La Guaira y Caracas a comienzos del siglo XX

29 Ago 2023 | Por aquí pasaron

En 1912, Leonard Dalton publicó un libro titulado Venezuela, en el que aparecen interesantes cuadros estadísticos, reseñas históricas, pinturas y paisajes de ciudades que visitó a principios del siglo XX.

En 1912, Leonard Dalton publicó un libro titulado Venezuela, en el que aparecen interesantes cuadros estadísticos, reseñas históricas, pinturas y paisajes de ciudades que visitó a principios del siglo XX.

     Leonard Dalton (1887-1914) fue un representante de negocios de origen británico. Visitó Venezuela en la primera década del 1900 en momentos cuando Juan Vicente Gómez ejercía la presidencia de la República. Como resultado de su estancia por estas tierras redactó un libro titulado Venezuela que fue publicado en 1912 por parte de T. Fisher Unwin en la ciudad de Londres. En esta obra muestra el recorrido que llevó a cabo por distintas localidades del país suramericano.

     Entre los pocos comentarios que se han dado a conocer de esta obra resalta el capítulo dedicado a la geología, considerado un interesante aporte acerca de una materia novedosa en el país. En el mismo texto aparecen cuadros estadísticos, reseñas históricas, pinturas y paisajes de ciudades en las que estuvo Dalton.

     Entre las consideraciones que estampó en su texto fue que, por razones obvias, la región central de Venezuela, “o sea la que queda en torno a la capital de la República”, era la zona de mayor atracción para los europeos. De ahí que fuese el lugar más visitado por comerciantes, naturalistas, visitantes y viajeros, quienes por interés científico o por razones comerciales, o sólo por el placer de conocer tierras nuevas venían a él. Todos ellos realizaban sus primeros contactos a través de La Guaira, “el puerto principal de la república”.

     De la localidad guaireña escribió que el primer poblado que se fundó en ella fue Caraballeda.

     La ciudad de La Guaira tuvo como fundación el año de 1588, al poco tiempo que la sede del gobierno se trasladara desde Cora a Caracas. De acuerdo con su percepción, La Guaira tenía épocas de un calor “realmente insoportable. En otros tiempos la rada debe haber sido muy insegura, pues el oleaje que bate continuamente esta costa impide un buen anclaje fuera del puerto”.

     Agregó que la edificación portuaria pertenecía a una compañía británica y que faltaba mucho por culminarla. Los trabajos realizados, hasta el momento, sólo habían permitido aminorar el efecto de la marea, aunque sin neutralizar su ímpetu. Describió que en sus cercanías era poco común presenciar fuertes ventiscas. Contó que las obras del puerto se comenzaron a estructurar en diciembre de 1885, aunque el primer malecón fue derrumbado por una gran marejada en diciembre de 1887. El segundo intento se comenzó a partir de julio de 1888 y se culminó en julio de 1891, “en forma más o menos igual al que hoy existe”.

     En su texto destacó que desde el poblado de Maiquetía partía una línea ferroviaria que atravesaba La Guaira y llegaba hasta un nuevo balneario denominado Macuto, el cual gozaba de buena asistencia durante el año. Al puerto de La Guaira llegaban la mayor cantidad de los productos producidos en la parte central de Venezuela. Señaló que los principales renglones utilizados para la exportación eran el café, el algodón, el cacao, los cueros, oro, cauchos, perlas, plumas de garza y alpargatas. Entre las fábricas que puso a la vista de sus lectores estaban las del tabaco, cigarrillos, sombreros y zapatos, entre otros bienes de consumo interno. En los alrededores de la playa no observó vegetación que valiera la pena ser destacada, aunque puso de relieve las plantaciones de caña de la familia Boulton.

A comienzos del 1900, desde el poblado de Maiquetía partía una línea ferroviaria que atravesaba La Guaira y llegaba hasta un balneario denominado Macuto, el cual gozaba de gran popularidad.

A comienzos del 1900, desde el poblado de Maiquetía partía una línea ferroviaria que atravesaba La Guaira y llegaba hasta un balneario denominado Macuto, el cual gozaba de gran popularidad.

     Expuso que más allá del muelle existía una estrecha calle con lugares comerciales en los cuales se expendían distintas frutas propias de la zona tropical y de la templada, con los cuales se fabricaban “excelentes refrescos”. Describió haber visto numerosos cocos de color verde y barriles llenos con el guarapo que se extraía de ellos cuyo costo era de un centavo por vaso, “no muy agradable para un paladar no habituado, pero que es probablemente la más efectiva de las bebidas refrescantes venezolanas”. Durante los momentos de mayor penetración de los rayos solares era acogedor sentarse alrededor de unas mesas resguardadas por la vegetación, “aunque es justo consignar que el visitante se siente más impresionado por el sucio aspecto de esta callejuela frontera que por los alicientes reales del paraje”.

     Sumó a su descripción que el transporte hacia Caracas se hacía por dos medios distintos. Por vía ferroviaria y por carretera. La vía férrea era para el transporte de carga expresa, “aunque la gran cantidad de burros y mulas cargados que parten de Maiquetía antes del amanecer demuestran que el ferrocarril no carece de competencia”. 

     Expuso que la carretera estaba muy bien construida y que el sector no macadamizado o pavimentado se utilizaba muy poco. Indicó que en gran parte del trayecto hacia Caracas se podía presenciar una espléndida vista hacia el Caribe. Del ferrocarril expresó que algunos tramos estaban al borde de precipicios muy profundos. Aunque parecía ser riesgoso trasladarse en él no llegó a conocer percances que lamentar. Agregó que era una gran labor de ingeniería y que en varios puntos del camino había vigilantes que advertían sobre algún riesgo que pudiera derivar en accidente.

     Redactó que Caracas estaba situada en el margen septentrional del río Guaire, en un valle inclinado de la cordillera de la costa, lo que hacía que la parte norte de la ciudad fuese más alta que la meridional. De acuerdo con la información que obtuvo la fundación de la ciudad de Caracas fue en 1567 y que su escogencia fue por la uniformidad de su clima, distinto a la ciudad de Coro en que sus temperaturas se caracterizaban por ser más calurosas y de tierras estériles. En Caracas los momentos de mayor calor se presentaban a mediados del año, “bastante molesto a cualquier hora del día”. A pesar de ser un lugar de pocos habitantes, la ciudad le pareció atractiva, así como a otros visitantes que llegó a consultar.

Dalton describió El Capitolio como un amplio edificio de estilo cuasi morisco, con dos divisiones principales y en cuya parte central se encontraba un patio.

Dalton describió El Capitolio como un amplio edificio de estilo cuasi morisco, con dos divisiones principales y en cuya parte central se encontraba un patio.

     Resaltó que las calles caraqueñas eran estrechas, “aunque tal circunstancia resulta poco perceptible por ser las casas y edificios de un solo piso”. Añadió que los barrios más apartados del centro estaban pavimentados con guijarros o pedruscos, mientras el área central mostraba calles pavimentadas con cemento. Expuso que las pocas edificaciones de dos pisos eran edificios públicos. Como era usual la plaza se encontraba en el centro de la ciudad. Alrededor de ella se encontraba la catedral, las oficinas del Gobierno Federal, el Palacio de Justicia, el Palacio Arzobispal, la Casa Amarilla, una oficina de correos y el hotel Klindt, el principal de la ciudad.

     En el centro de la plaza estaba una estatua ecuestre de bronce con la representación de Simón Bolívar. Respecto al Capitolio indicó que se encontraba situado en la parte sur oeste de la plaza Bolívar. Además, señaló que era un amplio edificio de estilo cuasi morisco, con dos divisiones principales y en cuya parte central se encontraba un patio. Dentro de sus instalaciones había pinturas y grabados alusivos a los próceres de la independencia y a las principales batallas que sellaron la derrota de los ejércitos realistas. Sin embargo, no describió otras construcciones en las que se albergaban oficinas gubernamentales. 

     De acuerdo con sus argumentaciones solo merecían ser mencionados el edificio de la Universidad, el ocupado por el Teatro Municipal, el Panteón y la residencia presidencial en Miraflores.

     Destacó que en el cerro El Calvario estaban ubicados el Observatorio y el Paseo Independencia, “desde el cual – en horas de la tarde – se capta un hermoso panorama de la ciudad”. Anotó que del lado sur del río Guaire, atravesado por dos puentes, se encontraba otro paseo denominado El Paraíso, lugar donde las personas de alcurnia tenían sus residencias. Agregó que quienes tenían la posibilidad económica disfrutaban recorrer en coche este lugar al caer la tarde, “y podemos observar de paso que los vehículos (por lo general victorias o pequeños landós con capota) son excelentes y muy baratos”. Describió que los paseantes llevaban bastón, que utilizaban para guiar al conductor: “un golpecito en el brazo derecho indica que debe girar en esa dirección, un toque en la espalda que debe detenerse”.

Caracas desde El Calvario, hermoso panorama de la ciudad.

Caracas desde El Calvario, hermoso panorama de la ciudad.

     Indicó que entre la plaza principal de la ciudad y el Teatro Municipal se encontraba un café de nombre “La India”, lugar éste en que personas jóvenes acudían a degustar confituras y cerveza en horas de la mañana. De igual manera, se ofrecían “jícaras de chocolate (que son excelentes), y también a consumir licores menos inocuos a la salida del teatro”. En lo que se refiere al té o al “afternoon tea” era poco usual su consumo entre los habitantes de la ciudad, “aunque es posible que el creciente auge de la colonia británica llegue a influir decisivamente a este respecto”. Señaló que consideraba de poca utilidad reseñar la existencia de hospitales y otras plazas existentes en Caracas, aunque puso de relieve la existencia de dos mataderos en distintos lugares de la capital.

     En lo que se refiere al abastecimiento del agua, entre los pobladores, ella provenía del río Macarao. Sus aguas eran conducidas por un acueducto hasta El Calvario, donde era objeto de filtrado. 

     También existían depósitos de agua provenientes del cerro la Silla. De acuerdo con su percepción el servicio de tranvía y de teléfonos “es excelente; ambos fueron inaugurados por empresas británicas, quienes continúan administrándolos hoy día”. La energía eléctrica requerida para el funcionamiento del tranvía, así como para el alumbrado público, era generada por las cascadas de El Encantado y Los Naranjos que provenían del lado sur de la ciudad. Destacó, igualmente, que la ciudad contaba con una fábrica donde se producía cerveza, otras de fósforos, muebles y cigarrillos. Sumó a su descripción la siguiente consideración: “Las observaciones consignadas acerca del comercio de La Guaira son también aplicables a la capital, pues prácticamente todas las mercancías de que se dispone en Caracas pasaron primeramente a través de dicho puerto”.

     Agregó que la zona de mayor pujanza económica se encontraba en la parte inferior del valle del Guaire. Recordó haber hecho algunas anotaciones de la hacienda de caña del señor Juan Díaz. De seguida, anotó que habían existido, aún algunas se conservaban, cultivos de trigo. Argumentó que gracias al benigno clima de Caracas pudiera desarrollarse este tipo de cultivos en vez de adquirirlo por medio de la importación. En terrenos cercanos a la capital observó haciendas de café y que en las zonas altas donde se cultivaba este fruto estaban consideradas de gran rentabilidad.

     Hacia el lado este de la ciudad observó la existencia de sembradíos de café y cacao. Indicó que Petare era la localidad de mayor impulso del estado Miranda, “con casi 7000 habitantes”. La actividad económica de mayor vigor en la localidad petareña era la fabricación de alpargatas, cigarrillos y almidón, “el cual se fabrica a base de harina de yuca”. Petare llegó a ser la primera estación del terminal del ferrocarril, según la información que expuso ante sus lectores. Además, argumentó que el proyecto ferrocarrilero propuesto desde tiempos de Antonio Guzmán Blanco tenía como meta que alcanzara la ciudad de Valencia. 

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