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Montenegro Colón: Entre la traición y la instrucción

Feliciano Montenegro Colón

     Acusado de haber sustraído de la Secretaría de Guerra documentos clasificados, y de haberse apropiado de cierta cantidad de dinero, el caraqueño Feliciano Montenegro Colón fue el autor, en la década de 1840, de varias obras sobre temas educativos e históricos. A partir de la semblanza de Feliciano Montenegro Colón (1781-1853) que realizaron Napoleón Franceschi (1999) en El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana y Lucía Raynero (2007) en Clío frente al espejo. La concepción de la historia en la historiografía venezolana (1830-1865), se puede alcanzar una aproximación a lo que este caraqueño protagonizó durante una porción del 1800 venezolano, en especial la fracción correspondiente a los primeros años de la edificación republicana.

     De acuerdo con lo señalado por estos estudiosos de la historiografía de Venezuela, la vida de Montenegro Colón estuvo marcada por la traición. Una acusación de felonía en su contra se debió a la extracción de unos papeles secretos pertenecientes a la Secretaría de Guerra en el año de la declaración de la Independencia, 1811. “A partir de entonces, su vida estará marcada por esa fecha y también se moldeará a raíz de aquel incidente”, escribió Raynero en el libro mencionado en el párrafo anterior.

     El mismo Montenegro Colón se había encargado de insertar una carta, dentro del texto Recuerdos históricos y curiosidades útiles dado a conocer en 1847, refrendada por Francisco Javier Yanes en la que éste expresó su reconocimiento, hacia Montenegro Colón, por la firme denuncia en contra de Morillo, Moxó, Aldama y Morales en la capital de España durante el conflicto bélico que libraban los españoles americanos contra la monarquía española. De igual modo, gracias a esta denuncia fue resaltada su posición favorable a la causa de la humanidad y con lo que mostró “su buen corazón”, al garantizar la vida de algunos personajes hechos prisioneros bajo el mando de tropas realistas, luego del derrumbe de la Primera República. Esta inserción tuvo como motivo mostrar su verdadero patriotismo, ratificado por una respetable figura de la Venezuela republicana como fue el caso de Yanes.

     Montenegro Colón provenía de una familia acomodada de la Provincia de Caracas. Ello le permitió gozar de privilegios como los de haber cursado la carrera de filosofía en la Universidad de Caracas, de donde se graduó a mediados del año 1797. Luego de 1830 se dio a la tarea de demostrar que había sido condiscípulo de Simón Bolívar y que estaba emparentado con él por medio de su ascendencia y parentesco con la familia Madriz. A pesar de mostrar un concepto muy alto de sí mismo era de disposición irascible porque se enemistó con uno de sus protectores, José María Vargas, al igual que lo hizo con Fermín Toro y Carlos Soublette.

     Montenegro Colón se había iniciado como integrante de la fuerza militar en 1798, cuando ingresó al Batallón Veterano de Caracas y para 1799 formó parte del Batallón del Regimiento de la Reina en el Cuartel San Carlos, en el que estuvo por cinco años. En 1803 se había dirigido a España para continuar sus estudios y formar parte del Batallón de Valencia. Sus vivencias en España las rememoró en una publicación de 1846, Manifestación documentada en justa defensa de Feliciano Montenegro Colón.

     Para el 24 de septiembre de 1810 se dieron cita las Cortes de Cádiz. Entre los integrantes de dicha convocatoria estaban entre veinte y treinta diputados elegidos como suplentes, quienes representaban a los españoles americanos. Por Caracas fueron escogidos Esteban Palacios y Fermín de Clemente, mientras que por Maracaibo se encargó a José Domingo Rus. A petición de las Cortes Clemente y Palacios comisionaron a Montenegro Colón para que trajera una comunicación dirigida al Ayuntamiento caraqueño. Lo cierto fue que en Caracas se calificó como “rara misión” la representada por Montenegro Colón. Una de las quejas fue por no haber dirigido la información que él traía consigo a la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII en Venezuela. Otra había sido que él fue comisionado por parte de dos personas que desconocieron el pronunciamiento del 19 de abril de 1810.

     Cuentan que Montenegro Colón, desde el mismo día de su llegada, había sido sometido a un minucioso interrogatorio por parte de los miembros de la Junta Suprema en Caracas. Debido a esta interpelación pudo corroborar que su papel como emisario había fracasado. Dos situaciones determinaron su circunstancia. Una, el desconocimiento de las credenciales que portaba como mensajero de las Cortes. La otra, porque el camino que llevaría a la ruptura del nexo Colonial ya llevaba un trayecto andado. A finales de enero de 1811 se dio a conocer una protesta contra las Cortes de Cádiz por considerarlas irritas e ilegales al igual que al Consejo de Regencia. En consecuencia, los actos de aquellos diputados suplentes no contaban con ningún tipo de legalidad y, por mampuesto, el rol de emisario de Montenegro Colón tampoco vino revestido de legalidad.

     Sin embargo, prefirió quedarse en Caracas. Instalado en esta ciudad se le encomendó el cargo de Oficial Mayor en la Secretaría de Guerra. Tiempo después se suscitaron los eventos que precedieron a la Independencia de 1811. Montenegro Colón se encontraba ocupado en su cargo de Oficial Mayor en la Secretaría de Guerra. Para 1831 reveló, en Conducta militar y política de Feliciano Montenegro durante su dependencia del gobierno español. Demostración de sus servicios a la causa americana bajo la protección de la República Mexicana, que había solicitado en los días 28 de mayo y 17 de junio de 1811 un pasaporte para dirigirse a los Estados Unidos. Entre los argumentos de su defensa estuvo centrado en lo que Cristóbal Mendoza notificó al Congreso respecto a la huida de Montenegro Colón, llevada a cabo el 29 de junio de 1811 luego del supuesto robo de unos papeles secretos.

     Desde este momento comenzaron a difundirse rumores acerca de la extracción de documentación de importancia estratégica y militar, y que había sido Montenegro Colón quien los había tomado, de manera subrepticia de la Secretaría de Guerra, junto con una cantidad de dinero. Seguidamente, se embarcó en el buque El Príncipe, lo que provocó una serie de rumores relacionados con el hurto junto a las distintas conspiraciones protagonizadas por los enemigos de la causa republicana. En su trayecto paró en Curazao, de donde se embarcó para Puerto Rico. En este lugar se reunió con el Comisionado Regio, Antonio Cortabarría, luego llegaría a Cádiz.

Feliciano Montenegro Colón fue el autor, en la década de 1840, de varias obras sobre temas educativos e históricos

     Bajo estas circunstancias Juan Germán Roscio acusó a Montenegro Colón de “oficial desertor”, aunque no lo llamó ladrón de documentos o traidor a la causa patriótica. En España se incorporó a la lucha a favor de la expulsión de las tropas napoleónicas. A inicios de 1816 regresó a Venezuela y las autoridades del momento, con Pablo Morillo a la cabeza, lo nombraron presidente del Consejo de Guerra. Cargo que aceptó, según sus propias palabras para proteger a los patriotas Garmendia y Juan de la Madriz, entre otros encausados. En 1847 se encargaría de describir su actuación ante quienes lo acusaban de godo y traidor. Señaló en esta ocasión que se había encargado de salvar muchas mujeres y otros acusados por las autoridades del momento. Estudiosos de esta cuestión han expresado que tanto Francisco Javier Yanes como Rafael María Baralt dieron fe de su actuación humanitaria, frente a lo que los realistas pretendieron someter a algunos pobladores de la Provincia.

     Quizá, las dos áreas donde tuvo destacada participación y por la que se le recuerda fueron sus escritos alrededor de la historia y geografía de Venezuela y la labor desplegada en la instrucción escolar en Caracas. El 19 de abril de 1836 instaló el Colegio de la Independencia. Fue una fecha emblemática porque rememoró “el inicio del imperio de la libertad y de las luces”, porque sin ellos era imposible desplegar el conocimiento y la instrucción. También le sirvió para ratificar su patriotismo y compromiso republicano. Uno de los propósitos de impartir un saber útil a los jóvenes se relacionaba con “abrir las puertas a la civilización”. El colegio se encargaría de disminuir la ignorancia como una de las causas de los trastornos de los que era presa el país. Hizo coincidir los objetivos del Colegio con los propios de la constitución de 1830, es decir, fomentar los principios de la libertad civil, la igualdad legal, de la soberanía e independencia de los pueblos.

     Fue el Colegio de la Independencia el segundo que se abrió en Venezuela siendo Feliciano Montenegro Colón su director.

     La subdirección quedó en manos del hijo de Francisco Javier Yanes. El local donde comenzó a funcionar era alquilado, cuyo pago fue por cuenta de José María Vargas. Al cabo de un tiempo, Manuel Felipe Tovar cedió, en calidad de préstamo, una edificación más amplia y otorgó a su director seis meses de gracia en el pago de alquiler.

     La matrícula inicial fue de dieciséis estudiantes que al cabo del mismo mes llegaría a veintidós. Se aceptó a cuatro cursantes de escasos recursos cuyos gastos los cubriría la dirección del Colegio. Para 1841, el Colegio albergaba a 160 participantes dirigidos por dieciséis profesores. El plan de estudio era fundamentos de religión católica, urbanidad, lectura y escritura, gramática francesa, castellana, latina e inglesa, aritmética, álgebra, geometría, geografía, elementos de historia, física básica y teneduría de libros.

     Montenegro Colón se encargó de escoger al personal que impartiría la enseñanza de estas materias. Durante sus ocho años de existencia pasaron por sus aulas distintas personalidades vinculadas con las artes y las letras de Caracas. Con la apertura de esta institución educativa su promotor fue objeto de encomiables comentarios. José Antonio Páez le felicitó por la apertura del recinto educativo y agregó que sería recordado con gratitud por los venezolanos.

     La casa cedida por Tovar resultó pequeña y por tal razón, en 1837, el gobierno le proporcionó la parte principal del convento de San Francisco. Como la edificación estaba en muy mal estado Montenegro Colón contrató a unos constructores para que se acondicionara el lugar con destino a la instrucción. La Secretaría del Interior le otorgó el local con la condición de que traspasara la institución a manos del Estado, sin indemnización alguna, al momento de fallecer. Igualmente, debió admitir a dos estudiantes pobres de las trece provincias de Venezuela. El Tesoro nacional le otorgó un préstamo de doce mil pesos y algunos padres adelantaron las mensualidades dedicadas para la educación de sus hijos.

     No faltaron quienes se opusieron a la cesión del convento de San Francisco para que funcionara el Colegio de la Independencia. Los diputados de Caracas pidieron al Congreso que ese espacio fuese ocupado por la Universidad de Caracas, otros recomendaron que se utilizara para establecer tribunales u oficinas, con cuyas rentas se podría mantener el Colegio. A pesar de estas objeciones su inauguración se llevó a cabo el 25 de abril de 1840. Una de las características de esta institución fue que, junto con la instrucción escolar, se hacía énfasis en educar a los jóvenes para que fuesen buenos ciudadanos, así como el cuidado del aseo y la higiene para prevenir enfermedades y epidemias.

     El Colegio de la Independencia tuvo una corta vida. Las deudas contraídas para la refacción del local y la crisis económica a principios de la década de 1840 formaron parte de la crisis que hizo desaparecer este proyecto educativo. A partir de 1837, Montenegro Colón había mostrado sus quejas por la manutención de los alumnos de escasos recursos. Señaló que para acondicionar el edificio se habían invertido cuarenta y un mil pesos y lo que pagaban los alumnos no cubrían los gastos y menos una renta para reinvertir en el mismo. Para 1842 el declive de la institución era evidente. Las razones del colapso fueron la crisis económica, la poca capacidad de reposición de los estudiantes que egresaban, las deudas contraídas, una fuerte demanda económica y la aparición de otros colegios que surgieron para la época con otras ofertas de instrucción.

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