Nuestra señora de Caracas

17 Ago 2023 | Crónicas de la Ciudad

Por Arístides Rojas*

Retablo con la imagen de Nuestra Señora Mariana de Caracas. En parte inferior figura la ciudad capital en 1766.

Retablo con la imagen de Nuestra Señora Mariana de Caracas. En parte inferior figura la ciudad capital en 1766.

     “Desde el día en que fue demolido el antiguo templo de San Pablo, de 1876 a 1877, y con éste la capilla contigua de la Caridad, cesó el culto que desde remotos tiempos rindieran los habitantes de la capital a Nuestra Señora Mariana de Caracas, tan festejada durante los postreros años del siglo último. En uno de los altares de la Capilla sobresalía cierto cuadro en grande escala, que representaba a la Virgen, la cual recibía con frecuencia la visita de los fieles; mientras que, en la esquina de la Metropolitana, un retablo de la misma imagen, fijado allí desde 1766, servía de consuelo y de esperanza a los devotos de la nueva Virgen. Desde el toque de oraciones hasta las diez y doce de la noche, multitud de personas se arrodillaban y oraban delante del retablo, para ganar de esta manera las indulgencias que desde 1773 concediera el Obispo Martí a todos aquellos que comunicaran a la Soberana de los Cielos sus miserias y necesidades.

     Durante ciento doce años permaneció el retablo de Nuestra Señora de Mariana, ya en la esquina de la Metropolitana, en la casa del municipio, frente a la puerta mayor del templo; ya en la opuesta, diagonal con la torre, donde los vecinos anduvieron constantes en iluminarlo durante la noche. Al dar las siete el reloj de la ciudad, la concurrencia se presentaba numerosas; comenzaba a declinar a las nueve, y desaparecía a las diez; aunque hubo repetidos casos en que corazones penitentes vieron brillar sobre el rostro de la Virgen los reflejos de la aurora.

     ¡Cuántas generaciones se han sucedido desde el año de 1766, en que fue colocado el retablo en la esquina de la Metropolitana, hasta el de 1870, en que fue quitado de su antiguo sitio para ser colocado en un rincón del Museo de Caracas!

     ¡Cuántos sucesos se verificaron durante este lapso de tiempo, y cuántas noches borrascosas, con su hora de angustias, llegaron, en la misma época, a turbar la paz de la familia caraqueña, en tanto que la luminaria de la Virgen, cual estrella de los náufragos, atraía siempre a todos aquellos que con el pensamiento la buscaban en la soledad del desamparo! Ciento doce años de luchas sociales, de cataclismos, de sol y de agua, han pasado por el añejo retablo, que pudo al fin salvarse de la intemperie, ¡para recordarnos la historia de pasadas épocas!

     El retablo es un cuadro de 68 centímetros de largo por 49 de ancho, colocado en un viejo marco, cuyo dorado se ha desvanecido. En su parte inferior figura la ciudad de Caracas de 1766, con tres torres de las que entonces tenía: la de la Metropolitana, la de San Mauricio, y más al Norte, la de las Mercedes, derribada por el fuerte sacudimiento terrestre de 1766. En la porción superior descuella, como suspensa en los aires, María, coronada por dos ángeles. Con noble actitud, la Soberana de los Cielos extiende sus brazos hacia la ciudad, como signo de protección. A la derecha de la Virgen figuran una santa y un apóstol, y a la izquierda, dos santas. Grupos de ángeles que llevan en las manos guirnaldas y lemas con frases de las letanías, llenan el conjunto y parece que celebran a María, en tanto que un arcángel aparece frente a Nuestra Señora y le presentan un objeto. Ya veremos más adelante quienes son los diversos actores que figuran en esta pintura, y cómo el artista sintetizó en ella la historia de Caracas durante los dos primeros siglos de su fundación: desde 1567, en que fue levantada, hasta 1763, en que surgió la Virgen con el nuevo nombre de Mariana de Caracas.

     En los días del Obispo Diez Madroñero, contaba Caracas una abogada de la peste, otra de las lluvias, y otra de las arboledas de cacao y de los terremotos. Reconocía, además, un abogado de la langosta, otro de las viruelas, y a San Jorge como protector de las siembras de trigo. Contaba, igualmente, la capital, con su patrón Santiago; la Catedral, con Santa Ana; y el Seminario Tridentino, con Santa Rosa de Lima; pero la ciudad necesitaba de una virgen que, sin figurar en el martirologio romano, fuese, por excelencia, grande abogada y protectora de la ciudad, cuyo nombre debía llevar.

     Tales sentimientos abrigaba la población de Caracas: eran ellos el norte de los fieles corazones, motivo por el cual los estimulaba el prelado, que aguardaba el momento propicio en que apareciera sin ruido y sin milagros la Soberana de los Cielos, amparando a la ciudad de Santiago de León de Caracas; nombre éste que debía desaparecer ante el de Mariana de Caracas.

Desde la demolición del templo de San Pablo y de la capilla contigua de la Caridad, hacia 1877, cesó el culto que desde remotos tiempos rindieran los habitantes de la capital a Nuestra Señora Mariana de Caracas.

Desde la demolición del templo de San Pablo y de la capilla contigua de la Caridad, hacia 1877, cesó el culto que desde remotos tiempos rindieran los habitantes de la capital a Nuestra Señora Mariana de Caracas.

     Los primeros hechos referentes al nacimiento de la Virgen a que nos concretamos, datan del 25 de agosto de 1658, época en que el cabildo eclesiástico, sede vacante, por sí, y a nombre del clero, decretó defender la pureza de la Virgen María, guardar como festivo su día y no comer carne en su correspondiente vigilia. Era un voto hijo de la gratitud, pues por la intervención de María, Caracas se había salvado de la cruel epidemia que en aquellos días comenzó a destruir la población. Caracas, protegida por María, debía traer a la capital el calificativo de Mariana, es decir, que rinde culto a María. Tan noble propósito continuaba en la mente de los miembros del cabildo eclesiástico, cuando, en II de abril de 1763, el Ayuntamiento de Caracas elevó a la consideración del Monarca una petición, que abrazaba los términos siguientes: 1° que todos los empleados públicos de la Capitanía general de Venezuela, jurasen defender la pureza de la Inmaculada Concepción; 2° que el escudo de armas de la ciudad fuese orlado con la confesión de este misterio; y 3° que en las casas capitulares se edificara un oratorio, en el cual figurara la imagen de la Santa venerada, como Madre Santísima de la Luz.

     Feliz coincidencia de fechas obraba en el ánimo del Ayuntamiento, al pedir cuanto dejamos escrito; y era que Santa Rosalía abogada de la peste, venerada en Caracas desde 1.696, en que se le dedicó un templo por haber salvado la población de la capital, era celebrada por la Iglesia católica el 4 de setiembre. En 4 de setiembre de 1.591 fue concedido un sello de armas, por Felipe II, a la ciudad de Caracas; y, últimamente, en 4 de setiembre de 1.759, Carlos III se ciñó por primera vez la corona de España. Estas y otras razones influyeron poderosamente en el ánimo del Ayuntamiento, para suplicar al Monarca que le concediera la orla mencionada, con el lema siguiente; Ave María Santísima de la Luz, sin pecado concebida.

     El nombre de Mariana, dado a la ciudad de Caracas antes de 1.763, época en la cual lo decretaron ambos cabildos, data desde la llegada a Caracas del Obispo Diez Madroñero, acaecida a mediados de 1.757, Partidario decidido y entusiasta por el culto a María se mostró desde el principio aquel virtuoso prelado, que desde 1.760 fechaba sus comunicaciones en la Ciudad Mariana de Santiago de León de Caracas, según consta de documentos que hemos visto y estudiado detenidamente.

     Por real cédula de Carlos III fechada en San Lorenzo a 6 de noviembre de 1.763, y que encontramos en las actas del Ayuntamiento de 1.764: “Su Majestad se digna manifestar a la ciudad de Caracas, haber diferido a sus instancias sobre que juren, los que ejerzan empleos públicos, la pureza original de María Santísima; que puede poner la orla que se expresa en su escudo, y erigir oratorio en las casas capitulares, sacándose del caudal de propios el que se necesite para su fábrica, aseo y permanencia”.

     Los señores del Ayuntamiento dijeron, en sesión de 22 de enero de 1.764: “que celebrando, como celebran, la nueva honra que debe a S. M. esta ciudad, y principalmente el que, para gloria del culto y veneración de la Inmaculada y Santísima Madre de la Luz, pues, desde aquí en adelante, con nuevo título, ser y llamarse Mariana esta misma ciudad, tan obligada a su piedad, y tan reconocida a sus inmensas misericordias, a la que confiesa deber cuantos progresos ha logrado y de la que los espera en adelante mucho mayores, constituida con nueva, honrosa y distinguida marca, y el más ilustre blasón por su virtuoso pueblo…”

“Desde hoy en adelante —agrega el Ayuntamiento— deberá la ciudad titularse, y se titulará así: Ciudad Mariana de Santiago de León de Caracas.»

     Ya en diciembre de 1.763, el mismo Ayuntamiento, al acusar recibo de la real cédula de 6 de noviembre del mismo año, había dicho: “La amantísima ciudad de Caracas tiene ya, con razón, nuevo título, y con orgullo se llama Ciudad Mariana, por haberla dedicado con tamaña honra V. M.…” Y a tal grado llegaron el entusiasmo, la humildad y la adulación de los miembros del Ayuntamiento, que, en uno de tantos oficios dirigidos por ésta al Monarca, llegaron a decirle, que S. M. poseía un mariano corazón.

     Después de dar a Carlos III las más expresivas gracias con frases más o menos parecidas a las últimas copiadas, el Ayuntamiento pidió al Gobernador y Capitán general de la Provincia, en vista de la real cédula y de las actas del Cuerpo, se sirviera dictar las providencias que tuviese por convenientes, para la más devota publicidad de las nuevas obligaciones, que, para con la gran Madre de Dios, contraía esta su Mariana ciudad.

     En 27 de enero de 1.764, el Ayuntamiento presenta al cabildo eclesiástico la real cédula de Carlos III, que fue acogida con señales de satisfacción. Ofrecieron los señores del capítulo el sacrificio de sus personas a la Majestad divina, “por la continuación del augusto patrocinio de la Madre Santísima de la Luz sobre esta su Mariana ciudad». Y a nombre del Rector y Claustro del Real Colegio Seminario y de la Real y Pontificia Universidad de Santa Rosa, de esta ciudad Mariana de Caracas, “ofrece celebrar las nuevas honras que ha recibido esta misma Mariana ciudad’’. En los propios términos se expresaron al siguiente día todas las comunidades religiosas existentes en Caracas. (1)

(1) Véanse las actas del Ayuntamiento y del cabildo eclesiástico, correspondientes a los años de 1763 y 1764.

Cuente Arístides Rojas que desde el siglo XVII se le rendía culto a la Virgen de Nuestra Señora de Caracas.

Cuente Arístides Rojas que desde el siglo XVII se le rendía culto a la Virgen de Nuestra Señora de Caracas.

     Nunca concesión alguna llegó a Caracas en época más propicia que en los días de Diez Madroñero. El espíritu religioso dominaba los ánimos; quería el Obispo ensanchar la obra que había comenzado, y todo llegaba a medida de sus deseos. Una virgen que llevara el nombre indígena de la capital de Venezuela, iba a colmar la ambición de los moradores de ésta, acostumbrados a reverenciar a María bajo todas sus advocaciones.

     Levantóse el oratorio, y colocaron en él a María Santísima de la- Luz; comenzaron el lema que debía brillar en los pendones de la ciudad, y, después de conciliarse las opiniones, quedó por lema, no el que propuso el Ayuntamiento, sino el que indicó el Monarca; es, a saber: Ave María Santísima de la Luz, sin pecado original concebida en el primer instante de sil Ser Natural. Desde esta época aparece, ya en las actas de ambos cabildos y de las comunidades religiosas, ya en los documentos públicos de otro orden, el nombre de Ciudad Mariana de Caracas; en otros, Ciudad Mariana de Santiago León de Caracas.

     Creada la Virgen, ¿cómo figurarla en el lienzo o en la escultura, para que fuese reverenciada de los fieles y reconocida de las generaciones? Desde luego era necesario que descollaran al lado de la Virgen algunos de los patronos venerados en la ciudad, y que aquella sintetizara a Caracas en sus diversas épocas. ¿Cómo hacer esto? Opinaban unos por colocar en el retablo que representara a la Nuestra Señora, a San Sebastián, o San Mauricio, o San Pablo y a San Jorge, como primitivos abogados de Caracas en sus primeras necesidades: opinaban otros por darle cabida solamente a las santas y sabios doctores de la Iglesia. En esta situación estaban las cosas, cuando el obispo invita a los devotos y devotas de Caracas, y presentándoles la cuestión en la sala de su palacio, les obliga a escoger el cortejo que debía acompañar a la Virgen bajo la nueva advocación de Nuestra Señora Mariana de Caracas. Debían figurar en el cuadro la ciudad de Caracas, el escudo de armas concedido por Felipe II, y reformado por Carlos III, y los patronos y patronas que en diversas épocas la habían favorecido.

     Después de una discreta y prolongada discusión, hubieron de triunfar al fin las mujeres sobre los hombres, haciendo que el Obispo aceptara, entre los cuatro personajes que debían acompañar a la Virgen, a tres santas de las protectores de Caracas, y el asunto del retablo quedó decretado de la siguiente manera: arriba, en las nubes, descollaría la Virgen coronada por dos ángeles; a la derecha de María, Santa Ana, su madre, patrona de la Metropolitana de Caracas; y después, el Apóstol Santiago, patrono de la ciudad. A la izquierda de la Virgen estarían Santa Rosa de Lima y Santa Rosalía; la primera, como representante de los estudios eclesiásticos, al fundarse, bajo su advocación, el Seminario de Santa Rosa en 1.673; y la segunda, como abogada contra la peste, por haber salvado de ella a la capital en 1.696. En derredor de este grupo se colocarían los ángeles de la corte celestial que celebran a María, debiendo llevar en las manos cintas en que estuvieran los diversos y versículos de las letanías. Y para representar a la antigua Caracas, en medio de los ángeles debía aparecer un querubín que presentase a la Reina de los Cielos el escudo de armas concedido por Felipe II a la Caracas de 1.591. Consistía éste, como hemos dicho alguna vez, en una venera que sostenía un león rapante coronado, en la cual figuraba la cruz de Santiago.

     Arriba de todas las figuras colocaría el lema que dice: Ave María Santísima, para recordar la concesión hecha por Carlos III a la ciudad en 1.763, mientras que abajo estaría Caracas con la fisonomía que ostentaba en esta época.

     Diversos pintores dieron a luz sus obras, y fueron aceptadas. El primer retablo, cuyo destino ignoramos, estuvo en la capilla de la Caridad, contigua al derribado templo de San Pablo. El segundo fue colocado en la esquina de la Metropolitana, y está hoy en el Museo.

     Así continuó el entusiasmo religioso, con más o menos intermitencias, hasta que, para fines de siglo, casi había desaparecido el nuevo título de la ciudad. La muerte del Obispo Diez Madroñero, acaecida en 1.769, adormeció el entusiasmo por el culto de Nuestra Señora Mariana de Caracas. El Obispo Martí quiso levantarlo y restituirlo a su prístino esplendor, pero todos sus esfuerzos fueron infructuosos, y algún tiempo después el referido culto había desaparecido por completo.

     El nombre de Ciudad Mariana de Caracas no ha quedado sino en los documentos públicos y en las actas de los cabildos y comunidades religiosas. Igualmente ha desaparecido el de Santiago de León de Caracas, que durante tres siglos llevara la capital de Venezuela. Pero si Nuestra Señora Mariana de Caracas no puede ya salir de los archivos, Santiago tiene aún, por lo menos, su día: aquel en que lo celebra la Iglesia Metropolitana de Caracas.

     En los tratados públicos, en las leyes, en todos los documentos de Venezuela independiente, la capital de la República no figura sino con su nombre indígena, el de Caracas, nombre que llevó aquel pueblo heroico que supo sucumbir ante sus conquistadores”.

 

* Historiador, naturalista, periodista y médico caraqueño (1826-1894), autor de innumerables y valiosos trabajos de carácter histórico. Sus restos reposan en el Panteón Nacional

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