El coronel William Duane (1760-1835) fue un periodista y editor estadounidense que visitó Venezuela y Colombia entre los años de 1822 y 1823. De su recorrido por estos países elaboró un texto que llevó por título “Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823”, el cual fue impreso en Filadelfia, en 1826, por parte del editor Thomas H. Palmer, aunque Duane también era impresor, oficio que había aprendido en Irlanda, dejó en manos de este último el trabajo, para dar a conocer sus impresiones de unos territorios que recién se habían separado de la corona española.
Durante su visita estuvo acompañado de su hija Isabel y de su hijastro Richard Bache (1784-1848) quien también escribió un libro denominado “La República de Colombia en los años 1822-23. Notas de viaje”, igualmente impreso en Filadelfia, pero en la imprenta de H. C. Carey, en 1827. Duane escribió que había venido a Venezuela con la tarea de encontrar solución a notas de crédito que se encontraban insolventes desde los tiempos de la guerra. Sin embargo, le dio mayor relieve al deseo que abrigaba, desde hacía unos treinta años, de conocer a quienes había acompañado espiritualmente en su lucha.
Esta relación había despertado en él la curiosidad por indagar en la historia, la geografía y el posible destino de los países que habían llevado a buen puerto una Revolución en la América del Sur. Duane había defendido con afán la causa suramericana desde las páginas del periódico “Aurora”. De sus acciones defendió el hecho de haber coincidido con las políticas de libertad de prensa de la que se gozaba en su país. Por esto afirmó que una prensa libre le dio la oportunidad de dar a conocer sus pronósticos y conceptos, labor que no dejó de cultivar a pesar de las censuras que le dirigían colegas y algunas personas que se mostraban escépticos respecto a lo que sucedía al sur del territorio estadounidense.
En el preámbulo de su libro, de 632 páginas, dejó escrito que no había podido incluir ni la mitad de lo que hubiera querido exponer en su obra. En cambio, el texto de su hijastro fue menos voluminoso, pero no menos interesante que el de su padrastro. Ambos libros muestran la preocupación de los viajeros que visitaron estas tierras después de 1821. Luego de este año, los temas de mayor relieve relacionados con el conflicto bélico fueron desplazados por otros asuntos orientados en la organización y bases del orden republicano que se intentaba desplegar.
En este orden, es importante recordar que varios integrantes de la sociedad letrada de Filadelfia prestaron gran atención a lo que sucedía en la América española en los tiempos de emancipación. Filadelfia, llamada entonces la capital financiera de los Estados Unidos, jugó un papel de gran importancia en la divulgación la causa de los repúblicos suramericanos. Entre los años de 1810 y 1818 fueron varios los personajes que llevaron a cabo actividades a favor de la Independencia desde esa ciudad. Entre ellos, Telésforo de Orea, Juan Vicente Bolívar, Manuel Palacio Fajardo, José Rafael Revenga, Pedro Gual, Juan Germán Roscio, Mariano Montilla, Lino de Clemente y Juan Paz del Castillo, entre otros.
Filadelfia era tierra habitada por filósofos, escritores y tratadistas enterados de las nuevas vertientes del pensamiento europeo. También fue un centro editorial y de talleres de impresión de textos. De este último se puede rememorar el caso del inmigrante irlandés Mathew Carey (1760-1839) quien reeditó el texto de Thomas Paine (1737-1809), “Common Sense” (1776), a instancias de Manuel García de Sena y escritos del neogranadino Manuel Torres (1767-1822), al igual que la segunda edición (1821) del libro de Juan Germán Roscio (1763-1821) “El triunfo de la libertad sobre el despotismo”.
Una de las primeras observaciones de Duane, estaba relacionada con los medios de transporte utilizados en Venezuela. A este respecto indicó que las mulas cumplían las labores que en otros lugares se ejecutaban con la ayuda de carretas, carros, coches, sillas de posta e incluso de las carretillas. De igual manera, describió que para el ingreso a Caracas había tres puertas. La puerta más utilizada, y la que él y sus acompañantes traspasaron, era la que daba directamente al mar. Al ser atravesada observó la estación aduanera, un cuerpo de guardianes y en una parte más alta se encontraba la residencia del comandante. La calle real de la localidad, anotó en su escrito, estaba ocupada, casi en su totalidad, por almacenes comerciales, “y se asemejan con bastante exactitud a los godowns de las ciudades asiáticas; largos, espaciosos y de un solo piso, la luz solo entre en ellos a través de las puertas batientes de la fachada; sin embargo, también hay muchas casas de dos pisos a este lado, cuyo estilo de construcción impresiona favorablemente”.
Lo que observó en La Guaira en relación con las edificaciones dedicadas al comercio y sus características le sirvió para llevar a cabo comparaciones de lo observado en otros lugares de Venezuela. Expresó que los criterios que sirvieron para la construcción de lugares dedicados al comercio resultaban un estilo generalizado en el territorio. Así, caracterizó una parte del urbanismo: calles estrechas, portales y patios pavimentados, con corredores en contorno, de escaleras amplias, confeccionadas con tramo doble, pero de tosca construcción. Otras semejanzas con el “mundo oriental” las constató al ver salones altos y oblongos u ovalados, aposentos angostos y retirados, muebles pesados y burdos, paredes desnudas y pisos de ladrillos.
“No deja de ser un hecho bastante curioso, al tratar de determinar la influencia de las costumbres y el espíritu de imitación, que estos aspectos hayan subsistido casi incólumes durante tantos siglos en relación con sus prototipos asiáticos en España, los cuales conservan todavía las mismas características”.
De su primera estadía en La Guaira anotó haber comido muy bien mientras estuvo alojado en un hospedaje regentado por un francés. Además, agregó no haber sido molestado ni por zancudos ni moscas tal como le sucedió al visitar el Magdalena y Cartagena de Indias. En lo referente al mobiliario que llamó su atención, al llegar a tierras suramericanas, destacó que al interior del país no fuese de tan buena textura como el de La Guaira. Para él esto se explicaba por la proximidad al mar y las posibilidades de importar cualquier mueble y, además, por la incomodidad que significaba transportar en medio de transportes tan limitados artefactos de cierto tamaño y peso. “En consecuencia, tanto si se trata de una cómoda o de un aparador, de un amplio sofá o un piano, sólo pueden ser trasladados sobre la cabeza y las espaldas de mozos de cordel. Tal es el motivo de que algunos muebles de esta clase no hayan pasado de La Guaira, pues los gastos serían mayores que el desembolso realizado para adquirirlos”.
De acuerdo con su mirada, la carencia de coches o carros de ruedas podía estimular una sensación de deficiencia, “sin poder determinar en qué consiste”. Pero los caminos trazados no parecían ser los apropiados para un medio de transporte distintos al realizado con mulas o caballos. De acuerdo con información que había recopilado acerca de este tema de las vías de comunicación, anotó que hacía un tiempo se había proyectado la construcción de una vía, con menos declives, entre Caracas y La Guaira a través de la quebrada el Tipe. Aunque, al momento de la visita de Duane, se había completado un corto trayecto faltaba aún por hacer. Recordó también los proyectos de instalación de una vía férrea, pero de acuerdo con Duane, era un sistema de transporte adecuado para cortas distancias, de alta densidad poblacional y adelantos técnicos de los que Venezuela era muy deficiente.
Para Duane la mejoría dependía de una mayor aplicación de técnicas y del mejoramiento de la producción con las que fuese posible requerir otros medios de transporte distintos a lo usual. Aunque un poblador de Petare había experimentado con la importación de medios de transporte más modernos. “Mr. Alderson, quien reside en Petare, ha inaugurado el uso de varias excelentes carretas construidas por encargo en Filadelfia, y las ha utilizado en sus propias plantaciones y negocios, pero seguramente habrá de transcurrir algún tiempo antes de que tenga imitadores”.
Los diseños arquitectónicos que observó, en especial una iglesia de grandes dimensiones en La Guaira, le estimularon a escribir que no ofrecía ninguna característica notable.
Los caminos entre Caracas y La Guaira no eran apropiados para un medio de transporte distintos al realizado con mulas o caballos (Acuarela de Ferdinand Bellermann, 1844).
En lo atinente a las fuentes de aguas disponibles en la ciudad escribió, “mana con abundancia un agua muy diáfana, que contribuye a la limpieza y a la salubridad; y cuya disponibilidad procuraron asegurarse previsoramente, desde el propio momento de su fundación, muchas ciudades importantes como Caracas”. Indicó haber apreciado como en Trujillo, San Carlos, Bogotá y Mérida las aguas que corrían por las calles, en canales construidos para el recorrido del vital líquido, no sólo servían para el consumo humano sino también para mantener limpias las vías en la ciudad.
De acuerdo con su percepción lo redactado por el alemán Alejandro von Humboldt fue de gran importancia, al contrario de otros viajeros que hasta el momento visitaron las tierras americanas. Sin embargo, mostró una actitud crítica ante algunas de sus aseveraciones. Uno de los juicios que emitió frente a lo redactado por Humboldt tuvo que ver con sus aseveraciones negativas respecto a la ciudad de La Guaira. En este orden aseveró, que el naturalista había permanecido en esta localidad sólo unas pocas horas y que su opinión acerca del clima en ella lo había obtenido por medio de informantes y no por mediciones propias. En cambio, Duane aseguró que permaneció tres días en La Guaira y apertrechado con medidores de temperatura lo llevaron a concluir que Humboldt estaba equivocado.
Para el momento de su visita a Venezuela, La Guaira estaba bajo la jurisdicción de Caracas. En uno de los párrafos de su escrito hizo referencia a las rencillas existentes entre los comerciantes y las artimañas de las que hacían gala para desprestigiar a zonas económicas desarrolladas en Puerto Cabello y en La Guaira. Una de ellas tenía que ver con los brotes de fiebre amarilla que, según los comerciantes de Puerto Cabello frente a los de La Guaira, o viceversa, difundían noticias relacionadas con epidemias, con el propósito de perjudicar a sus rivales comerciantes.
A este respecto, señaló que Humboldt se vio envuelto en estas falsas noticias, lo que lo condujo, según Duane, a conclusiones dudosas. A partir de estas correcciones dedicó unas líneas de recomendación para los viajeros que llegaran a estos lugares. Bajo este marco puso de relieve que todo viajero debía poner especial atención en consumir alimentos que contribuyeran a un funcionamiento intestinal idóneo. Por eso advirtió la necesidad de evitar el consumo de bebidas que estimularan el calor corporal, así como que se debía evitar comer en exceso. Cerró esta idea así: “en los climas cálidos, la secreción de bilis es mayor que la ordinaria, originando dolores de cabeza, que desaparecen por lo general, con el uso de laxantes suaves, y que un emético hará eliminar del todo; además, la costumbre de bañarse frecuentemente, especialmente con agua templada, es deliciosa y mantiene la salud en buen estado”.
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