CRÓNICAS DE LA CIUDAD

Primer periódico libre e independiente de Caracas

     Con fecha domingo 4 de noviembre de 1810 apareció el primer número de un periódico libre e independiente en la provincia de Caracas. En un espacio territorial conmovido por la suerte de la Madre Patria, a raíz de las acciones bélicas contra las tropas francesas, la reclusión del rey Fernando VII y la entronización de una regencia en su lugar. Reviste gran importancia la aparición de un órgano periodístico cuyo carácter no fue oficial ni oficioso en una Caracas en la que revoloteaban noticias, informaciones y pensamientos alrededor de asuntos muy propios de la filosofía y teoría política. Es cierto que, para 1808 ya existía la Gaceta de Caracas que basculó, hasta la ruptura del nexo colonial, entre ediciones a favor de la corona, en algunos momentos de su historia, y reproducciones en contra de ella, en otras oportunidades. También, es importante porque permite visualizar la conformación de una opinión pública, así como el ensanchamiento del espacio público, a partir de los cuales la publicitación de ideas políticas y sociales se explayaron.

     El Semanario de Caracas fue un órgano de divulgación que, entre otros propósitos, intentó contribuir con la ilustración y difusión de ideales a favor de la “prosperidad de la patria”. Para cumplir este cometido se eligieron una serie de aspectos relacionados con la agricultura, el comercio, la estadística y, quizá la de mayor relieve, la política. Desde un primer momento con la estructuración de la Junta de Caracas, a favor de la figura de Fernando VII, se comenzó a generalizar, entre otras argumentaciones, el triunfo de la “opinión” frente al silenciamiento de trescientos años de tiranía. Es decir, el despotismo como dique de contención de la libertad. De lo que se trató, tal como quedó redactado en el acta que acompañó al desconocimiento del consejo de regencia el 19 de abril de 1810, en la Capitanía General de Venezuela, y en la “Declaración de los Derechos del Pueblo”, dada a conocer el primero de julio de 1811, fue el de restituir la soberanía y la libertad a aquellos que se la habían cedido, temporalmente, al rey.

     En ellas los caraqueños establecieron que la sociedad al recuperar la libertad civil, la opinión recobraba su importancia y los “periódicos” que eran el órgano de ella adquirían la influencia que debían tener. La idea de opinión pública tuvo que ver con la soberanía en la medida que se pensó que las “luces” se encontraban en los espacios geográficos donde el derecho a representación, en calidad de espacio soberano, se expresaba por el uso de la razón que implicaba independencia de juicio. Las ciudades capitales que lo eran desde el Antiguo Régimen se impusieron, entre otras argumentaciones, con la idea de opinión pública como expresión de soberanía, porque se suponía que la opinión pública, en materia de gobierno, residía en las grandes ciudades, o sedes de gobierno y no en las “aldeas o cabañas”. Si de un espacio cosmopolita y con fuerte vinculación de hábitos y costumbres de la Europa ilustrada se trataba, esa fue la provincia de Caracas, o sus elites, que abrazaron el ideal independentista.

     Resulta de gran interés recordar que quienes hicieron posible la publicación de este semanario, hasta el número treinta, correspondiente al 21 de julio de 1811, siguieron rumbos distintos, al momento de definirse la Independencia con la guerra. Miguel José Sanz murió en la lucha a favor de la emancipación y José Domingo Díaz fue a España y publicó La rebelión de Caracas donde arremetió en contra de todo lo que representaron los patriotas. El Semanario de Caracas contaba con dos secciones: “Política” a cargo de Sanz y “Estadística” cuya elaboración fue responsabilidad de Díaz. Mientras en las primeras páginas con las que abría cada edición, el primero delineó con su pluma principios republicanos, con matices liberales, los valores políticos con los cuales debía regirse la república a desplegar, Díaz ofrecía cifras y series de prosperidad de esta comarca bajo el marco de la experiencia colonial presentes aún para 1810.

     Se ha expresado, por parte de estudiosos del desarrollo del periodismo en Venezuela, que el pionero de la prensa fue el Semanario de Caracas. Esto porque en territorio venezolano, antes del 4 de noviembre de 1810, no se conoció un periódico independiente que, entre sus propósitos estuviese el de ser un órgano para difundir las “luces” necesarias respecto a la prosperidad de los “pueblos de Caracas” y la patria en general. Para este cometido en sus páginas encontraron eco asuntos relacionados con la agricultura, el comercio y la estadística, de manera especial. Nació justo cuando estaban por llevarse a cabo las elecciones para la selección del primer Congreso de las provincias emancipadas. Con ello se extendería un poder legislativo por medio de la escogencia de representantes que delegarían de manera temporal, en quienes fuesen electos, su soberanía.

     Sanz se había formado en el ámbito de las leyes durante el Antiguo Régimen. Tenía conocimiento de sus pares letrados como él, además conocía de cerca la realidad de la vida campesina en Barlovento por el ejercicio como abogado y asesor del Consulado. Buscó la asociación con Díaz por los conocimientos que éste tenía acerca de la estadística y lo hizo editor responsable de la publicación semanal. Desde el primer número del Semanario… en la sección “Política”, su autor, se dedicó a elucubrar acerca de la Ley y la necesidad de que ella garantizara un gobierno probo y justo. En este orden de ideas, expuso el caso de la Revolución Francesa y el producto más visible de ella: Napoleón Bonaparte. Con esto intentó demostrar que una revolución podría desembocar en una situación igual o peor a lo que la originó. Por ello en el primer número estampó que el Semanario… será libre, pero lo “será como debe ser, amando respetando la ley y obedeciendo a sus ejecutores: él será libre con dignidad”.

     En el aparte “Política”, del primer número, en las líneas de cierre, Sanz, ratificaría que, la felicidad de los pueblos provenía de la instrumentación de “buenas leyes”, del afecto que sus integrantes profesaran hacia ellas, de la “justa y racional” libertad de los integrantes de la sociedad, de la educación y de la opinión pública, así como de la “excelencia y rectitud del gobierno”. A partir de estas reflexiones concluyó que lo esencial de la “política” era alcanzar aquellos propósitos, en los que Sanz combinó principios de la teoría política republicana y la propia liberal.

     En el propio primer número, en el aparte “Estadística”, Díaz se explayó a razonar que era la opulencia. Enunció, en las primeras líneas, que no bastaba que un pueblo fuese feliz, gracias a que era libre, “es necesario que lo sea porque es opulento”. Según su apreciación ser opulento permitía obtener un poder con el cual contrarrestar las ambiciones de los demás pueblos, gracias al manejo de recursos y medios con los cuales se haría respetar. De igual modo, esa abundancia haría posible hacer pueblos virtuosos que nada temerían a la santidad de sus leyes.

     Los razonamientos de Díaz, a quien la historiografía de talante nacionalista y patriótico adjudican sólo avieso interés y ambición al servicio de la Corona, razonó de modo distinto respecto a la idea de poder, libertad y de riqueza que debería extenderse entre las comunidades humanas. Entre otras argumentaciones ponderó que, el poder de un pueblo, útil y respetable, debía estar sustentado en la proporción del número y la calidad de los individuos que lo componían. Por tanto, el pueblo en que la mayor parte fuese opulenta, o donde no existiera una “debida” proporción de bienes, en él cabría la posibilidad de extenderse la molicie, el lujo y otros “vicios corruptores”. Tal cual había pasado en Roma en tiempos antiguos, de acuerdo con su percepción.

     En los delineamientos de Díaz es posible reconocer una de las dimensiones conceptuales de la palabra pueblo, entre los publicistas del momento. En acompañamiento a la idea del gasto moderado con unas mismas tareas se estimularía la prosperidad de una sociedad. El conocimiento de los mecanismos para moderar los gastos de la distancia entre los pueblos y las dificultades de comunicación entre ellos, era básico para la “última clase del pueblo”, es decir, la más numerosa y la de mayores padecimientos, en este sentido.

Miguel José Sanz, jurista, político, periodista e ideólogo de la independencia de Venezuela

     El primer número cerró su edición bajo los siguientes señalamientos o propósitos de la sección “Estadística”, dentro del que los “Redactores” ofrecerían los elementos fundamentales que formaban parte de la opulencia y poder de Venezuela. Pretendían dar a conocer datos a los vecinos de la Provincia, y a pueblos distantes de ella, para mejorar la producción y el comercio de recursos entre ellos. El objetivo era hacer público la producción de bienes y los posibles fondos que pudieran ser explotados en el ámbito agrícola, no sólo para aumentar su número, también producirlos a menor costo y que fuesen de utilidad pública.

Semanario de Caracas, primer periódico libre e independiente en la provincia de Caracas

     En los subsiguientes números Sanz continuó con el desarrollo de sus conceptos alrededor de su concepción acerca de la política. De acuerdo con su percepción la función de esta era alcanzar la “felicidad”. Concepto éste que se asimiló con los de seguridad, libertad y propiedad puesto que estos eran la garantía de individualidad o independencia de acción de los hombres en sociedad. Siendo las leyes, y su cumplimiento, el centro axial de desarrollo, crecimiento y progreso de las sociedades. Por eso, cuando se refirió a subordinación civil lo hizo bajo esta perspectiva, es decir, la necesidad de acuerdos, pactos y su cumplimiento en el marco constitucional. Así, subrayó que la “felicidad de Caracas” dependía de que se crearan mecanismos de vigilancia de los hombres, porque de “toda revolución” surgían conflictos entre contrarios o por distintos intereses. Entre éstos se encontraban la ambición, el orgullo, la avaricia con esperanzas de provecho entre aquellos que los ponían en práctica.

     Por tanto, era preciso establecer diques a una fracción de los querellantes y así evitar la tiranía, si uno se arrogaba la soberanía podía imponer el despotismo, si era una o algunas familias se erigiría una aristocracia, si se dejaba libre cauce al “populacho” el desorden y los trastornos formarían parte de la “funesta anarquía”.

     En la sección “Estadística” se insistió en la idea de “Redactores”. Quizás, para dar vigor a un medio impreso que pretendió ejercer algún tipo de influjo entre quienes buscaban edificar otro orden de cosas y distantes del imperio francés. También resulta interesante resaltar la insistencia en que era un órgano periodístico dirigido a la provincia de Caracas y las villas y pueblos que la constituían. No deben quedar dudas que fue un impreso cuyas características radicó en su independencia frente a quienes manejaban los asuntos públicos. De igual manera, que quienes lo hicieron posible ya mostraban, al menos para el tiempo que se editó el Semanario…, algunas diferencias respecto al camino y prosperidad que debía seguir la provincia para alcanzar su “felicidad”. Por otro lado, es importante rememorar que, durante los primeros momentos de edificación republicana, no dejó de estar presente una percepción de los componentes de la sociedad caraqueña y lo que se denominó opinión pública. Para el año de su edición esta última idea se combinó con la de pueblo y sus componentes: pueblo ignorante, elites ilustradas y corruptores de la opinión.

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