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El asesinato de Oscar Calles - Parte II

Calles en el Puesto de Socorro  

     Otra versión señalaba que Calles, después de tropezar con Rosas y llamarlo «lambucio» trató de salir por la otra puerta y Camilo le cortó de nuevo el paso y le dijo algo al boxeador, que éste, furioso, descargó tremendo derechazo que lo mandó contra la pared y le partió la región ciliar. 

̶ Rosas  ̶ dijeron los testigos ̶  tomó un pañuelo, lo mojó en el agua de lluvia que corría por la acera y se limpió el rostro. Sacó la navajita y se fue de nuevo a buscar a Calles. Este iba ya entrando a su automóvil y pensando que Rosas se había retirado para llamar a la policía, le entregó a un amigo el maletín y le dijo: 

̶ Si me detienen, me haces el favor de llevarme el maletín y el carro a la casa. 

 ̶ ¡Cuidado Oscar! Cuidado, ¡que te matan!  ̶ gritaron varios curiosos cuando Rosas se abalanzó contra Calles. El boxeador reaccionó rápido y tiró un golpe, pero la navaja se le enterró en el abdomen, por debajo del «bolsillo relojero» del pantalón. 

     La señora Calles volvió a su casa y retornó al Puesto de Socorro a las cuatro de la mañana. 

̶ Su marido acaba de ingresar al pabellón de operaciones,  ̶ le dijo la enfermera. El campeón tenía ya tres horas en emergencia. 

̶ ¿Qué es lo que pasa? ̶   preguntaba Carmen Leonor  ̶ ¿Cuándo me lo entregan? ̶  Las horas transcurrían y nadie le decía nada. Ningún médico sabía nada.  

   A las seis de la mañana la esposa seguía llorando: 

̶ Algo le ha pasado, algo le ha pasado. ¿Por qué nadie me dice nada?  ̶ Una enfermera no pudo resistir más y con los ojos aguados, la abrazó y le dijo: 

̶ Señora, ¡su esposo ha muerto! ¡Oscar Calles ha muerto! 

     Julián Montes de Oca, gran reportero de información política y económica, estaba de guardia en El Nacional cuando Calles fue herido. Montes de Oca tuvo que medirse entonces con los reporteros reyes de la última página: MarconiCarías, Urbina, Ledo PachucoKoesling, Acosta, Fossi. Sin embargo, aunque la información policial no era su especialidad, se mantuvo a la altura de los mejores. 

     Montes de Oca, tranquilo, desde el Puerto de Socorro, comunicó a su periódico:    

̶ «Ni la directora ni ninguno de los médicos que prestaban sus servicios en el Puesto de Socorro, dieron a conocer el nombre del cirujano que operó a Calles». 

     Se supo que Mariano Cabrera, director de la oficina de Prensa de la Policía, estuvo en el centro asistencial en requerimiento de esa información que a su vez, le exigían los diarios capitalinos. Sin embargo Cabrera no logró saber nada. Le dijeron que era el director del Hospital, doctor Guillermo Negretti, quien podría dar esos datos y el doctor Negretti no se encontraba allí, ni pudo ser localizado. 

     Sin embargo, se conoció que el médico de guardia en la madrugada era el doctor Grüber, quien también presta sus servicios en el Hospital José María Vargas, de la Guaira. 

     Este cirujano estuvo presente cuando los médicos forenses, doctores Alejandro Capriles y Vicente Figarella, practicaban la autopsia del cadáver de Oscar Calles, en la morgue del Hospital Vargas. 

     Un reportero de El Nacional preguntó al doctor Capriles el resultado de esa autopsia, pero el forense dijo que ese era asunto que pertenecía al sumario y por ello no podía revelarlo. 

̶ Pero ¿fue la herida la que provocó el deceso? 

̶ Eso no se lo puedo decir, por la misma razón que le di. 

̶ ¿La navaja interesó órganos vitales?  ̶ insistió el reportero. 

̶ Confórmese con saber que presentaba una herida punzante en el abdomen ̶   fue la respuesta del cirujano. 

Oscar Calles fue uno de los más grandes ídolos del boxeo nacional en la década de 1940

     Oscar Calles nació en la parroquia San Juan el 29 de octubre de 1922. Así que iba a cumplir los 29 años. Dejó cinco hijos: Oscar Armando de siete años; Alberto de seis; Rosalía de cinco; Edgar de tres y Gerardo de uno. Su carrera pugilística fue brillante y alcanzó la cúspide logrando el campeonato nacional de boxeo en el peso pluma y luego el campeonato en el peso ligero. En 1949 decidió retirarse del ensogado. A la hora de la muerte no tenía ninguna propiedad y de sus ganancias no guardó nada. Devengaba el sustento como vendedor de artefactos eléctricos, principalmente neveras, y su vida no estaba asegurada. 

     La noche del velorio, en la casa de Calles, en la esquina de Lazarinos, se dio cita la flor y nata del deporte y de la crónica deportiva. En una sala humilde, alrededor de la urna, montaban guardia, llorosos, Benigno Iglesias, Conrado Jiménez, Francisco Campos, Juan Franco, Mariñito, José Ramón Cueche, El Culí, Fidel García, «El Fino», Pedro Rizo, Jesús Rodil, Pete Martín… 

     Más de sesenta boxeadores retirados, las grandes figuras del ayer, como Armando Best, Simón Chávez, los hermanos Chaffardett, apoyaron la idea de Raúl Hernández de organizar un gran programa boxístico, con los viejos del ring, a beneficio de la viuda y los hijos de Calles. 

     En el patio de la casita de Oscar, mientras la madre del pugilista muerto, sentada en una mecedora, musitaba llorando: ¡“Dios mío! ¿Por qué tenía que pasarle esto a mí muchacho?”, los grandes de la crónica recordaban las hazañas del sanjuanero: 

      ̶ «El Torpedo», como lo bautizó su biógrafo Franklin Whaite,  ̶ decía Abelardo Raidi a un grupo de periodistas ̶  ostentó a un mismo tiempo los títulos pluma y ligero, y en febrero de 1945, esa biblia boxística que es la revista norteamericana The Ring lo clasificó como primer retador al campeonato mundial del peso pluma. Calles, es la verdad, teniendo un gran físico y fama de noqueador, pocas veces dio prueba de su pregonada pegada. Aunque tampoco fue un estilista. Sencillamente peleaba con calor, con guapeza y hasta con temeridad. Por lo mismo, por ser un peleador sin brújula pero con alma, sin alardes de catedrático pero con el empuje de un gran corazón, pudo ganarse el de todos los fanáticos del boxeo. Y peleador excelso como era, por dolorosa ironía, murió peleando.  

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