El carácter del pueblo caraqueño

11 Ago 2022 | Por aquí pasaron

     El primer embajador de Brasil en Venezuela, Miguel María Lisboa (1809-1881), mejor conocido como el Consejero Lisboa, se le encomendó la misión diplomática de viajar y estudiar a profundidad las características de las repúblicas fronterizas con Brasil (1843-1853). A partir de ese recorrido, Lisboa escribe un libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, donde, entre muchas otras informaciones, relata su vivencia en Caracas y las costumbres de sus habitantes

Retrato de Miguel María Lisboa, el Consejero Lisboa, primer embajador de Brasil en Venezuela y autor de un libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, donde relata su vivencia en Caracas (1843-1853)
Retrato de Miguel María Lisboa, el Consejero Lisboa, primer embajador de Brasil en Venezuela y autor de un libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, donde relata su vivencia en Caracas (1843-1853)

     El concepto de carácter nacional fue de amplio uso, entre letrados del 1800 y una porción del 1900, para hacer referencia a hábitos, costumbres, disposiciones o formas de ser en los distintos espacios territoriales denominados pueblos, países o naciones. El concepto de carácter nacional sirvió de sustento para mostrar lo asumido como cualidades, atributos y especificidades de los pueblos. Éstas se asociaron con una raíz de origen cultural y a partir de la cual mostrar una manera de ser. Resultó un concepto que se fue desplazando con el uso de identidad de los pueblos el cual se desplegó durante el 1900. Sin embargo, ambos conceptos conservan rasgos comunes porque las situaciones que señalan se han asumido como expresión inmutable y sustantiva de las comunidades humanas.

     Las líneas que siguen las he ordenado según lo que el Consejero Lisboa, de quien, en este mismo espacio, he hecho referencia respecto de otros asuntos tratados en su texto Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, redactado en 1853 y editado en 1865. En esta ocasión vale la pena una aproximación a las consideraciones vertidas por este brasileño acerca del carácter de los habitantes de Caracas y las costumbres sociales que estampó en el escrito mencionado con anterioridad.

     De los pobladores de Caracas expresó que ellos se mostraban ufanos y orgullosos de su pasado reciente como repúblicas independientes. Lisboa les dio la razón al mencionar a Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre como artífices de la victoria de Venezuela y otros espacios territoriales de la América meridional frente a la monarquía española. Por otro lado, dejó escrito la dificultad existente para determinar la cantidad de pobladores de esta comarca. Dificultad que adjudicó a la resistencia de algunos grupos de la sociedad para colaborar con censos porque los asociaban con incremento de impuestos. 

     Sin embargo, señaló que convivían en ella cerca de cincuenta mil almas. De acuerdo con sus observaciones la población estaba constituida, al igual que en Brasil, por blancos, descendientes de africanos puros y de mestizos de sangre europea, africana e indígena. Puso a la vista del lector que los primeros eran minoría, siendo la de africanos puros menores aún, “de modo que predomina, como es fácil comprobar con sólo pasear por las calles y plazas de la ciudad, la raza mestiza”. Para dar fuerza a esta información recurrió a la Memoria del ministerio de interiores, fechada en 1845, a partir de la cual se detuvo para presentar unas breves consideraciones acerca de los esclavos y de la esclavitud. De éstos expresó que su número era mayor en el campo que en las ciudades. Recordó que por ley de 1821 se estableció la manumisión y que también un esclavo antes de cumplir 31 años podía comprar su libertad.  

     Antes de iniciar la redacción de “algo sobre la índole de los habitantes de esta capital” añadió que lo haría con recelo, “porque, así como la misión más interesante y útil del viajero es observar las variedades del corazón humano, así es esta tarea la más difícil de todas y la más delicada”.

     Bajo este marcó anotó que las sociedades americanas se diferenciaban de las sociedades progenitoras porque en aquéllas aparecieron circunstancias diferentes que les daban otro matiz. En primer lugar, señaló que la esclavitud había dividido las sociedades americanas desde los primeros años de la conquista. Para él los hábitos de dominación, por un lado, y de dependencia, por otro, dividieron e influyeron sobre el carácter de estos dos grupos en las sociedades, “los vicios y virtudes a tan distintas condiciones, aún hoy se pueden descubrir, modificados por cruzamientos entre ellos y por la confusión de jerarquías que la guerra de la Independencia produjo”.

En la década de 1840, los caraqueños se ufanaban y se sentían orgullosos de su pasado reciente como república independiente y de los artífices de ese logro, entre ellos, Simón Bolívar. Retrato al óleo, José Gil de Castro. c.1825
En la década de 1840, los caraqueños se ufanaban y se sentían orgullosos de su pasado reciente como república independiente y de los artífices de ese logro, entre ellos, Simón Bolívar. Retrato al óleo, José Gil de Castro. c.1825

     Líneas antes de esta consideración expresó que los dueños de esclavos no podían ser considerados unos desalmados y que abandonaban a su suerte a los manumitidos, lo subrayó por haber constatado casos de amos que se habían visto en la obligación de recoger a antiguos esclavos por las penalidades que sufrían luego de haber logrado superar la condición de esclavizado. A esta acotación agregó que la condición de esclavo para un ser humano lo condenaba a la sumisión y al despotismo, “que no la preparan para la abnegación que la forma de gobierno representativo exige, cuya base fundamental es la voluntaria sumisión del menor número al mayor”. Desde esta perspectiva aseguró que la lucha por la emancipación americana les granjeó a sus protagonistas gloria militar, pero “les sujetó a un nuevo despotismo no menos violento que el antiguo, y que también ha influido en lo que hoy se puede llamar carácter nacional”.

     Un caso contrario a lo que se hizo tradicional en las naciones hispanoamericanas, como lo ha sido el despotismo, sería Chile, “donde la esclavitud y el despotismo militar existieron comparativamente en grado menor”. Para Lisboa en el país austral se habían notado menos los defectos que él atribuyó a los otros países del orbe latinoamericano. En relación con el segmento de la población de Caracas que reconoció como “pueblo bajo” le sirvió para mostrar su tesis respecto a la esclavitud y su impacto en los hábitos de sumisión arraigados a lo largo de la historia. La característica de mayor prominencia que expuso ante sus lectores fue la de unos individuos que llevaban una existencia de ambivalencia entre sumisión y altivez, desconfianza y presunción, de extremo afecto y esquivez, ergo, “cierta falta de fijeza de carácter, que es la consecuencia natural de su origen servil, modificado por la influencia de la revolución y de la subsecuente emancipación que es incapaz de obrar por sí en ningún caso, y constituye una mera máquina que sólo se mueve a impulso de los ambiciosos que la emplean en provecho propio”.

     En cuanto a las denominadas “clases elevadas” reseñó que no era difícil diferenciar rastros del carácter tan pronunciado de sus parientes progenitores españoles, “modificados por las circunstancias de climas y de política moderna”. Expresó que el patriotismo y orgullo de nacionalidad de los caraqueños era muy parecido al de sus progenitores españoles. Aunque, “no lo son menos los hábitos de inacción y de indiferencia política, debidos quizá en gran parte al régimen militar y a la influencia de las oligarquías que esterilizan los esfuerzos de la inteligencia y de la dedicación, y descorazona a los hombres pacíficos y moderados, anulando muchas veces valores de primera clase”. Para él, la consecuencia de esta actitud daba como resultado la escasa participación de los actores sociales en la vida pública, con los que se deja en manos de “unos pocos atrevidos ambiciosos” los destinos de la vida de los noveles estados.

     No tuvo remilgos para catalogar al “pueblo bajo de las ciudades” como dócil y fácil de manipular. “Excitado, engañado o seducido, mete bulla, vocifera y comete excesos; mas, naturalmente, no tiene aquella ferocidad que le atribuyen observadores apasionados”. Para reafirmar esta percepción expuso cómo en ocasiones se había azuzado al pueblo bajo con la entrega de armas a favor de una parcialidad política con lo que concluyó que quienes dirigían las acciones políticas de Venezuela, deberían aprovechar la mansedumbre del pueblo para consolidar la paz y desarrollar los recursos de la república.

En su obra, el Consejero Lisboa pondera de manera positiva el papel de las mujeres en la edificación republicana y en la lucha por la emancipación
En su obra, el Consejero Lisboa pondera de manera positiva el papel de las mujeres en la edificación republicana y en la lucha por la emancipación

     De las “clases altas” refirió el haber observado, entre sus integrantes, mucho del arrojo y del decoro heredado de los españoles, con una gran independencia de carácter, pero con “una susceptibilidad extrema, nacida, tal vez, de la conciencia que tienen del atraso de su país y del temor que los extraños les critiquen y se mofen”. Con clara intención de equilibrar sus consideraciones expresó que había logrado precisar en este sector social una fuerte disposición de bonhomía e indulgencia de carácter, tal como sucedía en otros países colonizados por los españoles. Refirió que en situaciones de apuro la solidaridad estaba muy presente, lejos de un ceremonial fingido. Agregó que para la preparación de alguna fiesta la colaboración desinteresada se hacía presente. Contó que, cuando en 1847 estuvo por primera vez en Caracas al momento de marcharse para atender otros asuntos, no encontraba como vender artículos que no podía llevar consigo para el lugar que se iba. La solución la encontraron los amigos que tuvo a bien conquistar en esta primera oportunidad, quienes entre ellos le compraron lo que no podía trasladar con él.

     Ponderó de manera positiva el papel de las mujeres en la edificación republicana y en la lucha por la emancipación. De igual modo, lo hizo con los herederos de los mantuanos y hábitos que aún mantenían vivos, pero que con la nueva realidad política tendían a diluirse con los nuevos tiempos. Expuso que existía una rivalidad entre los descendientes de familias mantuanas, como el caso de los Toro y los Tovar, quienes no se unían los unos con los otros. Comentó el caso de dos representantes diplomáticos en Venezuela, que tuvieron problemas con representantes de algunas familias influyentes de la sociedad caraqueña y que como respuesta fueron excluidos de todo acto social con lo que dejó asentado el menosprecio por haber expresado algunas consideraciones acerca de los habitantes de la ciudad.

     En lo que respecta a algunas costumbres de los caraqueños le llamó la atención, “el aseo de las clases bajas del pueblo caraqueño, en especial de las mujeres, por lo que toca al traje”. Refirió que era un placer llegar al mercado de la ciudad, a las seis de la mañana, “y contemplar la gran concurrencia de vendedoras y compradoras, brillando con sus alegres trajes bajo los rayos del naciente y vivificador sol”. Similar situación observó los domingos en las iglesias y los días de procesión por las calles. “Los hombres no van tan cuidadosamente aseados; usan como la gente del campo y los esclavos del Brasil, calzoncillos de algodón americano, camisa de los mismos, sobrepuesta a guisa de blusa, y sombrero de paja ordinario”. El poncho, llamado en Venezuela cobijo, era de uso común entre las distintas clases sociales. “la gente rica del campo vístese, en general, como en el Brasil, y usa frecuentemente el sombrero que nosotros llamamos de Chile, y en Venezuela de Panamá, y que no viene de Chile ni de Panamá, sino de Guayaquil o de Jipijapa”.

     En cuanto a las sillas de montar las calificó como de buena calidad e idóneas para cabalgar. “Esa comodidad es debida a que su núcleo, que está formado entre nosotros por varias piezas, unidas por tiras de hierro, es allí de una sola pieza, de madera tallada, en forma curva, de manera que deja entre ella y la parte alta del lomo de la bestia una separación de tres pulgadas”. Los trajes de los “elegantes” era similar a los utilizados en Londres y París. Los estilos de moda provenientes de estas capitales europeas los obtenían de quienes debieron abandonar el país en circunstancias desfavorables para sus intereses sociales.

     En este orden de ideas, relató que a partir de 1848 la diatriba política se incrementó y el descontento de quienes vivían en el exilio, había “extinguido casi completamente la vida de sociedad de los caraqueños y disminuido las ocasiones en que pueden lucirse con gusto las toilettes”. En los pocos ágapes que ahora se presentaban en la ciudad resaltó la distinción de las mujeres de las clases pudientes.

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