POR AQUÍ PASARON
La revolución de abril de 1870 y sus rituales
En Efímeras efemérides (2001) su autor, José María Salvador denominó “espejismos de Narciso” los fastos que llevó a cabo Antonio Guzmán Blanco, mientras ocupó la presidencia de la República en Venezuela. Llamó a estos anales la despilfarradora “fiesta” en que este caudillo convirtió sus tres alternados períodos presidenciales, en el especial el Septenio (1870-1877), en que la desmesura, la aparatosa teatralidad y el recurso retórico formaron parte del culto a su ego, con la intención de su auto glorificación. De acuerdo con Salvador la interminable “fiesta” se puede apreciar por medio de tres núcleos. A saber: 1) los aniversarios de su conquista del poder (27 de abril de 1870) y del onomástico del Libertador (28 de octubre), 2) sus entradas triunfales en la capital al regresar de sus victorias militares o, por vía de excepción, su recibimiento solemne en otras ciudades de provincia, 3) su propia apoteosis de vida.
Como se sabe, Guzmán Blanco accedió al poder del Estado al imponerse por vía de una de las tantas revoluciones protagonizadas en el 1800. Él lo hizo frente a los “Azules”, en una corta confrontación bélica, al mando de las tropas federales y liberales amarillos en Caracas. A pesar de haber sido una degollina contra habitantes caraqueños, Guzmán celebraría su “Toma de Caracas” como una hazaña memorable y digna de ocupar un sitial en los anales de la patria. Por vía imaginaria y de la figuración se estableció como una efeméride de la patria, en aras de demostrar el hito fundacional de la “Regeneración” de Venezuela. Durante casi veinte años el 27 de abril será conmemorado, en toda la geografía nacional, como fiesta patriótica, casi a la par de la que corresponde al natalicio del Libertador. La fastuosidad de tales actos ha sido considerada con un brillo de mayor espectáculo que los desarrollados, en este período, respecto a la Declaración de Independencia y la Firma del Acta de Independencia.
La celebración de la Toma de Caracas, como efeméride patria, se inauguró al cumplirse un año (27 de abril de 1871) de ocupar la presidencia de la república y al que se presentó como acto inédito de la historia de Venezuela por parte de sus propagandistas. Desde un día antes, Caracas había sido orlada con arreglos florales, banderas nacionales y extranjeras, junto con una gran cantidad de arcos de triunfo, forrados de distintivos, vistosos farolillos, de palmas y sauces, y en todos ellos retratos de Guzmán Blanco y los de otros personajes del momento.
Entre las actividades que se presentaron, una de ellas, fue la protagonizada por el general Manuel Oramas y sus hijos quienes escenificaron en la alcabala del Sur un simulacro de combate entre un supuesto ejército liberal (los amarillos) y otro conservador (los azules). Otro tanto hacían en las alturas aledañas a la parroquia San Juan los destacamentos de la tropa veterana encargada de la custodia de Caracas. Se tiene información que para el día 26 unas diez mil personas se dieron cita en la plaza Bolívar para observar un espectáculo pirotécnico de dos horas y media de duración, en el que se encendieron cohetes, petardos y luces de bengala, mientras se lanzaban al cielo globos de aire caliente. Como punto prominente de esta exhibición pirotécnica se montaron cuatro árboles de fuego en que, entre irradiaciones de fuego y luces de bengala se mostraron los retratos de Antonio Guzmán Blanco y de José Ignacio Pulido, adalides de la Revolución de Abril.
Desde las cinco de la mañana el lanzamiento de cohetes acompañó a las salvas de la artillería y, casi a la misma hora, habitantes de San Juan prendieron fuego a otro árbol pirotécnico en honor a Guzmán Blanco. Poco tiempo después grupos provenientes de los municipios y parroquias caraqueñas se agolpaban para dar inicio a una marcha hacia el estado Zamora, donde a las dos de la tarde se ofrecería un gran banquete popular. Al mediodía al compás de música criolla, el retrato de cuerpo entero del Caudillo de Abril, tal como se le motejó a Guzmán Blanco, fue trasladado desde el centro de Caracas hasta el estado Zamora.
En el camino se alzaron varios pabellones militares, donde se habían colocado de seis a ocho asadores en que se asaban grandes trozos de carne de res, mientras de trecho en trecho había pilas de casabe y envases cargados de guarapo. Los presentes podían entretenerse con los tanques de agua y dispensadores en los quioscos de verdura, tiendas de follaje, frutas frescas y guaridas artificiales que, para la “fiesta”, había construido en su hacienda de Anauco Martín Tovar Galindo. En la misma llanura, en el lugar más alto, se exhibían dos cañones que de vez en cuando hacían salvas en honor al presidente provisional.
Al llegar, precedido de unos trescientos jinetes, Guzmán Blanco fue recibido con salvas de artillería, vítores de los presentes y música para la ocasión. De ahí fue conducido hacia una tienda de campaña, en la que, a primera vista, se ubicó un retrato suyo con el uniforme que llevó en la Guerra Federal. En este mismo lugar el Concejo Administrador de Caracas le hizo entrega de una medalla de honor, tras un discurso de José Briceño al que de manera inmediata respondió el Autócrata Civilizador y enfatizar en él, el papel que tenía asignado para conducir a Venezuela por el rumbo del progreso y la civilización.
Al concluir el banquete popular, próxima las cuatro de la tarde, el mandatario y sus colaboradores, junto con otras personas, entró por el puente de Punceres, transitó por las esquinas de Cují, el Conde y Jesús y, luego de doblar por el Puente Nuevo y Santa Rosalía, alcanzó la calle de Zea hasta San Jacinto, antes de desembocar en la plaza Bolívar, donde pronunció otra arenga. En horas de la noche, sus ministros y jefe de armas ofrecieron un agasajo al presidente, amenizado con un baile y música de una orquesta compuesta de veinte músicos. Entre los asistentes estuvieron doscientas diez damas y unos seiscientos caballeros que concurrieron a un salón adornado con flores, espejos, alfombras e iluminado con unas setecientas luces provenientes de arañas, girándulas, candelabros, lámparas y farolillos de papel de colores.
Según describió Salvador, para la celebración del segundo aniversario de la Revolución de Abril, el Concejo Administrador de Caracas elaboró un cuidadoso programa para los días 25 al 27 de abril de 1872. Salvador expresó que una de las presentaciones que causó mayores elogios fue “una pieza de sorprendente efecto, que su autor hubo titulado Las Hijas de Eva. Otra, que tiene por nombre La Columna Gótica de no menos belleza y novedad que la anterior”, elaborada por los pirotécnicos Eleuterio Magdaleno y Lorenzo Angulo Rodríguez.
Para el tercer aniversario, en 1873, de la Toma de Caracas, el Regenerador Guzmán Blanco se juramentó en el hacía poco tiempo construido Palacio Legislativo (Capitolio) como Presidente Constitucional de la República, tras despojarse de la investidura como Dictador, del que hasta entonces se hallaba investido. Para celebrar tan especial efeméride el comité directivo de las fiestas públicas, publicó un minucioso programa para la víspera y para el propio día de la conmemoración del aniversario. Salvador expresó que este onomástico de 1873 mostró una excepcional relevancia política.
En esta celebración, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde se dispararon sin interrupción tres cañonazos cada cuarto de hora. A las dos de la tarde, junto con la exhibición, en el Palacio Legislativo, del Gran Cuadro Alegórico de la Batalla de Apure se inauguró la plaza Guzmán Blanco. Una hora más tarde, tras veintiuna salvas de cañón desde la cúspide del Calvario, los delegados de las parroquias acompañaron al Ilustre Americano hasta el Palacio Legislativo, en que, ante unas tres mil personas, se juramentó como presidente Constitucional de la República.
Para la celebración del quinto aniversario (1875), el Regenerador se preparó para organizar en Caracas alegres fiestas en cuyo marco inauguró el Lazareto. Como todos los actos precedentes, regimientos de la guardia en uniforme de gala, precedido por la banda marcial, recorría las calles de la ciudad capital para la publicación del bando en que se invitaba a las celebraciones. Los espectáculos pirotécnicos tuvieron lugar privilegiado y dentro del Palacio Legislativo se exhibieron retratos de Guzmán Blanco, así como de próceres de la Independencia y otros republicanos que se habían destacado en la edificación de la República. En esta ocasión se ofreció al presidente un cuadro pintado por Ramón Bolet en marco dorado que representaba una alegoría alusiva al establecimiento sanitario recién inaugurado.
Para el sexto aniversario, en 1876, de la Toma de Caracas y entre los actos que se presentarían, inauguró dos importantes obras públicas: el templo masónico y el cuartel de artillería. Como fue usual, por medio de un bando se invitó a los distintos actos programados. En la plaza Bolívar se desarrolló un espectáculo de retreta y fuegos de artificio. Durante el 27 de abril de 1879, apenas regresado Guzmán Blanco de Europa para dar inicio a otro período presidencial, conocido bajo la denominación “Quinquenio” en La Guiara se festejaron las conmemoraciones del 19 de abril de 1810, mezclados con el del 27 de abril de 1870.
Al amanecer de ese día, salvas de cañón anunciaron el inicio de una misa que se oficiaría para agradecer a Dios la protección que Guzmán Blanco había ofrecido a la patria. Acudieron a la cita el cuerpo diplomático, industriales, comerciantes y empleados del gobierno, junto con ministros y otras figuras vinculadas con el mundo militar. En 1880 el Autócrata civilizador, en el marco de una nueva celebración de la Revolución de Abril, inauguró la basílica de Santa Ana, hoy llamada de Santa Teresa, aunque no estaba concluida. A las diez de la noche de la víspera, mientras las calles y plazas permanecían iluminadas con exuberancia, una gran cantidad de personas desfiló a pie y a caballo, entre música y cohetes, hasta la casa del Regenerador para agradecerle por las importantes obras realizadas. El propio día 27 el presidente inauguró la obra inconclusa. La basílica fue bendecida por el nuncio papal, Monseñor Roque Cocchia, en presencia del arzobispo de Caracas, Monseñor José Antonio Ponte, antes de que ambos prelados oficiasen la misa. En horas de la noche, la consabida secuencia de iluminaciones, retreta y fuegos artificiales cerró la fiesta en honor a la Toma de Caracas.
El guzmanato se caracterizó por el espectáculo y la teatralidad política en que el mito del héroe regenerador y rehabilitador fue el centro de atención para el ensalzamiento de la figura de Antonio Guzmán Blanco. Uno de los propósitos fundamentales de estas acciones se relaciona con la afirmación de la autoridad de quien ejerce la máxima magistratura o un liderazgo político. No se trata de un reconocimiento del héroe como el más capaz o por ser quien asume todas las cargas que implican el sacrificio por la nación. Es mediante el drama que adquiere notoriedad el que lo ejecuta. Así, se hace dueño de la popularidad, así como que con sus actos refuerza adhesiones y se inviste de un poder necesario. Ya en estos tiempos el “príncipe” no cuenta con la diosa Fortuna, depende de las fuerzas históricas y del dominio de ellas que figura en conjunto con la puesta en escena de una comedia que se hace cotidiana, alrededor del culto heroico.