Miguel Acosta Saignes, Gerardo Sansón, el Jobo Pimentel, Andrés Eloy Blanco, Raúl Carrasquel y Valverde, José Tadeo Arreaza Calatrava y otros.

̶ Por cierto que en la cárcel nació el primer brote comunista.

 

     Corao nos explica que los presos se dividieron en dos bandos: unos recibiendo lecciones comunistas de presos comunistas, otras lecciones democráticas de Arévalo González. Y ante nuestra sorpresa porque ha aludido de paso a Miguel Acosta Saignes, quien se apartó totalmente de la política para entregarse a investigaciones arqueológicas, añade:

̶ Si usted quiere saber algo más soy de derecha. He manejado en mi fábrica más de 100 obreros y ninguno de queja.

     El hombre de los múltiples recuerdos recoge anécdotas. Fue durante su prisión en La Rotunda. El poeta Arreaza Calatrrava sufría de una erupción y después de haberlo visitado todos sus compañeros, se quejaba de que el único que por allí no había aportado era el Jobo Pimentel. Un día hizo su entrada con estos versos: “Anomalías de la vida. ̶ erupción por aquí por aquí abajo y el volcán por allá arriba”.

     Jesús Corao fue testigo de uno de los acontecimientos que pasaron a la historia como fue la muerte del terrible Eustoquio Gómez. Por orden del gobernador Félix Galavís, Corao, hombre a quien el pueblo caraqueño quería entrañablemente, se fue a aplacar la cólera popular que brotaba en aquel momento contra todo gomecista.

     A su regreso para dar cuenta al gobernador, se encuentra a Eustoquio Gómez enfrascado en una discusión con Galavís. Corao, con su habitual entereza, señala a don Eustoquio, diciendo:  ̶ General Galavís, es imposible aplacar al pueblo de Caracas mientras por la calle anden hombres como éste.

     La temible fiera voltea y mirándole de arriba abajo, le increpa:

 ̶ ¿Quién eres tú?

 

̶ Un ciudadano de la República

 

̶ Pues sos un grosero.

     El aspirante a la Gobernación de Caracas se desata en improperios. El pueblo sigue enfurecido en la Plaza Bolívar. Eustoquio propone emplear la fuerza. Galavís se opone rotundamente, alegando que son otros tiempos, mientras Eustoquio le grita: “no te van a respetar”.

Jesús Corao con el uniforme del Royal, 1927
Jesús Corao con el uniforme del Royal, 1927

     Jesús Corao decide de nuevo salir a la calle. A la puerta de la Gobernación le avisa a un Guardia-teniente:

̶ ¡Suban, que Eustoquio está alzado allá arriba!

Poco después sonaron varios tiros.

̶ No eran dos ni tres, yo conté hasta catorce tiros.

¿Quién los disparó? No lo sabe, pero recalca varias veces ante la periodista:
̶ Galavís fue un hombre muy valiente. . . Nadie se ha detenido aún a analizar su coraje. Hay que ver lo que era parársele a Eustoquio Gómez.

     Y en verdad así fue. Galavís o quien fuera, había librado a Venezuela de otra dictadura aún peor, con la muerte del tirano ciento por ciento Eustoquio Gómez.

     En aquella selección de hombres que respondieron a los deseos populares, Jesús Corao fue nombrado Prefecto. Le tocó actuar en el 14 de febrero y en la huelga de junio del 36. De ello no hemos hablado. Un amigo de su confianza nos ha contado solamente uno de sus gustos cuando era Prefecto, como fue regenerar al célebre ladrón Petróleo Crudo.

     Jesús Corao, por entonces de treinta y pico de años (nació en la Caracas de 1900), con la paciencia más extraordinaria, se dio a convencer por las buenas a Petróleo. Le llevó una vitrola, le enseñó a bailar y sobre todo le mostró el camino del deporte, llevándole un bate.

Se complacía en decirle a los amigos:

̶ Tú verás que después que aprenda beisbol será otro hombre.

     Petróleo Crudo hasta llegó a casarse en la cárcel. Todo el mundo debe recordar que se hablaba de la regeneración del ladrón.

     Hasta que un día el Prefecto lo soltó. A los pocos días el presunto regenerado volvió a las andadas. Cometió un robo peor. Lo cual no habla sino del gran Jesús Corao que batea duro, pero posee un corazón blandito.

     Esa noche de nuestra entrevista, Jesús Corao, con toda la propaganda del abuelo que mira con delectación a su nieto de 14 años, Albertico Feo, campeón de natación, se encaminaba con ánimo juvenil al Stadium de la Ciudad Universitaria, donde se le había pedido servir de “umpire”, en el homenaje a Vidal López, en un juego de veteranos del Cervecería contra veteranos del Magallanes. Allí también estarían los grandes fanáticos de ayer y de hoy.

     Jesús Corao, hoy retirado de empresas deportivas, recordaría a solas los domingos de San Agustín, cuando toda Caracas no pensaba sino en el jonrón, aquellos maravillosos triunfos del Royal y del Cervecería.

     Y a solas también contemplando entre sus manos la pelota que le dio el mundialmente famoso Babe Ruth, murmuraría para sus adentros:

̶ ¡Sin duda alguna que aquellos tiempos eran mejores! Ahora soy apenas Campeón de Dominó.

     Y las tendidas son en el Club Paraíso, donde le ha ganado al doctor Álvarez, a Alfredo Gossen, al doctor Miguel Márquez. Sin un cabezazo”.

FUENTES CONSULTADAS

  • Ana Mercedes Pérez. Entrevista a Jesús Corao. En: Élite. Caracas, 11 de febrero de 1961; Págs. 6-9

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