CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Teatro Municipal, un poco de su historia

Teatro Municipal. Caracas (2012), ubicado en la esquina Reducto, en pleno centro de la ciudad

     La historia del Teatro Municipal se remonta a 1876, cuando un decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco, de fecha de 6 de abril, dio inicio al proceso de construcción con el propósito de dotar a Caracas de un local adecuado para las representaciones teatrales y de  compañías de óperas más famosas de Europa, con gran lujo, semejante a los suntuosos teatros de París. 

     Se ordenó entonces la construcción del teatro en la parte sur de la Plaza San Pablo, donde yacía en ruinas el antiguo templo de San Pablo destruido a causa del terremoto de 1812. Para esta obra se destinó la suma de noventa mil venezolanos (V. 90.000), según el presupuesto aprobado, cantidad que con el tiempo sufrió modificaciones a causa de la paralización de las obras en diversas ocasiones, las cuales elevaron considerablemente la suma inicial. Es justo reconocer el empeño que puso el presidente Guzmán Blanco en que no se detuvieran en gastos, a fin de que el Teatro resultara con la mayor suntuosidad y capacidad para montar sin dificultad alguna, los mejores espectáculos traídos de Europa.

     En la Memoria del Ministerio de Obras Públicas (MOP) de 1877, se publicó una detallada descripción de la obra. Dice el informe que: “El color general del edificio es el Corinto puro, con basamento Ático y ocupará un área de 2.120 metros cuadrados. 

     Por una notable coincidencia, la forma adoptada para la fabricación de este Teatro, es la misma que ha escogido la comisión francesa para la del que se establecerá en medio del recinto destinado a la próxima gran exposición internacional de París. En efecto, esta forma es una de las más grandes exigencias de su interior.

     “Se ha cuidado de introducir a éste todas las mejoras que ofrece el arte moderno. La acústica, ese gran escollo de la arquitectura teatral, ha sido atendida debidamente al formar planos; al efecto se ha introducido la caja armónica reflectante, debajo de la Orquesta para reforzar los sonidos y otras tantas mejoras que la teoría y la práctica aconsejan”, indica la mencionada publicación ministerial.

     Se confió al ingeniero Esteban Ricard la construcción del Teatro; Ricard estimó los gastos en 450 mil bolívares, pero las reformas que se introdujeron al proyecto inicial y la pérdida de materiales a causa de la prolongada suspensión de los trabajos, al final elevaron el costo a una suma cinco veces mayor.   

     Se terminó la obra en 1881 y el costo final fue de dos millones 402 mil 178 bolívares.      

     Estando, pues, preparado ya el ambiente teatral los pormenores del estudio de la maqueta, aprobación y decreto de la construcción del teatro no se hicieron esperar. . . Y al fin llegó el ansiado día por todos esperado. El teatro “Guzmán Blanco” era inaugurado pomposamente el 1 de enero de 1881 con la ópera de Verdi “El Trovador”. La regia velada la presidió desde su palco el entonces primer mandatario de la República, general Antonio Guzmán Blanco, quien con todo su séquito, sus ministros y sus esposas, se sentaron en los palcos principales del teatro.

     La compañía europea contratada para la inauguración del “Guzmán Blanco”, traída por el empresario Fortunato Corvaia, concluyó su temporada a fines de la primera quincena de abril de ese mismo año (1881). Además de “El Trovador” se representaron también “Fausto”, “Baile de Máscaras”, “La Traviata”, “Favorita”, “Ione” y “La Africana”.

Cambio de nombre

     Desde su inauguración en 1881 hasta entrado 1887, año en que ruidosamente fracasó la compañía de óperas de Teresa Carreño, habían desfilado por el escenario del “Guzmán Blanco”, muchos de los más importantes conjuntos líricos de Europa. Y fue precisamente con el debut en Caracas de una compañía francesa —cuya temporada incluía “Fausto”, “Carmen”, “Mignon” y “Guillermo Tell” — cuando comenzó a llamarse al máximo Coliseo caraqueño, Teatro Municipal. Esto ocurrió exactamente el 9 de noviembre de 1887, sin embargo el nuevo nombre no se arraigaría entre el público sino a partir del año siguiente.

     Muchos años después, en 1993, el Teatro Municipal agregaría a su nombre el del tenor venezolano, Alfredo Sadel: “Teatro Municipal Alfredo Sadel”.

 

Ilumincación

     Para el servicio de luz del Teatro, el Estado tuvo que pagar 80 mil bolívares, según el contrato que firmó el gobierno nacional el 10 de junio de 1882 con el señor Luis Tartaret, para el establecimiento de alumbrado por gasolina.

Teatro Municipal de Caracas

     El presidente acordó cancelarle a dicho señor ocho mil bolívares adicionales al contrato, con motivo de los inconvenientes para la importación de mil galones de gasolina para el ensayo del sistema, debido a las exigencias de las compañías transportadoras hicieran al contratante, por tratarse de una materia inflamable, pidiendo un costo elevadísimo por su traída.

Fracasos, fracasos y más fracasos

     El fiasco artístico y financiero ocurrido a nuestra célebre Teresa Carreño en 1887 fue, a la postre, apenas el primer síntoma con que el público asomaba su inconformidad con la calidad del espectáculo que se les ofrecía. Esta reacción, que iba de la piratería más ensordecedora del auditorio, al más adverso comentario de la crítica, tuvo cierta razón de existir puesto que sin equívoco posible denunciaba el gran negocio que hacían los señores empresarios a costa del gobierno que siempre, con gruesas sumas, financiaba las temporadas. Tal reacción que en mucho se pareció a la promulgada  por las durezas armónicas fue en definitiva favorable para la actividad teatral, ya que desde entonces hubo mejor cuidado en la contratación de las compañías, más exigencia para seleccionar a las principales cantantes y más empeño, relativamente, por ofrecer más calidad teatral, y no, como se venía acostumbrando, montar una temporada con dos o tres cantantes de primera fila agoreramente contratados como figuras centrales de un conjunto de mediocre calidad.

     Los ruidosos fracasos que se sucedieron a raíz de la actuación de la compañía de ópera de Teresa Carreño —la eximia pianista venezolana fue la primera mujer que en Venezuela dirigió una orquesta sinfónica — fueron, pues, de una útil experiencia para el mejor desenvolvimiento de la actividad artística de Caracas. No obstante, otros tropiezos no tardarían en hacerse presentes: la agitación política con sus consabidos saqueadores, la desbandada de artistas y organizadores y muy particularmente el reinado de la zarzuela y la opereta —género menor que tuvo multitud de aficionados a fines del pasado siglo entre nosotros y que aún hoy día aunque en menos cantidad sigue teniéndolos— instalado a todo esplendor en ese entonces en el Teatro Caracas. 

     Puede decirse, pues, que motivado a la intranquilidad y al desasosiego y también a la fuerte acometida que de todo tipo rodearon las actividades del Municipal, inclusive fue prácticamente saqueado, no quedó otro camino que cerrarlo temporalmente. 

Teatro Municipal. Caracas, 1881

Reparaciones del Municipal

     Los trabajos de la primera reparación del Teatro Municipal se iniciaron comenzando el año 1905. Para esa fecha se restauraron totalmente sus localidades, se dotaron los pisos de alfombras, se cambiaron las lámparas eléctricas, se trajeron de Europa juegos completos de mobiliario y decoración y se adquirió también urgentemente un “extenso archivo musical”, que según datos oficiales, más tarde se volvería polilla. 

     La reinauguración del Municipal tuvo lugar a mediados de 1905. Para tal efecto —ya plenamente reformado nuestro primer Coliseo, ofrecía la misma fastuosidad de años atrás— se trajo desde Puerto Rico a la compañía “Scognamiglio”, no por ser la más cotizada del momento, sino por ser la única que se encontraba más próxima a Venezuela para la fecha del centenario de la Independencia (1910). A partir de ese entonces comenzaron a pasar por su escenario los conjuntos líricos más importantes de Europa y América. 

     Fue la época gloriosa en que vinieron la eminente soprano María Barrientos, el extraordinario barítono Titta Ruffo, sin duda uno de los “monstruos sagrados” del pasado siglo,  Hipólito Lázaro, notable tenor, Tina Poli-Randaccio, Anna Fitziu, Miguel Fleta, Franco Alfano, compositor y director muy en boga por esos tiempos y muchos otros cantantes de gran recordación.

     Veinticuatro años más tarde, en 1930, el Municipal cerraría nuevamente sus puertas —esta vez por seis meses— por la urgente necesidad de otra gran reparación que se motivaba por la conmemoración del Centenario de la muerte del Libertador.  

     En  1949 su estructura fue modificada, desapareciendo el peristilo semicircular, el vestíbulo original y la escalera del palco presidencial, esta mutilación se debió a la construcción de la torre Sur del Centro Simón Bolívar, diez años después, en 1959 volvería nuevamente a estar en funcionamiento.

     Posteriormente entre los años 1954-55, se le hicieron otras reparaciones, que no pasaron a ser tal, ya que apenas ligeramente se le reacondicionaron sus paredes y alfombras y, para rematar tan ardua y minuciosa labor, se le pintó totalmente.

     En 1967 nuevamente fue sometido a una restauración por motivo del Cuatricentenario de Caracas, siendo está su última restauración hasta el cierre de la edificación en 1988, año en el cual dejaría de funcionar cinco años. 

     En 1993, se decidió recuperar la edificación y cinco años más tarde culminarían los trabajos. A comienzos de la segunda década del nuevo milenio, la obra fue renovada por Fundapatrimonio dejando la estructura en óptimas condiciones.

 

FUENTES CONSULTADAS

Mago de Chopite, Lila. Caracas y su crecimiento urbano. Caracas: IUPC, 1986; 250 p.

El Mundo. Caracas, 20 de noviembre de 1963; página 9

Memorias del MOP. Caracas, 1877

Memorias del MOP. Caracas, 1888

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