Miguel María Lisboa (Consejero Lisboa), primer embajador del Brasil en Venezuela entre 1843 y 1853, autor de una crónica de viaje en la que relata, entre otros, aspectos socioculturales del país.
Mientras Miguel María Lisboa o Consejero Lisboa (1809-1881), tal como se le conoció entre los venezolanos, estuvo en Venezuela como representante plenipotenciario del reino del Brasil, Rosti (1830-1874) llegó a Venezuela con las pretensiones de dar continuidad al periplo realizado por Alejandro de Humboldt (1769-1859) a finales del 1700 e inicios del 1800. Luego de haber visitado los Estados Unidos de Norteamérica y México, donde pernoctó durante enero de 1857, Rosti se trasladó a La Habana en donde estuvo por un lapso de cinco meses.
Posteriormente, llegó a Venezuela donde permaneció durante cinco meses. Sus impresiones sobre estas visitas las estampó en un libro publicado en Pest, Hungría, lugar en el que había nacido. Perteneció a la élite letrada de su país de origen, legataria de los reformistas que protagonizaron la Revolución de 1848-1849. Fue un creyente fervoroso de la democracia parlamentaria. Estudió música, ciencias y botánica. Fue húsar de caballería en la revuelta de 1848. Luego de la derrota de este movimiento se refugió en Múnich, lugar éste en el que estudió química. Desde Alemania se trasladó a París, donde perfeccionó el arte fotográfico, además de estudiar geología y etnografía.
El día 4 de agosto de 1856, Rosti partió de Francia para el continente americano. Regresaría a Hungría el 26 de febrero de 1859. A raíz de este viaje escribió Memorias de un viaje por América, libro con el cual fue incorporado a la Academia de Ciencias húngara. En su texto dejó estampado que luego de haber sido sofocada la revolución húngara, debido al intervencionismo austríaco y ruso, el único medio para que los letrados tuvieran un cauce de expresión fueron el ámbito artístico, la ciencia y la literatura.
Desde esta experiencia subrayó que una de las maneras de contribuir con esta dimensión de lo social y expresión espiritual humana, estos ámbitos se convirtieron en un sagrado deber para sus coterráneos. Calificó a su escrito como una contribución o grano de arena para ese crecimiento espiritual. “Con semejante grano de arena pensaba yo acudir al altar de mi patria, en cuanto proyecté mi viaje americano, cuyo resultado comunico a mis compatriotas en el presente trabajo”.
En este sentido, sumó a sus consideraciones, relacionadas con el propósito que tuvo al escribir Memorias…, que desde que era un niño había tenido en mente incrementar la literatura patria con algún aporte literario. Indicó, de igual manera, que los dos años que había estado entre Francia e Inglaterra perfeccionó el arte de la fotografía con el propósito de sumar su aporte, “para difundir el conocimiento relativo a la tierra casi no hay medio más eficaz que el de poder ofrecer claras imágenes, mediante fotografías caracterizadoras, fieles, de algunos paisajes de las diversas regiones, sus ciudades, sus edificaciones, plantas”. Consideró que el motivo axial de las líneas por él redactadas, así como las imágenes captadas con el daguerrotipo, serían la más fiel expresión de lo observado y vivenciado en las zonas de América donde permaneció por algunos meses.
Así, no deja de ser interesante una aproximación a los relatos tramados por Rosti y Lisboa. Primero por el lugar de origen de cada uno de ellos. Además, de los motivos a partir de los cuales estuvieron en Venezuela. Rosti de origen europeo y quien llegó a estas tierras con el propósito de dar a conocer, especialmente por medio de la fotografía, a sus compatriotas pormenores de otras realidades distintas a las conocidas en el Viejo Continente. Lisboa, en cambio, aunque permaneció en tierras venezolanas por deberes diplomáticos, tuvo también como intención dar a conocer experiencias de espacios territoriales contiguos con el reino brasileño. Lisboa escribió el libro titulado Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, publicado en Bruselas (1866), y el cual lo había escrito trece años antes de ser dado a la imprenta.
De igual manera, es importante apreciar algunas de sus impresiones relacionadas con lo que en el decimonono se conoció bajo el nombre de carácter nacional. Término o concepto legatario de la idea de alma nacional forjado en el 1700 europeo. Con aquel concepto se pretendió aprehender o asir la esencia, sustancia o formas de ser de las comunidades nacionales. Se forjó conjuntamente con el racialismo y las condiciones geomorfológicas que determinaban formas de ser, así se creía. Por lo general, debe ser asociado con una disposición inmutable o una impronta con la cual determinar atributos y peculiaridades de los pueblos. Se debe agregar, en este sentido, que lo que entre el 1600 y el 1700, en Europa, se generalizó con la denominación Pintoresco para dar cuenta de esas peculiaridades, así como de lo relacionado con edificaciones y características físicas de cada espacio territorial también pasaron a formar parte del carácter nacional.
El resultado del periplo de Rosti fue una colección de fotografías y la publicación en 1861 de su diario Memorias de un viaje por América.
Rosti expuso, a propósito de su paso por los Estados Unidos de Norteamérica, que las características de la naturaleza en este país no despertaron mayor interés en él, sino las condiciones sociales, radicalmente distintas de las que se experimentaban en Europa, tanto en sus instituciones como en el desarrollo político. Desde esta perspectiva agregó que para la clasificación y jerarquización de lo observado en el norte, no eran suficientes para unas consideraciones equilibradas, por eso las silenció en su escrito para no caer en juicios precipitados y una manera de ver unilateral. Además, porque podía caer en ideas torcidas, configuradas a partir de puntos de vista asimilados de otros, quizás errados por tener informaciones incompletas. Por tanto, optó por difundir lo relacionado con una porción de Sudamérica y “tomé la pluma para ayudar a llenar de alguna forma, el vacío de nuestra literatura en este ramo”.
Por otra parte, en cuanto a la caracterización que hizo de los caraqueños frente a los habitantes de La Habana estableció que las diferencias entre unos y otros se debía a que los cubanos habían sido colonizados por catalanes, mientras los caraqueños, y venezolanos en general lo habían sido de los andaluces, aunque también sus acciones estaban determinadas por el medio físico. Sin embargo, existían rasgos comunes entre ambas comunidades humanas. En este orden de ideas, subrayó que el criollo mostraba, en ambos lugares, ambición, deseo de dominio, orgullo, al lado de una fuerte disposición a la hospitalidad y la caballerosidad, así como la apatía e indolencia ilimitadas en el ámbito de la política.
El Consejero Lisboa, quizá por su experiencia vital como suramericano, aunque de origen portugués, no tenía señalamientos similares a los de Rosti, así como de muchos otros europeos quienes estaban marcados por la Leyenda Negra forjada frente al imperio español. Aunque Rosti no debe ser contextuado bajo esta disposición sus indicaciones sobre los habitantes de América que conoció, era la de tipos holgazanes y poco previsivos ante el futuro. Lisboa también ponderó el carácter hospitalario, la indulgencia y la suavidad de carácter del sudamericano, en especial, los mantuanos de Caracas.
No obstante, ante esa actitud indulgente del caraqueño de posición social holgada, también mostraba un orgullo exagerado, así como a desviar la mirada frente a los requerimientos de los extranjeros por lo que éstos apreciaban como algo irregular. En este sentido, Lisboa expuso sobre lo ofendido que se mostraba el criollo si por algún motivo cuestionaban formas de ser propias de su gentilicio.
Sin embargo, ambos coincidieron en algunas consideraciones respecto a la realidad política venezolana. Rosti como un geógrafo y amante de las ciencias naturales alabó con frecuencia la flora venezolana. Al igual que Lisboa que vio en el Bucare y el Cedro árboles cuya frondosidad eran de una beldad digna de ser destacada. Rosti encumbró el Samán, muy marcado por su amigo y ductor, Humboldt, así como lo hicieron respecto a la Sierra y la Silla. El cerro Ávila fue en realidad una montaña que despertó en el viajero gran expectativa y admiración.
En lo atinente a las consideraciones políticas, ambos coincidieron con la dinastía de los Monagas y la forma autoritaria de hacer política. Lisboa le prestó gran atención como una experiencia que había marcado al venezolano a partir de 1848. Al hacer referencia a la vida social y a vicios que se comenzaron a generalizar en la década del cincuenta del 1800, como los juegos de azar, así como que vio en aquella un catalizador. Incluso la inseguridad que imperaba en ese momento la adjudicó a los eventos de enero de aquel año.
Así, Rosti quien llegó a escribir el impacto que experimentó en su alma con la exuberancia natural del trópico, la confrontó con la incertidumbre del futuro del país, no sólo adjudicado a vicios de las personas, sino a la forma de gobierno, con sus “muchas desventajas, el fanatismo con sus innumerables prejuicios y supersticiones, y con los que mantenían al pueblo en la ignorancia”, así como que concitaban una excesiva influencia de algunos sectores sociales sobre otros.
De manera similar, Lisboa agregó que entre la “población baja” de las ciudades de Venezuela su forma de actuar era dócil. Señaló que, excitada, engañada o seducida, hace bulla, vocifera y comete excesos estimulada por agrupaciones y facciones políticas en pugna. “El pueblo de las ciudades en Venezuela es pues un pueblo manso y sencillo”. Si los sectores privilegiados de la sociedad caraqueña mostraban patriotismo y “espíritu de nacionalidad”, también se caracterizaban por los “hábitos de inacción y de indiferencia política”.
Con el uso de otros calificativos Rosti argumentó que el mal de la sociedad caraqueña y venezolana, en general, estaba en la corrupción de las personas y en su incapacidad para la acción autónoma. Aunque existían excepciones, los males que la aquejaban no se solucionarían con nuevas revoluciones y con cambios anuales de gobierno. Por eso escribió: “Es difícil que Venezuela, abandonada a sí misma y bajo un gobierno criollo y republicano, llegue a ser floreciente pronto”.
Lisboa formuló que uno de los males de las sociedades de Hispanoamérica, sin que incluyera a Brasil dentro de la problemática heredada de la esclavitud, era el resultado de lo heredado con las relaciones esclavistas, por tanto, el fracaso del republicanismo encontraba explicación en esas relaciones. Puso como ejemplo a la ciudad de Caracas que, para el momento de la Independencia, su población estaba compuesta de manera mayoritaria por personas bajo el régimen de la esclavitud. Población que mostraba en el “pueblo bajo” rasgos de carácter marcados por la “confusión de ideas y sentimientos”. En términos generales, para el noble brasileño uno de los más poderosos argumentos en contra de la esclavitud, era la facilidad con la que la juventud educada bajo sus parámetros obtenía hábitos de despotismo para la “abstinencia y la abnegación que exigen las formas de gobierno representativo”.
Si se puede hablar de coincidencias entre Rosti y Lisboa es la idea según la cual los pueblos de la América española al superar al régimen colonial, de inmediato entraron en una guerra intensa contra la antigua metrópoli, que permitió la gloria militar, pero, a su vez, fueron pueblos sometidos a un nuevo despotismo no menos violento que el español.
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